El resultado de las elecciones municipales en Barcelona está todavía en el aire. Se perfilan como posibles alcaldes Ernest Maragall (ERC) o Ada Colau (Barcelona en Comú), pero no está todo dicho. Una cosa es ganar las elecciones y otra, ser alcalde. Y el republicano ya ha dicho que, aunque no gane las elecciones, no renuncia a ser alcalde gracias a pactos postelectorales. Por otro lado, Maragall y Colau han aplicado a la campaña electoral una estrategia bipartidista, arrinconando a los restantes adversarios. Todo queda entre ellos y de ahí el debate cara a cara entre ambos este viernes. Pero, a pesar de todo, es muy importante la posición en que quedan los restantes candidatos, porque ese ranking puede ser crucial para que gobierne uno u otro.
Una de las principales incógnitas es cómo quedará el PSC y su candidato, Jaume Collboni. Los socialistas tienen todavía a un 25% de su electorado (el electorado que le votó el pasado 28 de abril) indeciso. En otras palabras, en Barcelona hay 50.000 votos que no se sabe a dónde irán a parar. Son los votos que pueden ascender a los cielos a Collboni o bajarle a los infiernos. Son los votos que pasaron al cesto socialista provenientes de los comunes y de Ciudadanos. El problema que tiene el PSC en estos momentos es que el “efecto Pedro Sánchez” ha disminuido y que, paralelamente, Ada Colau ha logrado ralentizar el deterioro de su imagen y la pérdida de popularidad de su candidatura.
El mayor peligro para los socialistas viene de su propio electorado: ha de convencerlo de que el voto útil no se vaya hacia BeC, sino que se vaya al PSC. Y eso es, hoy por hoy, una tarea harto difícil. En petit comité, en algunos círculos de esta formación se reconoce que Colau ha recuperado ventaja en los últimos días. “Los trackings que circulan no apuntan a una remontada. En el 2015, los sondeos nos daban entre seis y siete concejales y acabamos en cuatro. En esta ocasión, parece que las encuestas son más fiables y nos situamos en una horquilla de entre seis y ocho concejales. El escenario óptimo hubiese sido que estuviésemos pisando los talones a Colau, pero aún no se produce esa situación”, reconocen desde el PSC.
LA PRIORIDAD
En todo caso, el PSC se asoma al vértigo del dejà vû de 2015, pero la situación no es la misma. Insisten los socialistas en que son los únicos “capaces de sumar apoyos por todos los lados”, aunque su radio de acción es limitado. Admiten que “la prioridad es evitar que el independentismo gane la alcaldía de Barcelona, porque eso sería un desastre”, pero la realidad es muy cruel y dependerá, al final de cómo queden posicionados sus rivales.
Lo cierto es que los 50.000 votos que aún no tienen dueño serán decisivos a la hora de determinar el peso que pueda tener Collboni en el próximo gobierno municipal. La importancia de esos votos viene dada también por otras variables: puede darse un trasvase de votos de ERC hacia JxCat. Eso mitigaría la caída de los posconvergentes. Al mismo tiempo, el PSC necesita trabajar para materializar un trasvase de votos de BeC y de Ciudadanos a sus filas. Ahí se encontrarían la mayoría de esos 50.000 votos. Collboni tiene que fidelizarlos. Pero Manuel Valls y Ciudadanos podrían beneficiarse también de un trasvase de votos del PP hacia su candidatura (de manera similar a lo que ocurrió el 28-A). Por tanto, si los que en las generales votaron socialista en Barcelona no ven que Collboni puede ser un voto útil, podrían quedarse instalados en sus antiguos nichos. Y eso podría ser fatal para el PSC, que podría pasar de la tercera posición que le dan las encuestas a la cuarta o la quinta.
EL GRAN PELIGRO DE COLLBONI
La clave está en cómo aplicarán el voto útil los indecisos y, esencialmente, los indecisos del PSC, ya que 50.000 votos en la ciudad de Barcelona es un porcentaje nada desdeñable de electorado. En las filas socialistas se da por descontado que la formación mejorará resultados con respecto a las elecciones del 2015, pero si Collboni se queda muy lejos de Colau será como si no se hubiera hecho nada. El gran peligro es que el voto útil de la izquierda no independentista se decante por Ada Colau. Y que el voto útil no independentista a secas se decante por Manuel Valls y Ciudadanos. Collboni necesita quedar mucho más cerca de Colau que de Manuel Valls para sacar pecho y reivindicarse como líder del progresismo no independentista.
Pero, de hecho, el juego de fidelizaciones de voto en JxCat, Ciudadanos y PSC deja muy en el aire la composición del próximo pleno municipal y, consiguientemente, del próximo gobierno local.