Barcelona se juega el futuro. Su gobernabilidad hasta 2023. Cuatro años después de la inesperada victoria de Ada Colau, los barceloneses decidirán si prolongan el crispado mandato de la actual alcaldesa o apuestan por un nuevo rumbo. El republicano Ernest Maragall es el candidato mejor posicionado. Los últimos sondeos también confirman una tendencia al alza de Jaume Collboni (PSC) y Manuel Valls (Barcelona pel canvi - Ciutadans), en contraste con el presunto hundimiento de Junts per Catalunya, mientras que el PP y la CUP podrían quedarse sin representación.
Este domingo, 1.144.259 barceloneses (de 9:00 a 20:00 horas) pueden ejercer su derecho a voto en las elecciones municipales más importantes desde la restitución de la democracia en España. En Barcelona se han habilitado 271 colegios electorales y 1.434 mesas de votación en unos comicios que coincidirán con las elecciones europeas.
LOS RESULTADOS DE 2015
El 24 de mayo de 2015, la candidatura de Colau obtuvo 176.612 votos, mientras que Xavier Trias (CiU) recibió el respaldo de 159.393 barceloneses. A mucha distancia quedaron Ciutadans (77.272 votos), ERC (77.120), PSC (67.489), PP (61.004) y la CUP (51.945). Esa misma noche, Trias renunció a posibles pactos con otras formaciones y cedió el relevo a su gran rival.
Colau, que alcanzó notoriedad como fundadora de la Plataforma de Afectados de la Hipoteca (PAH), se comprometió a resolver el problema de la vivienda en Barcelona, prometiendo la construcción de 8.000 pisos sociales --solo ha entregado 800--. La líder de Barcelona en Comú se benefició de la debacle socialista y del deseo de muchos vecinos de romper con la eterna dicotomía entre la antigua Convergència y el PSC. La coyuntura económica del momento y el contexto social y político (irrupción de Podemos en el Parlamento europeo) también le beneficiaron.
Los comunes, en 2015, eran unos completos desconocidos ante los votantes. Su ideología era de izquierdas, pero difusa; y nunca habían ocupado un solo cargo de responsabilidad política.
ACTIVISTA ANTES QUE ALCALDESA
Cuatro años después, todos los indicadores retratan que Barcelona está mucho peor que hace cuatro años. El actual gobierno municipal ha recibido duras críticas desde múltiples sectores por priorizar los intereses partidistas a los generales y anteponer sus principios dogmáticos a amplios consensos de ciudad. Hoteleros, restauradores y comerciantes claman, hoy, por una gestión más pragmática y menos turbulenta.
Activista antes que alcaldesa, Colau cuestionó la continuidad del Mobile World Congress y despreció que Barcelona fuera la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Enfrentó al sector cultural con el sanitario para tapar sus fracasos en el Raval, el barrio que más ha sufrido la permisividad de su alcaldesa con los narcopisos, y su buenismo con el top manta también ha erosionado su credibilidad. En 2019, la inseguridad es el gran problema de Barcelona, donde cada día se cometen 500 delitos, y la Guardia Urbana denuncia su nula complicidad con el gobierno municipal.
LA RUPTURA CON EL PSC
Barcelona, con Colau en la alcaldía, también ha sido la gran víctima del proceso independentista. Su teórica neutralidad no ha sido tal. La ambigüedad inicial evolucionó hacia una complicidad con los partidos soberanistas que liquidó su pacto de gobierno con el PSC, posiblemente el gran error estratégico de la alcaldesa. La cúpula de los comuns dinamitó un pacto que, curiosamente, estaba blindado contra los efectos del proceso. Desde entonces, la gobernabilidad de la ciudad quedó muy tocada y sonadas son algunas renuncias. Gerardo Pisarello, Laia Ortiz y Jaume Asens, los tres primeros tenientes de alcaldes, no forman parte de la lista de Colau. Tampoco la controvertida Gala Pin ni Mercedes Vidal, concejala de Movilidad.
Las huelgas del metro, los continuos desahucios, los brotes de turismofobia alentados desde las personas muy próximas a Colau –Gala Pin, concejal de Ciutat Vella, calificó a los turistas como “plagas de langostas”--, el incremento de los carriles bici y la suciedad de las calles también pueden pasar factura a la primera edil, que también prometió la unión del tranvía por la Diagonal y menospreció a los familiares de los 144 nichos que se hundieron en el cementerio de Montjuïc, el 15 de septiembre de 2017. Habitualmente muy activa en las redes sociales, Colau ni tan siquiera publicó un tuit para lamentar el suceso y, mucho menos, para disculparse con los afectados.
LA PUGNA ENTRE COLLBONI Y VALLS
La reputación de Barcelona, según varios indicadores internacionales, también está bajo mínimos, circunstancia que beneficia a Ernest Maragall. Los republicanos esperan repetir su victoria de las pasadas elecciones generales en la Ciudad Condal, pero la campaña de su líder no ha sido brillante. Su edad (76 años) y su imagen no benefician a un candidato que aboga por un cambio en Barcelona.
Collboni y Valls, por su parte, pugnan por el voto unionista. En 2015, el PSC obtuvo los peores resultados de su historia y este domingo podría duplicar su representación en el consistorio. El ex primer ministro francés, por su parte, lidera una plataforma transversal que va más allá de la lógica de los partidos. Tiene el apoyo de Ciudadanos y espera seducir a antiguos votantes socialistas y al catalanismo más moderado.
FIN DE UNA ETAPA EN EL PP
Junts per Catalunya ha jugado la carta de Joaquim Forn (actualmente encarcelado) en una campaña liderada por Elsa Artadi. Junts per Catalunya podría lograr la mitad de los concejales que obtuvo Convergècia i Unió (10), con Xavier Trias al frente.
Anna Saliente, la candidata de la CUP, ha tenido un protagonismo muy residual en esta campaña electoral. Mucho más activo se ha mostrado Josep Bou, el candidato independiente del PP. Releva a Alberto Fernández Díaz, toda una institución en el ayuntamiento, y su desparpajo podría evitar que los populares se quedaran, por primera vez, sin representación.
Los sondeos también auguran que Vox no entrará en el Ayuntamiento y la gran sorpresa podría ser la irrupción de Jordi Graupera. La gran cuestión, sin embargo, radica en saber si Barcelona dará luz verde a un segundo mandato de Colau o castigará a la alcaldesa de las obsesiones.