Manuel Valls (Barcelona, 1962) recibe a Metrópoli Abierta a cuatro días de las elecciones. Todos los sondeos dan un mal resultado al exprimer ministro francés, pero él está convencido de que será la gran sorpresa del domingo y de que puede ganar las elecciones. El exprimer ministro francés explica en esta entrevista cómo acabará con el top manta en 90 días, que su prioridad es pactar con el PSC y que se quedará en el Ayuntamiento de Barcelona cuatro años aunque sea en la oposición. Hijo del pintor catalán Xavier Valls, el alcaldable ha pasado casi toda su vida en Francia. Exalcalde de una ciudad próxima a París, Évry, y exministro del Interior, Valls se presenta al frente de una plataforma transversal, Barcelona pel Canvi-Ciutadans, que tiene como principal aval al partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas.
Usted es elegido alcalde este junio, ¿cómo vislumbra la ciudad en 2023, al final del mandato?
Espero que sean los cuatro mejores años de la historia moderna de Barcelona. Quiero recuperar el liderazgo económico y contribuir a que vuelva una parte de las empresas que se fueron por el procés. También imagino la ciudad preparada para lanzar una candidatura para unos Juegos Olímpicos, ya sean de invierno en 2030 o de verano en 2032. Eso dependerá mucho del diálogo con el Gobierno de España y con el movimiento olímpico. Además, anhelo cumplir mi primer compromiso con los barceloneses: resolver la inseguridad. Espero que al final del mandato la ciudad vuelva a ser segura como lo era antes la llegada de Colau en 2015.
Ya ha dicho que acatará los resultados de las elecciones y que estará los cuatro años en el Ayuntamiento aunque sea en la oposición, ¿ha pensado si se presentará de nuevo a la alcaldía en 2023?
El 20 de abril de 2018 estaba pensando de forma muy seria si aceptaba presentarme a los comicios de Barcelona. Ahora estamos en plena campaña y me presento para ganar. Espero ser la gran sorpresa del domingo. Si soy alcalde tengo ganas de trabajar en temas de vivienda, de planificación urbana, de lucha contra el cambio climático, construir una gran región metropolitana, convertir Barcelona en la gran capital del sur de Europa... Dentro de cuatro años ya veremos. Ahora tendré que asumir la responsabilidad que me den los barceloneses. Para mí la vida ha cambiado mucho estos últimos meses. Imaginar qué pasará a nivel político, dentro de cuatro años, es difícil. Lo que sí que puedo decir es que en 2023 seguiré en Barcelona. No he vuelto a Barcelona para hacer una carrera política. Ya la he hecho. ¡Y a qué nivel! He sido alcalde, diputado, ministro y primer ministro. No busco eso.
"No he vuelto a Barcelona para hacer una carrera política. Ya la he hecho. ¡Y a qué nivel! He sido alcalde, diputado ministro y primer ministro"
Decía usted que ya ha sido alcalde. ¿Qué destacaría de su gestión al frente de Évry, una ciudad metropolitana cercana a París?
La seguridad. Évry era una ciudad identificada con la inseguridad. Évry era una población de unos 50.000 habitantes muy cercana a París. Es muy distinta a Barcelona. La inseguridad daba muy mala imagen. Otro proyecto importante fue imaginar y realizar un nuevo centro de la ciudad, donde viven unos 5.000 vecinos. También potencié la proximidad con los habitantes, como candidato y como alcalde. Creo que la proximidad es muy importante para gobernar una ciudad, tanto en Évry como en Barcelona, que tiene 1,6 millones de habitantes. En Évry se había perdido el orgullo de ser de la ciudad. La gente vivía muy mal. La imagen que se proyectaba en los medios era muy mala.
Hablando de seguridad, ¿cómo piensa resolver en 90 días el problema del top manta en Barcelona?
Se hace diciendo las cosas claras. En 2015, la Guardia Urbana dejó de actuar porque las órdenes de Colau eran las de no hacerlo. El espacio público es de todos, no podemos aceptar una ocupación ilegal. Lucharemos contra la copia ilegal y contra las mafias que están detrás del top manta. Con un discurso claro, la actuación de la Guardia Urbana y la cooperación con los Mossos d'Esquadra, la policía del puerto, las fuerzas de seguridad del Estado, Fiscalía y Extranjería, en tres meses se puede acabar con este fenómeno. Conmigo de alcalde también se acabarán las ayudas a la cooperativa de manteros.
Sostiene que estas elecciones van más allá de la derecha o de la izquierda, ¿percibe usted que los barceloneses tienen claro este concepto?
Creo que los ciudadanos tienen muy claro que la seguridad no es de derechas ni de izquierdas. Sin seguridad no hay libertad. Desde un punto de vista progresista, la inseguridad es una desigualdad más. Afecta mucho a los barrios obreros, a la gente que se levanta pronto para ir a trabajar, a las mujeres, a la gente mator, a los jóvenes con el tráfico de drogas. Si eres progresista, tienes que luchar más contra esa desigualdad. Es una desigualdad. La gente que tiene dinero se puede proteger más. Ir en contra de las políticas de seguridad es de la vieja izquierda, el buenismo. Es lo que ha pasado con Colau. Representa lo peor de la izquierda buenista y el populismo de los 70. He hablado de seguridad porque es la primera preocupación de los barceloneses. La gente me para por la calle para hablarme de este problema. El debate actual en Barcelona no es de partido, ni de un partido. Jaume Collboni solo habla del PSC. El gran debate es el futuro de Barcelona y el modelo de ciudad. Hablar de derechas o izquierdas no tiene sentido. No creo que ser de izquierdas sea saltarse la ley y el orden democrático y constitucional. El debate de Barcelona es el futuro de la ciudad, recuperar Barcelona, que sea otra vez una gran capital económica, cultural, catalana, española, europea...
