Alberto Fernández Díaz (Barcelona, 12 de diciembre de 1961) fue concejal de Barcelona entre 1987 y 1995 y entre 2003 y 2019. En total, 24 años. Seis mandatos. Con él, el PP alcanzó los mejores resultados en 2011 (9 concejales), “uno menos que Colau en las últimas elecciones”, recuerda, y fue una de las voces más críticas con la alcaldesa en el pasado mandato. Convencido de que Barcelona tiene futuro, pide a todos los partidos que aparquen sus diferencias identitarias y se unan en su rechazo al “populismo” de Barcelona en Comú. Fernández Díaz lo tiene claro: la recuperación de Barcelona pasa por echar a Colau de la alcaldía.
¿Cómo está Barcelona?
Barcelona está desnortada, decaída, desorientada, desacreditada, desmoralizada, en decadencia. Pero estoy convencido de que volveremos a ver la Barcelona en la que todos nos sentíamos orgullosos de nuestra ciudad.
¿La decadencia de Barcelona comenzó en 2015 con la victoria electoral de Colau?
En Barcelona se juntaron el hambre y las ganas de comer: un gobierno populista de Ada Colau y un proceso independentista. El proceso perjudica a Cataluña y a Barcelona, y la gestión de Colau empobreció el potencial de nuestra ciudad en su primer mandato y ahora lo está lastrando.
¿Qué problemas debería resolver Barcelona de manera prioritaria?
Barcelona debe recuperar la confianza y la autoestima. Hoy fallan todos los indicadores: seguridad jurídica, solvencia institucional, seguridad, la lucha contra la delincuencia… Barcelona es jauja para los okupas y hay mucha desmotivación en amplios sectores de la Guardia Urbana. En algunos conflictos se ha tratado a los policías como culpables, ignorando la presunción de inocencia. Tras el paréntesis de la pandemia, Barcelona debe reordenar sus políticas. Debe apostar por la colaboración público-privada porque el sector privado no es adversario sino motor. También debe definir el modelo turístico y actuar sin complejos y con mano dura en la lucha contra la delincuencia. Se tiene que aprobar una nueva ordenanza de civismo en la que se exija respeto a Barcelona y los barceloneses. Y luego está el hachazo fiscal. Barcelona necesita una política fiscal más justa y no una voracidad recaudatoria nunca vista. Colau nos ha machacado fiscalmente, subiendo el IBI un 6%, con un crecimiento desmesurado de la zona azul y verde, con nuevas tasas de residuos, impuestos de circulación, etcétera.
Barcelona alivió sus problemas de movilidad con la construcción de las rondas antes de los Juegos Olímpicos. ¿Por qué la movilidad vuelve a ser un problema que suscita grandes debates y tensiones?
Porque se han restringido calles, con un crecimiento desordenado y, a veces, irracional de carriles bici en detrimento del vehículo privado. El impacto real empezará a notarse cuando vuelva la movilidad laboral. Hay menos carriles de circulación y falta una regulación. Los transportes alternativos al vehículo privado nos han desbordado. Si antes eran los ciclistas los adversarios de los peatones, ahora lo son los patinetes. Y, paralelamente, no se ha hecho un gran esfuerzo para mejorar el transporte público.
El tranvía parece ser la gran prioridad del actual gobierno municipal.
La gran apuesta de Colau es la unión de los tranvías por la Diagonal cuando su conectividad se puede hacer con otros mecanismos alternativos o con un refuerzo de las líneas de bus, sin recurrir a una inversión de 175 millones de euros. ¿Esa es la prioridad de Barcelona? Con ese dinero se podría acabar la línea 9 del metro o reforzar y racionalizar el transporte en superficie.
Las motos también están en el punto de mira del gobierno municipal. ¿Son un problema o una solución para la movilidad de Barcelona?
Sin motos, los atascos serían inasumibles. Se tienen que resolver los abusos que se puedan dar en determinadas aceras y potenciar el aparcamiento de motocicletas en superficie, pero me preocupan mucho los elevados índices de siniestralidad de los motos.
¿Qué le parece el nuevo proyecto de superillas para el Eixample que presentó Janet Sanz que eliminará la circulación en algunas calles?
Con las nuevas superillas habrá más embotellamientos. Los coches cada vez serán menos contaminantes y no entiendo por qué razón deben dejar de circular por Barcelona. En unos años igual hablarán de contaminación visual. En los dos últimos años se ha invertido mucho dinero en carriles bici. Se potenció el uso de la bicicleta y ahora se ven desbordados con los patinetes, que van a más velocidad y tienen menos elementos de seguridad. Si imponen límites de velocidad, a 30 kilómetros hora, ¿por qué han gastado tanto dinero en hacer carriles bici? La apuesta por el transporte público en mayúscula que necesita la ciudad no se está haciendo.
¿Qué le parece el urbanismo táctico de los comunes?
