La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, durante un acto / EFE

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, durante un acto / EFE

Información municipal

Los siete pecados capitales de Ada Colau

Los errores de bulto empañan el tramo final del mandato de la alcaldesa que no deja nada para la posteridad

28 febrero, 2018 20:02

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Ada Colau ya no tiene quien le escriba, ni que sea por whatsapp. En poco menos de tres años de gobierno al frente de la alcaldía ha pasado de leyenda popular a enemigo público número uno, con un chasquido. En lo personal, está muy tocada por la caída en picado de su popularidad y por el rechazo cada vez mayor que genera su figura, amén de las intrínsecas tensiones internas en su equipo de gobierno, que nunca ha podido superar las eternas discrepancias entre el núcleo duro (los comuns de pura cepa) y los ediles heredados de Iniciativa.

Ni Gerardo Pisarello, el primer teniente de alcalde, asume responsabilidades en las horas más bajas de la alcaldesa, que está molesta también, para acabar de rozar el rizo, con el trato que recibe de los medios de comunicación, los mismo que la encumbraron a la gloria. A falta de 15 meses para la celebración de las próximas elecciones municipales, Colau vive sus horas más bajas e incluso se replantea su futuro. Hay fuentes de su propio partido que aseguran que está por retirarse y no volver a encabezar el cartel de Barcelona en Comú (BeC) antes que perder la alcaldía en las urnas de forma contundente. No lo tiene fácil, tome la decisión que tome: la valiente o la cobarde. El lastre que está haciendo naufragar su proyecto es el mismo en ambos casos: la intranscencia de su obra, su falta de legado. Ha cometido muchos errores,  algunos de bulto. Enumeramos siete de los más destacados, pero solo con rascar un poco aparecería el octavo, el noveno, el décimo...

1. TURISMOFOBIA. EL FIN DEL SUEÑO OLÍMPICO

La Barcelona del siglo XXI es turística, igual que en la centuria anterior fue industrial o durante la Edad Media fue comercial. El turismo representa a día de hoy casi el 15% del PIB de la ciudad. Históricamente, la capital catalana siempre ha sido una ciudad abierta y hospitalaria que aprovechó el tirón de los Juegos Olímpicos de 1992 para ponerse guapa, aumentar su autoestima y convertirse en un destino turístico internacional de primer orden, a la altura de las grandes urbes del planeta como París, Londres o Roma. Pero en el momento más dulce de la actividad turística barcelonesa -convertida en escaparate de primer orden para la celebración de congresos, pero también como puerto de cruceros y turismo de shopping-, cuando se rozaba el "lleno total" (y, evidentemente, era necesaria una regulación para no morir de éxito), apareció Colau con su vara de alcaldesa y empezó a arruinar de un par de plumazos la buena fama que la ciudad había tardado décadas en levantar.

Su primera puñalada trapera a la economía de su propia ciudad fue la moratoria hotelera, que puso al sector en pie de guerra y que generó un aluvión de demandas judiciales que todavía están por resolver, seguida del inefable Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT) del que ya se habla de reformar por dañiño Se paralizaron proyectos hoteleros en marcha, importantes firmas anunciaron que no construirían sus establecimientos previstos en Barcelona -como el hotel de la prestigiosa cadena Four Season o el fallido hotel de lujo de la Torre Agbar- y se frenó la creación de miles de puestos de trabajo. Colau y su equipo se empeñaron en legislar contra el turismo, haciendo crecer la bola de que el turismo era el culpable de todos los males que azotaban Barcelona y riéndole las gracias a los que sin ningún típo de tapujos llenaban la ciudad con carteles de "tourists, go home". En 2017, azuzados por la inacción municipal, proliferaron muchos capítulos de turismofobia, que fueron in crescendo. Primero, con las mencionadas pintadas con graves insultos a los visitantes. Y de postre, con el violento asalto de un autobús turístico al que las juventudes de la CUP le pincharon las ruedas e hicieron bajar despavoridos a sus ocupantes como en los peores tiempos de la kale borraka vasca.

Un turista fotografía un cartel contrario a la llegada de turistas a Barcelona / ÁLVARO VENTURA

Un turista fotografía un cartel contrario a la llegada de turistas a Barcelona / ÁLVARO VENTURA



El resultado de todo ello, agravado con el impacto que tuvo en la ciudad el terrible atentado yihadista del 17 de agosto y con el desplome en picado del sector generado por el procés separatista, es que la ciudad va a la baja en el panorama turístico internacional. El último trimestre del año pasado fue terrible para holeteros y restauradores, con un grave retroceso en las pernoctaciones, las estancias y la facturación, como destapó Metropoli Abierta. Y el panorama para este año no pinta demasiado halagüeño.