"La única forma de hacer bajar los precios es aumentar la oferta de pisos. Hay que construir más. Hay 40.000 barceloneses que esperan un piso de protección oficial"
¿Usted está a favor de regular los precios de los alquileres?
Sí, pero de otra manera. Eso depende de muchos criterios y de muchos cambios. Se puede plantear sobre un cambio de modelo de la vivienda en España. El modelo español es muy distinto al francés. Está basado en la propiedad y se ha visto muy afectado por la crisis. La gente ha sufrido mucho más que en otros países. El modelo francés es muy potente en vivienda pública. En Barcelona, la vivienda pública representa menos del 2%. El gobierno debe plantearse un nuevo modelo, un nuevo modelo de vivienda pública potente con un pacto con los bancos. Ahora bien, a la espera de este cambio de modelo y con el nivel de vivienda pública que hay en la ciudad, la única manera de regular los precios de los alquileres y de proponer viviendas a precios asequibles es un pacto con el sector privado utilizando los 82 solares municipales disponibles y el suelo público, como en otros tiempos se hizo con el 22@. Si tenemos normativas que obligan a los constructores a destinar el 30% de las promociones a pisos públicos, tenemos un decreto de la Generalitat y una ley de regulación del alquiler del Estado se va a parar la inversión. Lo que pide el mercado es estabilidad política, económica y jurídica. Hay que apostar por el pacto publico-privado liderado por el Ayuntamiento construyendo viviendas en los 82 solares municipales. Hay muchos espacios en los que se puede empezar a construir. Nosotros proponemos 10.000 pisos en ocho años, de los que el 75% serían de alquiler asequible. La única forma de hacer bajar los precios es aumentar la oferta de pisos. Hay que construir más. Hay 40.000 barceloneses que esperan un piso de protección oficial.
¿Lo mejor y lo peor de Colau?
Lo mejor fue que en 2015, Colau representaba aire fresco, salir de los partidos tradicionales, acabar con una forma de gestión, demostrar que había una Barcelona postmaragallista y postolímpica, detectar las preocupaciones de los barceloneses: la vivienda, el turismo... Mucha gente votó a Colau porque representaba esa novedad. Pero todo eso se ha desgastado, Colau lo ha desgastado. Pero lo peor de ella es la mentira y la incapacidad de gestión. La mentira sobre la vivienda o la equivocación, la incapacidad de ver el problema de la seguridad. Se ha gestionado mal la ciudad. Los barceloneses lo ven. No puede repetir con todos los errores que ha cometido ni con la ambigüedad que mantiene sobre el procés y el separatismo. Bueno, ambigua ya no lo es. Sus diputados en el Congreso -en referencia a Jaume Asens y Gerardo Pisarello- son soberanistas.
¿Con quién pactará usted después de las elecciones?
Con el PSC, ya lo he dicho.
¿Usted no se muestra ambiguo en este aspecto como algunos de sus contrincantes?
No. Estamos en un momento histórico. Son las elecciones más importantes desde 1979. Lo digo claramente. Hablar claro es respetar a los electores. No pactaré con Colau porque su gestión ha sido desastrosa y por su ambigüedad con el Estado de derecho. Tampoco pactaré con los separatistas, que quieren hacer de Barcelona la capital de la República. Quiero ser claro y lo diré hasta el final de la campaña. Votar a Valls es votar por el cambio, un cambio real, sin ambigüedades, al servicio de los barceloneses.
"Pactaré con el PSC. Lo digo claramente. Hablar claro es respetar a los electores. No No pactaré con Colau porque su gestión ha sido desastrosa y por su ambigüedad con el Estado de derecho"
¿Qué idea tiene usted para el Port Olímpic? ¿Está usted a favor del ocio nocturno en este emplazamiento de Barcelona?
No se puede decir a tan pocos días de las elecciones que se cerrarán las discotecas. El turismo no es un enemigo; el ocio, tampoco. Hay que gestionar, ayudar a los vecinos e impedir el ruido nocturno. Aquí la policía tiene que actuar. Se puede actuar mejor para reducir las incomodidades a los vecinos al mínimo. Pero esta ciudad es una ciudad para la juventud, abierta al mar. Hay discotecas. Si se cierran unas discotecas, ¿dónde las pondremos? Me parece irresponsable haber ordenado el cierre de las discotecas del Port Olímpic al final del mandato. Estamos al final de la concesión de las discotecas y los restaurantes en el Port Olímpic. También planteo recuperar todo el frente marítimo con equipamientos públicos o privados, con el Hermitage, equipamientos destinados al deporte... No se puede ir solo con la idea de prohibir, sin pensar en las consecuencias que puede tener.