La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha limitado sus apariciones en medios de comunicación. En varias televisiones se ha prodigado, en cambio, la imagen del primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, entrevistado en cadenas de alcance nacional, como La Sexta o Cuatro, y dando la cara en algunas de las iniciativas del consistorio en la última semana, multiplicándose en ruedas de prensa. No es que Colau se haya tomado unas vacaciones, sino que su imagen está más puesta en entredicho que nunca, hasta el punto de que desde la Administración autonómica directamente se la ha tachado de “desleal”.
Es cierto que la alcaldesa no ha tenido más remedio que reunirse con la consejera de Salut, Alba Vergès, para discutir la situación de la capital en respecto al aumento de contagiados de coronavirus. Pero la rueda de prensa posterior, sin la representante de la Generalitat porque el encuentro se alargó demasiado y se tuvo que marchar al Parlament, levantó ampollas en el gobierno autonómico por las críticas vertidas por Colau.
UN INTERLOCUTOR MÁS LEAL
La primera edil sólo ha marcado perfil propio en el tema de la pandemia. Sus actuaciones de cara al público fueron solamente para lanzar dardos envenenados contra la Generalitat. Y eso no se lo perdona la otra orilla de la plaza de Sant Jaume. En temas de gestión de gobierno o pactos económicos e institucionales, quien se ha movido, tanto entre bambalinas como de cara a la galería, ha sido Collboni.
De hecho, la Generalitat encuentra en Collboni un interlocutor más leal que la alcaldesa. Y eso se vio en la comisión mixta entre Ayuntamiento y Govern, que pudo comenzar a llegar a acuerdos gracias al PSC. De hecho, este partido mantiene una línea de colaboración con la otra Administración especialmente a través de la consejería de Empresa, para potenciar la creación de empleo y el asentamiento de un tejido industrial y económico en la ciudad.
Los sectores cívicos barceloneses tampoco encuentran en Colau y en su círculo de confianza un interlocutor válido. Este mismo martes, la patronal Foment del Treball anunció que abandonaba el Pacte de Ciutat por la talante de la alcaldesa. “La primera obligación de la alcaldesa es gobernar escuchando a los sectores que generen actividad y empleo en nuestra ciudad, y eso no lo está haciendo Ada Colau”, denunció la patronal.
LA ‘ESPANTÁ’ DE FOMENT DEL TREBALL
La patronal que preside Josep Sánchez Llibre, un hombre nada proclive a los extremismos, acusa al Ayuntamiento de implementar políticas “que perjudican a buena parte de los intereses económicos de la ciudad. A pesar de las reiteradas peticiones que ha formulado Foment y los principales representantes de los empresarios a la alcaldesa Ada Colau para dialogar y pactar, todavía no hemos recibido ninguna respuesta”. Y es que la primera edil ha sido incapaz de devolver ni una sola de las llamadas de uno de los agentes sociales más importantes.
Y no son sólo los gremios más castigados por la crisis. Sectores que deberían comulgar con la alcaldesa y su equipo también se suman a las críticas hacia el Ayuntamiento, desde entidades sociales hasta asociaciones de vecinos, pasando por gremios como el de la restauración o el del turismo. Más allá de la conveniencia de abandonar el pacto por parte de Fomento, una veintena de entidades sociales encabezadas por la FAVB (y donde se incluyen asociaciones cívicas, vecinales o ecologistas) se han desligado del Pacte de Ciutat porque “desde el primer momento falló el mismo proceso de participación”.
FALTA LIDERAZGO
Para la oposición, “lo que falta es liderazgo y planificación. Colau no gobierna la ciudad, sino que toma decisiones sin control practicando un populismo alarmante”. Y la falta de diálogo no sólo se produce con los sectores cívicos, sociales o económicos de la capital, sino incluso con el resto de formaciones políticas. “Colau es especialista en desaparecer cuando debe dar explicaciones, pero es la primera en posar para la foto cuando están las cámaras delante y puede sacar rédito político”, critican sus rivales.
Recuerdan estas fuentes que en el mes de mayo descargó en su mano derecha, Jordi Martí, la responsabilidad de dar explicaciones por el regalo de 250.000 euros que quiso entregarle al factótum de Mediapro, Jaume Roures, para que pudiese celebrar el concierto de los balcones. Fue un contrato decidido a dedo y sin pasar por ningún tipo de control. Cuando el escándalo estalló (principalmente porque muchos de los participantes consideraron indigno gastar un cuarto de millón en un concierto en plena pandemia), Colau intentó en un primer momento justificar el regalo. Pero cuando la bola de nieve se hizo muy grande, desapareció por el foro y puso a su equipo a dar explicaciones de una decisión que fue muy personal. “Ese es un modo de proceder muy común entre la cúpula de los comunes”, ironiza un concejal opositor.
SÓLO ESCUCHA A LOS SUYOS
En decisiones clave como el Plan de Movilidad, Colau no ha escuchado a nadie, excepto a los suyos, que la atosigaron con propuestas de futuro, algunas descabelladas. Los sectores de la logística, el transporte, el comercio, el turismo o la restauración están con el agua al cuello y en el Ayuntamiento no encuentran interlocución a nivel de la cúpula.
En seguridad, un área sensible, Albert Batlle (que concurrió en las listas del PSC) ha calmado un poco las aguas. A Colau no le gusta el cuerpo de la Policía Local y, como señala un veterano agente, “a ella le gustaría que todos fuésemos conserjes”. Con una delincuencia desatada y los antidisturbios desactivados, la seguridad se le fue de las manos al anterior consistorio. La alcaldesa tampoco se ocupó de prever las jubilaciones y no convocó oposiciones. Han tenido que ser los socialistas en este mandato quienes hayan propuesto incorporar a un millar de nuevos agentes para paliar el déficit de personal y que disminuyan las tasas de delincuencia.
METEDURAS DE PATA
En materia de inversiones también han sido sus socios de gobierno los que han puesto en marcha el Cecore, el pulmón económico que busca la reactivación económica de la ciudad en la crisis postpandémica, y los que impulsaran Barcelona & Partners, la agencia público-privada de captación de inversiones.
El posicionamiento de concejales como Janet Sanz en contra de la multinacional Nissan y el vehículo privado no ayudan a que haya un buen ambiente entre el mundo empresarial, que crea riqueza, y el consistorio. Sanz deseó que Nissan se fuera y poco después, la multinacional anunciaba que abandonaba Cataluña. Ello provocó un alud de críticas contra el Ayuntamiento y Colau salió a la palestra e incluso, saltándose el confinamiento, se presentó en la puerta de las instalaciones de la fábrica para apoyar a los trabajadores. Pero donde las dan las toman: en uno de los mítines, ni siquiera pudo tomar la palabra porque fue abucheada por los trabajadores. Su cruzada contra el coche es una espina que varios miles de familias tendrán clavada en su recuerdo los años venideros.
Las críticas recibidas en las últimas semanas desde otras Administraciones, el enfrentamiento con distintos sectores productivos de la ciudad y la imagen mediática de su marido cargando maletas para, supuestamente, trasladarse a segunda residencia con los niños mientras la alcaldesa recomendaba a los barceloneses encerrarse en sus casas tienen algo que ver con la cautela adoptada los últimos días. Pero esas acciones muy visibles son, precisamente, los síntomas de que algo no marcha como es debido en la ciudad. El creciente protagonismo de Collboni y las llamadas desviadas hacia la primera tenencia de alcaldía son la prueba de que la estrella de Colau pierde peso y los sectores sociales comienzan a mirar hacia otro interlocutor a la hora de plantear sus preocupaciones.