La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no tiene hasta el momento tomada la decisión de si se presenta a una tercera legislatura municipal. Ése es el secreto mejor guardado de los comunes. Pero hay una verdad incontrovertible: está recibiendo presiones de los círculos más cercanos para que vuelva a presentarse a las municipales de 2023. En realidad, había concurrido en el 2015 con la intención de no repetir y así lo prometió. Pero a las palabras se las lleva el viento y en el 2019 volvió a ser cabeza de cartel. Parecía que era un favor a BeC y a su parroquia, pero ahora le reclaman otro favor: ser de nuevo la candidata de los comunes el año que viene.
La petición no es extraña: según reconocen desde dentro de Barcelona en Comú (BeC), “es el mejor activo que tiene el partido y la única con posibilidades de ganar las elecciones o, por lo menos, de ser elegida alcaldesa”. En estos momentos, no hay otro candidato que pueda arrastrar voto a favor de esta opción. Y por eso Ada Colau es necesaria a BeC. Es más: en algunos círculos del partido se considera que si no vuelve a presentarse cometerá una “traición” a los suyos. No es un chantaje emocional, pero se le parece mucho: los argumentos para convencerla son que BeC atraviesa una situación delicada, se necesita a alguien que dé la batalla a los socialistas y no puede abandonar el barco en estos momentos.
EL PELIGRO DEL PSC
De hecho, la crisis interna de la formación, unida al deterioro de la imagen de la alcaldesa al frente del Ayuntamiento son circunstancias que vaticinan un palo electoral en las municipales del 2023. Es cierto que Colau y los suyos esperan que los indicadores sociales y económicos positivos les proporcionen oxígeno electoral, pero habrá que ver si es suficiente. Si la imagen de Colau no se sigue deteriorando, los éxitos de la gestión municipal pueden ser capitalizados por el PSC, que es quien se los ha trabajado.
En la primera legislatura, su guardia de corps había fantaseado con proyectarla como candidata a disputar el liderazgo de Podemos a nivel estatal. La intención era que en 2019 pudiese sustituir al mismísimo Pablo Iglesias. Ese proyecto fue enterrado cuando el líder podemita llegó con más fuerza que nunca a esa fecha y, además, se convirtió en vicepresidente del Gobierno español. Tras ese bache, Colau se consoló con la repetición de la candidatura municipal en Barcelona, aunque había asegurado que no se volvería a presentar.
“NADIE LA COMPRENDERÍA SI SE VA”
“En la ciudad quedaba mucho por hacer y todavía queda mucho por hacer. Por eso no debe de extrañar a nadie que intente repetir mandato. En estos momentos, el proyecto de los comunes apenas se ha podido llevar a cabo por los condicionantes que hubo en esta legislatura: desde la crisis sanitaria hasta la económica pasando por un gobierno en minoría y con una presión enorme del PSC”, justifican fuentes de los comunes. Hace unos meses, la caída de Pablo Iglesias y el auge de Yolanda Díaz volvió a darle esperanzas de dar el salto a la política nacional. De hecho, Díaz es considerada como la verdadera aliada de los comunes, antes que Pablo Iglesias.
“El feeling que había era más con Yolanda que con Iglesias”, admite un exalto cargo del partido a este diario. Por eso Colau comenzó una operación de propaganda para potenciar la figura de la nueva vicepresidenta del Gobierno. La intención, argumentan malévolamente sus críticos, era labrarse el futuro como mano derecha de Yolanda Díaz en la política nacional. “No puede pretender irse a Madrid ni convertirse en la segunda de Yolanda Díaz. Nadie la comprendería en estos momentos”, subraya una fuente de los comunes a Metrópoli, que abunda en la posibilidad de que sea tachada de “traidora” si deja la política municipal. Si se va de la municipalidad, advierten, no tiene nada asegurado y será solo un “cadáver político”, máxime cuando las expectativas de Podemos en el resto de España están cayendo en picado.
“NO QUIERE SALIR POR LA PUERTA DE ATRÁS”
Es cierto que las expectativas de Díaz y del partido morado en España son pocas: han menguado en los últimos dos años, de la misma manera que han perdido popularidad las protestas callejeras. Y, ante la posibilidad de un bajón electoral en las generales, a Colau le puede quedar la oportunidad de intentarlo de nuevo en Barcelona. Pero algunos de los que la conocen piden paciencia: “Colau se lo está pensando y decidirá en función de las encuestas que tenga en la mano en el momento oportuno”, dice una fuente que la conoce bien. Esta fuente señala también que “lo que no quiere es salir por la puerta de atrás, es decir, presentarse a unas elecciones y recibir un varapalo. Si ve que los sondeos le son muy desfavorables, que nadie dude de que no se presentará”.
Esa actitud es, precisamente, la que le recrimina el sector más radical de su formación: quiere que dé la batalla hasta el último momento porque es la que mejores réditos electorales puede reportar a BeC. Pero en algunos sectores se mantiene que Colau hará lo que más le convenga personalmente. “Sabe que hay un cambio de ciclo. Hay gente que está desencantada que volverá a confiar en otros partidos y por eso esperará hasta el último momento a ver lo que le dicen los sondeos”, admite el exdirigente de los comunes. En esa tesitura, tienen especial relevancia “las expectativas que puedan tener los socialistas. Si el PSC la supera en las encuestas, es muy posible que no se presente de nuevo”.
ESTRATEGIA DE DOS VELOCIDADES
Mientras tanto, se impone en BeC una estrategia de dos velocidades: una, visualizando a una Ada Colau digna representante de la institución municipal, asistiendo a todos los actos -a los que en el primer mandato no asistía jamás- e intentando proyectar una imagen de seriedad institucional. Y otra estrategia que es la de sus colaboradores, que son los encargados de dar a sus votantes los mensajes que necesitan y que casan con su ideología.
Una de las pruebas más claras de esa doble velocidad es la que se puso en práctica con motivo de la inauguración del túnel de Glòries de entrada a Barcelona el pasado 3 de abril. Desde el primer momento, las retenciones del tráfico fueron enormes y el enfado de muchos ciudadanos, evidentes. Como primera autoridad municipal, Colau no puede reírse en público de esa circunstancia, sino prometer que estudiará el tema para ver qué solución sale de sus cajones. Pero sus adláteres no tienen esa limitación. La inefable Silvia Casorrán, asesora de los comunes en el distrito de Sant Martí fue la encargada de dar a la parroquia de BeC su ración diaria de autocomplacencia e ideología: “Las retenciones provocarán un cambio modal, así que bienvenidas sean”, escribió Casorrán en su cuenta de Twitter. Lo que Colau no pude decir por su boca, lo dice por boca de su personal de confianza.