Las juntas electorales de zona dictaron durante la última semana diversos fallos prohibiendo a los alcaldes de Barcelona, Badalona o Sant Cugat que se abstengan de publicitar logros durante sus mandatos y, especialmente, inauguraciones. Pero hecha la ley, hecha la trampa. ¿Prohibición? ¿Qué prohibición? Eso es lo que parece contestar el primer teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, que se toma con calma su labor como munícipe.
Pisarello fue el inaugurador oficial de una placa que la alcaldesa, Ada Colau, colocó estratégicamente este martes ante el edificio de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña. Dice dicha placa del edificio que “desde que se inauguró, a finales de la Dictadura de Primo de Rivera, fue el epicentro de la represión contra el sindicalismo y el obrerismo barcelonés. Durante la época republicana, continuó siendo un lugar de represión hasta el punto que círculos obreristas como “El molino sangriento”. A partir de 1941 y hasta la llegada de la democracia, se convirtió en el centro de la represión política franquista en Barcelona. Por sus insalubres y saturadas celdas, pasaron decenas da antifranquistas que sufrieron todo tipo de torturas en los interrogatorios”.
Un mensaje que recuerda a todos los que trabajan en el edificio (y que a partir de hoy han de pasar delante del letrero) que son los descendientes de los torturadores. Esta estrategia municipal es una píldora más de cómo se las gasta Colau. Y se trata, en definitiva, de una imagen icónica, de una campaña para patrimonializar los “símbolos de la represión”. De esta manera, Gerardo Pisarello se presentó en las inmediaciones del lugar reclamando la expropiación y el desalojo de la Jefatura Superior y su traspaso al Ayuntamiento barcelonés o a la Generalitat para establecer en el inmueble un Museo de la Memoria contra la Tortura.
ROBAR VOTOS A LOS INDEPENDENTISTAS
¿Qué hace un común vindicando el desalojo de la Policía española? Por una parte, campaña política. Pisarello (y los comunes por extensión) saben que han de pescar en el coto independentista para restar votos a sus principales rivales directos. Y el primer teniente de alcalde, junto a Jaume Asens (que será el cabeza de lista en las elecciones del 28 de abril) son los principales exponentes de los comunes, claramente alineados con el soberanismo. Por tanto, han de lanzar mensajes soberanistas para atraer el voto que pueda estar descontento con ERC o con la CUP.
De hecho, la reivindicación cuadra con la campaña independentista bajo el lema Fora forces d’ocupació. Y, por otro lado, esta acción es, en palabras de Pisarello, la “tercera pata” de la estrategia del Ayuntamiento para reivindicar la reformulación de espacios de memoria histórica. Suma en esa lista la recuperación “del castillo de Montjuïc, que ha pasado a ser un espacio que explica la función de prisión política y de fusilamiento” y la recuperación del espacio de la cárcel Modelo.
Pisarello, de hecho, asistió de tapadillo a la inauguración del plafón para que la Junta Electoral no se le eche encima. Y vistió esa inauguración como un acto de apoyo al Ateneu Memòria Popular. Es más: se presentó un manifiesto que apoyan 150 entidades, entre ellas la Fundació Irla, vinculada a ERC, y la Fundación Cipriano García. Lo curioso del caso es que el manifiesto no era de ayer ni de anteayer: fue redactado hace dos meses. Pero su lectura fue la cancha para que el teniente de alcalde pudiese luego fotografiarse con el plafón antipolicial y lanzar sus consignas electorales. Para ello, contó también con la presencia, por ejemplo, del exsecretario general de CCOO en Cataluña, Joan Carles Gallego, de Rosa Sans, exdirigente de Comisiones y actual directora de la Fundació Cipriano García, o de Carles Vallejo, presidente de la Asociación de Expresos Políticos del Franauismo (y, de paso, presidente del Ateneu Memòria Popular).
CONSIGNAS CONTRA VOX
De ese modo, Pisarello reivindicó el edificio más emblemático de la Policía española para la función de museo recordando que en junio de 2017 el Congreso de los Diputados, con sólo el voto en contra del PP, acordó ese extremo. El exconsejero de Empresa Josep Huguet (ERC), presente en el acto como presidente de la Fundació Irla, recordó también ese detalle y subrayó que el acuerdo del Congreso ordenaba que se cediese una copia de los archivos de la policía del franquismo a la Generalitat. Huguet y Sans leyeron el manifiesto citado anteriormente, en el que se pide la transferencia del edificio a la Generalitat o al Ayuntamiento y se le declare Bien Cultural de Interés Local o Nacional.
Pero Pisarello aprovechó para llevar el agua a su molino y se dedicó a lo suyo, a la política: reivindicó especialmente un cordón sanitario alrededor de Vox, aunque sin citar a la formación de extrema derecha. De hecho, es el refuerzo de la política estratégica de Ada Colau de cara a la galería: esta semana, la alcaldesa denegó el Palau Sant Jordi a la formación de Santiago Abascal aduciendo que el 30 de marzo, día de un acto de Vox, el Palau estaría en obras. Y eso cuando ya había cobrado la mitad del alquiler por adelantado. Esa imagen de abanderados de muro de contención de la extrema derecha es el ambiente en el que mejor se mueven Pisarello y Asens, ambos en la candidatura de comunes-Podemos al Congreso. Ahí es donde quieren pescar los votos del caladero de la izquierda y del público independentista que absorbe profundamente el mensaje antipolicía española y antiextrema derecha.
“Hoy tenemos a partidos políticos que llevan a militares declaradamente franquistas en sus listas y, por tanto, defienden la tortura del franquismo. Eso se ha de recordar para que no se repita nunca más”, clamó el primer teniente de alcalde en el acto. Además, sacó a relucir que “Barcelona tuvo hace poco una gran manifestación independentista y se manifestó diciendo que no acepta el discurso del odio. Nosotros nos manifestamos contra el crecimiento de la extrema derecha y el racismo. Queremos una democracia claramente antifascista”. Lo dicho: campaña electoral pura y dura.