Una improvisación desde la gesticulación total. El urbanismo táctico de los comunes ha resuelto pocos problemas y se tendrá que subsanar de manera inmediata.
¿Le sorprende que la inseguridad sea percibida como el gran problema de Barcelona?
No. El problema se agravará cuando vuelva la normalidad, con la gente a tope en las calles y millones de visitantes, con una situación económica y social muy compleja como la actual. Las leyes para perseguir a los delincuentes no son contundentes. Lamentablemente, la inseguridad tendrá un rebrote. Por eso, ahora es el momento de redefinir la Barcelona del futuro que queremos construir. La inseguridad afecta a todos, pero sobre todo se ceba en los barrios modestos, donde no se pueden pagar conserjes ni vigilancia privada ni hay cámaras de seguridad en las calles.
¿Cómo se explica que hubiera más agentes de la Urbana en 1991 que ahora?
Porque entre 1992 y 2000 no hubo convocatorias de la Guardia Urbana. Y en los años excepcionales solo se reponían los agentes que causaban baja. También se ha avanzado la jubilación de los agentes. Más allá de que sean suficientes o no, los agentes de la Urbana deben tener un grado de veteranía. Es importante que haya un equilibrio entre nuevas incorporaciones y experiencia.
¿Qué modelo turístico necesita Barcelona?
Barcelona necesita un turismo cultural, familiar y de negocios. El turismo modesto, sobre todo el de los estudiantes, también tiene cabida en la ciudad, pero quienes nos visitan deben tener claro que han de respetar Barcelona y a los barceloneses. Esto no puede ser jauja. En los botellones de la playa hay más extranjeros que españoles porque Barcelona es percibida como el paraíso de los okupas, tal vez por el pasado activista de la alcaldesa. En Barcelona, quien la hace no la paga.
¿Qué sectores económicos tendrán una recuperación más complicada?
Todos los sectores vinculados con el turismo, como la restauración y los hoteles, por culpa de la pandemia y una fiscalidad claramente abusiva. También se resentirán las inversiones, por algunas decisiones políticas de Colau. La alcaldesa propone unas normativas de vivienda tan restrictivas, con la obligatoriedad de reservar el 30% a pisos sociales, que son disuasorias para los promotores inmobiliarios, que prefieren invertir en ciudades colindantes. En Barcelona todo son trabas, la fiscalidad es exagerada y la burocracia municipal nos asfixia.
Colau, en contra de lo que prometió en 2015, tiene previsto optar a un tercer mandato.
Se trata de otra promesa electoral incumplida y constata que los comunes redactan sus códigos éticos a la medida de Colau. La alcaldesa también prometió que suprimiría los coches oficiales y ahora no se baja de ellos. Los barceloneses suspenden su gestión, pero sin ella el escenario sería mucho peor para Barcelona en Comú.
¿Qué trascenderá de la obra de Ada Colau?
Su negatividad. La pesadilla de sus ocho años de gobierno. Debemos tener muy claro que en las elecciones municipales de 2023 el debate debe ser Barcelona o Colau. O nos cargamos a Colau o Colau se carga Barcelona. El proceso secesionista lo distorsiona todo y la alcaldesa se siente muy cómoda con él porque diluye sus responsabilidades en el deterioro de Barcelona. Colau y el independentismo son una alianza natural.
¿Colau se beneficia de las tensiones identitarias que padece Barcelona como capital de Cataluña?
Colau se ha cargado Barcelona. El debate sobre Barcelona no debe distraerse con el procés y tanto independentistas como barceloneses que nos sentimos españoles debemos ser capaces de poner en valor los modelos que nos unen. No es un modelo de estado, pero sí de ciudad y de sociedad. El debate debe ser otra vez municipal, como pasa en todas las ciudades del mundo. En la defensa del derecho de la propiedad, de las clases medias, de la colaboración pública-privada y de la mano dura contra la delincuencia podemos y debemos coincidir barceloneses que se sienten españoles e independentistas que no están por las derivadas totalitarias del populismo de la señora Colau.
¿Jaume Collboni, el socio de gobierno de Colau, debería marcar más perfil propio a medida que se acercan las elecciones municipales de 2023?
Yo no entraré en debates internos del PSC, pero vistas las severas críticas de los barceloneses a la gestión de Colau, tal vez les interesaría desmarcarse o romper con los comunes. Collboni debe decidir si le interesa asumir la gestión de Colau como alcaldesa de Barcelona o desmarcarse de ella. Hasta ahora, el PSC ha aportado más buena voluntad que eficacia. No ha conseguido que Colau, con ERC como aliado, esté en la centralidad barcelonesa.
¿Qué echa de menos de la vieja política?