2. SÍ SE PUEDE... SUBIR EL ALQUILER

Colau saltó a la fama galopanado en el caballo por la crisis, empujada por los medios de comunicación que hicieron de ella una heroína a los ojos de las muchas familias que estaban perdidendo sus hogares por culpa de no poder pagar la hipoteca. Con su disfraz marveliano de "Supervivienda" (con el que reventó actos de todos los partidos poilíticos, incluidos los de sus actuales socios de ICV)  o con su camiseta verde de "STOP deshaucios", con la que lideró la Plataforma Anti Hipoteca (PAH), se encumbró a sí misma como la activista invencible capaz de parar todos los desahucio, de abofetear al capitalismo personificado en la gran banca (a la que llegó a llamar textualmente "criminal") y de acabar con el sistema. Y muchos barceloneses la creyeron. Prometió durante la campaña electoral del 2015 que si lograba la alcladía acabaría con los desahucios en Barcelona e, incluso, su primera foto oficial como alcaldesa se la hizo con atuendo de activista parando demagógicamente un desahucio a pie de calle, como en los viejos tiempos. Pero fue él primero y el último en el que participó. 

El problema de la vivienda en la ciudad no solo no se ha reducido sino que ha aumentado. Siguen los desahucios, ha aumentado la okupación ilegal de pisos (algunos de titularidad municipal) ante la pasividad del gobierno local y se ha disparado por las nubes el precio de los alquileres. Y Colau ha escondido la cabeza debajo del ala, con lo que ha decepcionado a mucha gente, especialmente a sus propios votantes. Ha decepcionado a ciudadanos anónimos, a entidades del activismo más combativo, que se volcaron con ella en el 2015, e incluso a sus viejos amigos de la PAH, que la pusieron a caer de un burro a las primeras de cambio, con las cifras de los desahucios en la mano.

Manifestación en contra de los desahucios / PAH

Manifestación en contra de los desahucios / PAH



Las críticas de la PAH comenzaron a subir de tono hasta alcanzar su cota máxima el pasado verano para escarnio de la alcaldesa, que veía erosiarse su image y la eficacia de sus políticas sociales de un día para otro. Su respuesta fue tan efectiva como censurable. Acalló las voces más discordantes fichando para su equipo de gobierno a Carlos Macías, el que había sido su sucesor en la PAH y el que había sido el primero en cantarle las cuarenta. El silencio de la PAH a cambio de un sueldo anual, a cambio de 51.298 euros brutos anuales. Paralelamente, Colau no solo no ha frenado los desahucios si no que no está construyendo vivienda social. Según los informes, en lo que lleva de mandato ha construido menos pisos sociales que sus antecesores Xavier Trias y Jordi Hereu. Y el precio de los pisos de alquiler se ha disparado hasta cotas históricas, provocando el éxodo de muchos barceloneses.

3. NO CARGAR CON LOS MUERTOS

Pero el mayor signo de desgobierno, de falta de ideas y de liderazgo y, por ende, de que la estrella de Colau se está apagando tal vez sea el asunto, desastrosamente gestionado, de Cementiris de Barcelona. El pasado 15 de septiembre, se derrumbaron 144 nichos en el cementerio de Montjuïc, provocando una imagen dantesca de restos de diferentes cadáveres mezclados entre los cascotes, para desconsuelo de sus familiares. 

Dos días antes se habíann detectaron las primeras grietas, pero nadie avisó a los bomberos. Jordi Valmaña, el director general de Cementiris de Barcelona, sigue gestionando con mucha opacidad la que puede considerarse como la mayor crisis de su historia. Valmaña ha ocultado numerosos detalles de lo sucedido y no ha da dado las suficientes respuestas a las familias afectadas, con las que busca un acuerdo exprés para cerrar el caso en falso y evitar las denuncias judiciales y, por descontado, salvar su propia cabeza.

