La muerte de un joven en patinete este domingo en Barcelona ha reabierto una asignatura pendiente del Ayuntamiento: la adaptación de la circulación (y el urbanismo) a la nueva movilidad. La entrada en escena de diferentes tipos de vehículos de movilidad personal (VMP) obliga a las administraciones a realizar cambios estructurales para garantizar la seguridad vial. Sin embargo, ciudades como Barcelona todavía no garantizan esa seguridad, necesaria para la irrupción masiva de nuevos tipos de vehículos.
Un buen ejemplo son los numerosos carriles bici que terminan sin más, dejando al ciclista desamparado en la carretera. Es el caso del carril bici de Pere IV, que acaba en la Rambla Prim sin indicar hacia donde has de ir. Ese punto es muy próximo al lugar donde ocurrió el trágico accidente del domingo, aunque no fue exactamente ahí. El siniestro mortal tuvo lugar en el cruce de la Gran Via con la Rambla de Prim, en el distrito de Sant Martí de Barcelona.
LOS PROBLEMAS DE GRAN VIA
Si uno se acerca hasta ese lugar detecta las fisuras en materia de seguridad para los VMP a vuelapluma. En ese cruce el usuario de un patinete (o bici) no tiene por dónde cruzar de forma legal. ¿Cómo es posible? El usuario en cuestión no podría ir ni por la acera ni por la calzada, ya que ésta no está limitada a 30 kilómetros por hora.
Además, la Gran Via tiene una falta de permeabilidad longitudinal para el peatón que provoca que en muchas ocasiones éste tenga que cruzar por un lugar indebido, como en la imagen que figura a continuación.
En el lugar del accidente este lunes habían algunas flores en recuerdo del joven de 15 años fallecido tras ser arrollado por un coche. Era el pequeño homenaje de familiares y amigos del chico, la séptima víctima mortal anónima de este 2021 en un accidente de tráfico en Barcelona.