Los comunes no dan puntada sin hilo. Y el conflicto de Gaza ha puesto de nuevo sobre el tapete la intensa red de intereses que tiene con ciertos sectores de la sociedad y la intrincada malla de entidades que pueden utilizar para movilizar la calle.
Ada Colau ha sabido pulir su fama de lideresa en esta acción. Iba en la flotilla, pero estaba más aquí que allí. Aprovechó para anunciar que será tertuliana de TV3 en plena travesía y fue el rostro que más se prodigó en las cadenas estatales, recuperando el trono de reina roja de Barcelona.
Un vídeo preparado
Los comunes han apostado mucho en esta misión: su lideresa es una de las activistas llevadas a tierra por las fuerzas israelíes tras haber interceptado a la flotilla, por algo navegaba en el Sirius como miembro del comité de dirección.
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Pero antes de la detención, había grabado un vídeo que empieza de una manera singular: “Hola, si estás viendo este vídeo es porque Israel nos ha detenido ilegalmente”. Y pedía en su mensaje: “Necesito que interactúes con este vídeo y compartas para que llegue a más gente”.
No es la única. La diputada de la CUP Pilar Castillejo también apareció en un vídeo similar preparado para emitir después de su detención. Y la activista sueca Greta Thunberg otro tanto de lo mismo. Los mensajes eran clavados, lo que demuestra que la intención era provocar su detención por Israel para difundir luego el vídeo y alcanzar un mayor eco internacional.
Todo por la foto
En otras palabras, la estrategia de la flotilla estaba pensada para obtener la fotografía de la detención o de ataques israelíes hacia los barcos que la componen.
De hecho, la comitiva marítima hubiese podido llegar a aguas territoriales de Gaza soslayando la zona de exclusión, navegando un poco más al sur, pero los organizadores no querían llegar: querían que el mundo asistiese a su detención.
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También hubiesen podido llegar por tierra desde Egipto con camiones, pero entonces no llamarían la atención internacional, que era de lo que se trataba.
Aun así, dentro del comité de dirección se han alzado algunas voces críticas con la estrategia de la foto, ya que consideran que la imagen que se transmite es poco seria. Hubo tensión y tiranteces que se intentaron ocultar y alguna deserción en puertos griegos e italianos.
Ligazones sospechosas
Pero los comunes tienen tejida una estrategia mucho más compleja. Hay informes de los servicios secretos israelíes detallando quién es quién en la organización y financiación de la flotilla.
Y denuncian la implicación en la organización de organizaciones que tienen vínculos con Hamás, con Hezbolá y con Hermanos Musulmanes. Una de estas organizaciones, que ha compartido actos con los comunes y con redes de apoyo en Barcelona es Samidoun, que en Alemania está considerada grupo terrorista.
En resumen, los contactos de los comunes con organizaciones palestinas son conocidos. Pero, además de promover actos diarios (a veces coaligándose con sindicatos sectoriales o a veces con plataformas cívicas, pero haciéndose notar en la calle), Barcelona en Comú (BeC) realizó una recogida de fondos por Bizum para repartir 10.000 diarios por Gaza en toda Barcelona (la contribución era de 20 euros por cabeza).
Talleres para hacer pancartas
Este reparto aprovechó la acción denominada Metrada por Gaza (hacer proselitismo en las estaciones de Metro de Barcelona) con el fin de promocionar la manifestación del pasado sábado. También organizó “talleres de pancartas para la manifestación de Palestina".
Esa semana, los comunes apenas descansaron: reuniones de coordinación, talleres, manifestaciones y actividades diversas fueron la tónica diaria. El ambiente interno pretendía imitar al de la época del ‘no a la guerra’ o a las acampadas del 15-M, pero en realidad ni la afluencia de público ni el entusiasmo es el mismo que en esos periodos concretos de nuestra reciente historia.
Presiones sobre los socialistas
Sin embargo, hay una lectura más política de esta frenética actividad: dispara directamente a la línea de flotación de los socialistas. Los comunes exigieron a Pedro Sánchez que el barco de la Armada que les acompañó hasta cerca de Gaza protegiera "a los tripulantes de la Flotilla”, obviando que es un buque de guerra y que si hubiera entrado en la zona de exclusión podría haber provocado un conflicto muy peligroso o incluso podría haber sido torpedeado por los israelíes.
Los comunes se defienden alegando que las aguas de exclusión son un invento de los israelíes y que ni siquiera las aguas territoriales cercanas al Oriente Próximo son de ellos, sino de los palestinos, por lo que consideran que las detenciones en el mar han sido “un acto de piratería, un secuestro que viola todas las leyes internacionales”.
Por delante del PSC
La lectura que hacen los comunes de la situación es muy positiva. Desde las filas de BeC sacan pecho afirmando que “hemos conseguido que Barcelona rompa relaciones con Israel”. Y quieren tomar la delantera a los socialistas. Por ejemplo, han pedido al Ayuntamiento que ceda el Estadi Olímpic para un partido entre Palestina y Catalunya, conforme comunicaron a su militancia.
Ante las bases, afirman que exigen a los gobiernos catalán y español (a los que los comunes sostienen, precisamente) que hagan todo lo que esté en sus manos para liberar a los detenidos y entregar la ayuda humanitarias.
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BeC ha estado también en el puente de mando de la organización de las huelgas y manifestaciones multitudinarias. “Hemos vuelto a llenar los pueblos y ciudades de toda Catalunya para denunciar el ataque de Israel contra la Global Sumud Flotilla”, comunicó el partido a su militancia.
Ajuste de cuentas
Y deja caer su mensaje más demoledor: “El clamor de las calles es claro. Exigimos la liberación inmediata de todas las personas detenidas ilegalmente, que se garantice la entrega de la ayuda humanitaria y que los gobiernos actúen de una vez por todas para parar el genocidio contra el pueblo palestino y para que los activistas pueden volver a casa”.
Es una presión añadida al Gobierno que preside Pedro Sánchez, pero donde los comunes están presentes a través de su ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que pese a la premura que le pide a su superior, no llega a dejar el cargo.
Es decir: presión, sí, pero hasta cierto punto. No se trata de que el Gobierno caiga porque no se sabe lo que puede suceder si hay nuevas elecciones.
En otras palabras, el conflicto de Gaza sirve a BeC para ajustar cuentas con sus seculares enemigos del PSC y del PSOE, a los que quieren erosionar para recuperar votos en las próximas elecciones. A los comunes les interesa que gobiernen los socialistas mientras ellos van perfilando los nuevos mensajes y recobran fuerzas tras los descalabros de las últimas y sucesivas elecciones.