Los afectados piden justicia a Valmaña y a Eloi Badia, el presidente de la empresa municipal Cementis de Barcelona, que esquiva cualquier responsabilidad. La alcaldesa, Ada Colau, todavía no ha dicho nada al respecto. Ni ha escrito un simple tuit de apoyo a las familias. Badia, por otra parte, ha fracasado también en su intento de construir una funeraria pública. Badia además ha sido zarandeado también por los vecinos en Vallcarca, y se ha convertido en el regidor que más problemas le está creando a la alcaldesa. En paralelo a este drama del derrumbe de nichos, ni Colau ni Badia han conseguido que nigún partido de la oposición apoye su proyecto de funeraria pública, otro de los grandes caballos de batalla ideológicos de los comuns.

4. TRANVÍA ATRAVESADO EN DIAGONAL

Colau necesita un golpe de efecto. Es la reina de la gesticulación y de la política de vender humo, pero su gestión está bajo en estos momentos mínimos, y requiere urgentemente un revulsivo. En 2015, uno de sus grandes bazas fue abanderar la prolongación el tranvía por toda la Diagonal, liderar un proyecto con el que seguramente pasaría a la posteridad (por aquello de este es el tranvía de Colau). Así que, la alcaldesa se lo puso por montera desde el minuto cero y ahora espera que el tranvía le salve los muebles. “Habrá tranvía sí o sí”, dijo la alcaldesa ante las dudas que suscitaba un proyecto que ya fue rechazado en una consulta del exalcalde socialista Jordi Hereu.

Tranvía circulando por la Meridiana, delante del mercat dels Encants / ÁLVARO VENTURA

Tranvía circulando por la Meridiana, delante del mercat dels Encants / ÁLVARO VENTURA



Pero como en el cuento de la lechera, el cántaro va camino de estamparse contra los raíles, en mitad de la Diagonal. Como si se tratara de una epidemia, la máxima autoridad municipal lleva camino de volver a quedarse sin apoyos para que la iniciativa prospere. El último escollo, vista la falta de consenso político y social, para el tranvía de la Diagonal será el pleno del próximo mes de marzo, del que tendría que salir bendecido o descartado. Nadie parece dispuesto a ser la muleta en la que se apoye la alcaldesa para que el proyecto prospere. La prueba es que en el último plenario municipal, la oposición aprobó por una mayoría aplastante que se implemente la línea de autobús electrico D30 por la Diagonal antes de que se ponga la primera vía del tranvía.

Sola y desamparada, el futuro de la conexión de los tranvías desde Glòries a Francesc Macià está en manos de ERC, formación sobre la que los comunes están ejerciendo la máxima presión, quien sabe si ofreciendo a cambio apoyo en el Parlament de Catalunya. Pero los republicanos ya han dicho por activa y por pasiva que no están por la labor de auxiliar a Colau. Para empezar porque su líder, Alfred Bosch, está convencido de que va ser él quien gane las elecciones de 2019 y no quiere ensuciarse antes las manos con el espinoso dilema del tranvía, por si las moscas.

5. COCHEFOBIA CONTRA BICIFOBIA

Los carriles bici son a los comunes lo que los pantanos a Franco: una muestra del poderío del gobierno. Pero mientras que al Generalísimo nadie le cuestionaba su políitica hidrólogica (por aquello de que era en aras del bien común), los comunes no tienen la misma suerte y allí donde plantan su carril bici, les brota la oposición vecinal. Que a Colau no le gustan los coches es archiconocido y que si pudiera los borraría de un plumazo, también. Por eso les pone todas las trabas que puede (ahora también a las motos). SIn plantear ninguna alternativa, eso sí.

Pero lo curioso es que, mientras los barrios están en pie de guerra por las bicis, Colau disfruta de las comodidades de viajar por la ciudad en su coche oficial y en la cabalgata de Reyes se permitió el lujo de desplazase en un Rolls Royce descapotable. Dijo que utilizaría el metro para ir al trabajo (incluso se hizo fotos), pero en realidad lo que hace es recrudecer su guerra contra el coche y mandar construir kilómetros y más kilómetros de carriles bici, pero dando las órdenes desde un confortable monovolumen que el Ayuntamiento de Barcelona adquirió para el uso y disfrute exclusivo de la alcaldesa.

Pero eso no el lo que más indigna a los vecinos. Los que los tiene de los nervios es que un buen puñado de los carriles bicis se están implantando sin ton ni son y sin preguntar antes a los vecinos, provocando hasta  talas de árboles como denunció Metrópoli Abierta. Es lo que sucede en la calle de Ganduxer, donde el vial segregado para bicicletas solo es de subida y tiene con una fuerte pendiente. A finales de 2018, Barcelona tendrá 233 kilómetros de carril bici, una expansión que asfixia la circulación de vehículos motorizados. El Eixample, curiosamente, es el distrito con más siniestralidad de Barcelona y de España con más de 3.000 accidentes anuales en los que se registran heridos.