La nueva política, entendida como renovación, aire fresco y defensa de la sostenibilidad y el medio ambiente, era necesaria. Pero, al final, se está convirtiendo en algo friki, en gobernar a golpe de tuit, en gesticulación, en confrontación estéril. Hay mucha crispación. Hemos pasado de un extremo a otro. Debemos aprovechar la experiencia y la frescura de la gente que quiere transformar las cosas de forma altruista. Hemos de encontrar el equilibrio. Ni toda la vieja política era mala ni toda la nueva política es buena.
¿Con qué rivales políticos del Ayuntamiento de Barcelona mantiene una buena relación?
Del PSC tengo una relación muy buena con Jordi Hereu y también tengo una relación de respeto con Xavier Trias y con Alfred Bosch, de ERC. Ahora se está perdiendo el valor de la palabra dada y de trabajar con cierta perspectiva. No todo es a corto plazo. Es importante no hacer cosas innecesarias.
¿Con quien ha tenido más trifulcas?
Con los concejales de la CUP y con la misma Colau, quien siempre decía de mí que sacaba de ella su humor peligroso. Puse nerviosa a Colau porque ella pensaba que ser educado era incompatible con plantar cara al populismo extremo de los comunes. Tuve enfrentamientos viscerales con la alcaldesa y con ese populismo extremo gesticulador, frívolo de revanchismo y confrontación de algunos concejales de los comunes. Con Colau tuve peloteras muy recordadas.
¿Quién ha sido el mejor alcalde de Barcelona desde la restitución de la democracia en España?
Pasqual Maragall, sin lugar a dudas, por su proximidad y su apuesta por construir una Barcelona entre todos, potenciando la colaboración público-privada. Maragall fue un gran alcalde y un mal presidente de la Generalitat. El mejor momento de Barcelona fue cuando el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno central trabajaron conjuntamente por los Juegos Olímpicos. Pero, inicialmente, fue el PP quien apoyó todos los proyectos olímpicos, porque Iniciativa y Convergència dinamitaban algunas propuestas como las rondas y la reforma del puerto. La transformación de Barcelona, por ejemplo, hubiera sido imposible con los comunes porque requería una inversión privada y este consistorio no entiende que el beneficio debe ser recíproco. En Nou Barris, por ejemplo, hubo movilizaciones vecinales contra las rondas promovidas por Iniciativa. Colau gobierna con concejales que proceden de Iniciativa y que anteriormente tenían responsabilidades en vivienda, en urbanismo municipal, en la prestación de servicios a las personas o en lucha contra la pobreza.
¿Cómo visualiza la Barcelona de 2030?
Visualizo una Barcelona sin Ada Colau como alcaldesa desde hace siete años que permitirá recobrar los mejores valores de Barcelona. Visualizo una ciudad en la que se defiende el derecho a la propiedad frente a los okupas, una ciudad que es respetada por los visitantes y que ha vivido una reconversión de la industria 4.0. Veo una Barcelona que atrae talento e innovación, con más calidad de vida y envejecida que hoy. Habrá una mayor demanda de servicios que requerirá una Barcelona mucho más solidaria y segura, una ciudad que habrá dejado atrás el debate independentista.
¿Qué debe hacer el PP para ser más trascendente en Barcelona?
Cuando el PP tuvo nueve concejales, seguía escuchando la cantinela de que nunca haría nada en Barcelona. En los próximos años habrá una reunificación del centro-derecha en votos. No entro en la fórmula, pero el PP tiene que ser el epicentro de los barceloneses que creen en el orden y la ley por su trayectoria cuando se supere el debate del proceso independentista. En unas elecciones municipales, el PP tuvo tantos votos en Nou Barris como en Sarrià porque es un partido interclasista. Debemos ir más allá de la dicotomía entre derecha e izquierda y ver quién defiende mejor a los barceloneses. A un trabajador no le defiende mejor un político que dice ser de izquierdas, sino la persona que genera empleo y estabilidad. Siempre quise abanderar el discurso social del PP basado en la igualdad de oportunidades. Los gobiernos de izquierdas no han promovido vivienda social. En Barcelona apenas alcanza el 5%. Y eso ha pasado con unas izquierdas que han gobernado 35 años Barcelona.
Sorprende que la relación entre los dos concejales del PP, Josep Bou y Óscar Ramírez, sea casi inexistente.
No importa lo que ha sucedido en los primeros meses de mandato. Estoy convencido de que el relanzamiento del PP llegará desde la unidad y la coherencia.
Usted siempre será recordado por frases ingeniosas para criticar a sus adversarios. ¿Con cuáles se queda?
Hubo muchas. Por ejemplo, Can Vies es Can Trias. O Bachelona. O Clostrofobia. O Desokupar Barcelona de Okupas. O Firmeza 10 es mejor que tolerancia cero. O Colau okupa el cargo con k de okupa. Y a Inma Mayol, recuerdo, le dije que había sustituido la hoz y el martillo por el cuchillo y el tenedor por los gastos excesivos que pasaba. Prefería apostar por el humor y la ironía antes que por el insulto y el exabrupto.