6. NI PAZ NI GLÒRIES

La plaza de las Glòries es la obra maldita de Barcelona desde tiempos inmemoriales. Sus reformas, renovaciones, deconstrucciones y rediseños la han convertido en una chapuza eterna digna de estudio que penaliza a los barceloneses e indigna a los vecinos, hastiados de tantas molestias durante los últimos 50 años. Colau paralizó hace un año las obras del túnel que empezó a escavar el exalcalde convergente, Xavier Trias, porque las constructoras pedían más dinero porque habían tenido que hacer frente a imprevistos técnicos. La alcaldesa optó por prolongar la agonía de los vecinos y los conductores (aplazando el final de los trabajos) a ceder al chantaje de las empresas adjudicatarias. como se justificó entonces el gobierno de BeC. Largos meses después, el Ayuntamiento de Barcelona anunció el pasado el martes que la empresa municipal BIMSA ha adjudicado la obra civil de los túneles de la plaza de las Glòries por 68,8 millones de euros. La UTE Ferrovial Agroman-SACYR Construcción ha obtenido el más cuantioso de los cinco lotes en que se ha dividido la obra para sacarla a licitación.

Obras en la plaza de les Glories, con la torre Agbar al fondo. / ÁLVARO VENTURA

Obras en la plaza de les Glories, con la torre Agbar al fondo. / ÁLVARO VENTURA



Aunque se reanuden los trabajos de forma inmediata (que no será del todo así), la paralización decretada por Colau todavía puede seguiri trayendo más cola porque la alcaldesa rompió con la UTE que estaba haciendo el túnel pero las empresas que formaban esa UTE denunciaron judicialmente al ayuntamiento por daños y perjuicios. Si ganan, las compañías podrían exigir incluso indemnizaciones millonarias. Además, la nueva adjudicación tampoco ha estado exenta de polémica, porque algunas de las empresas contratadas están vinculadas con la trama corrupta del 3%, ligada a la antigua convergencia (ahora PDeCAT).

7. NI SÍ NI NO, SINO TODO LO CONTRARIO

Pero la puntilla capital a Colau se la puede acabar dando ella mismo, no por lo que haga o deje de hacer en lo que le queda de mandato sino por todo lo contrario, por su ambigüedad política. La agenda municipal quedó solapada por el despliegue del procés secesionista en el último trimestre de 2017 y Colau quiso mantenerse equidistante pero no lo consiguió. Algunos de sus gestos acabaron delatándola. Los comunes intentaron poner tierra de por medio entre ellos y los bloques antagónicos formados por independentistas y constitucionalistas. Colau convirtió en una máxima de cabecera su rechazo expreso a la DUI y al 155 sin mojarse más, una indefinición que resultó poco creíble y poco fructífera y que su propio electorado penalizó en las elecciones autonómicas del 21 de diciembre.

No obstante, aunque sus votantes son básicamente constitucionalistas, ella se siente cómoda coqueteando con los independentistas y haciéndose fotos con esteladas de por medio y esos gestos precipitaron la ruptura de su pacto de gobierno con el PSC, un acuerdo que, a priori. ambas formaciones habían blindado para evitar que Barcelona resultara dañada por culpa de la cuestión identitaria. 

Colau pide el acercamiento a cárceles catalanas de los encausados por el referéndum ilegal del 1-O, a los que se acusa de sedición, rebelión y malversación de fondos públicos. Su último gesto fue sabotear la presencia del rey Felipe VI en Barcelona, olvidando que no es una activista más sino una alcaldesa, la cara visible de una institución pública que debería representar a todos los barceloneses, no solo a los que piensan como ella. Con esta última cortina de humo con la que pretende ocultar su falta de proyecto de ciudad y su inactividad municipal y su imparable declive, en vez de conseguir que se le perdone alguno de sus pecados,  la alcaldesa Ada Colau igual lo que ha conseguido es que el Mobile World Congress decida finalmente abandonar Barcelona, haciendo realidad así otro de los más lúbricos sueños anti-sistema y anti-capitalistas jamás confesados (pero de todos conocidos) de los comuns. En el pecado irá la penitencia.