La movilidad en Barcelona afronta su peor época histórica. Las iniciativas del equipo de gobierno y la fobia de los comunes al coche, unido a las obras que tienen cortadas importantes vías de la capital catalana, sólo alimentan el caos de circulación en que se ha sumido Barcelona. Las críticas a la alcaldesa, Ada Colau, y a la teniente de alcalde Janet Sanz, de quien depende el área de Movilidad, proliferan no sólo entre las plataformas cívicas, sino entre los ciudadanos, la oposición e incluso entre sus propios socios de gobierno socialistas.

Hay una cosa clara: los comunes no quieren coches en Barcelona y por eso le hacen la vida imposible a los vehículos. El plan de movilidad urbana 2024 prevé seguir poniendo trabas a los coches y reducir la movilidad en vehículo privado casi un 26% en tres años, al mismo tiempo que espera aumentar la movilidad en bicicleta un 130%, el transporte público un 15,70% y los desplazamientos a pie, un 7,51%. En total, espera aumentar en 32 kilómetros los espacios para los viandantes, construir 67 nuevos kilómetros de carril bus, incrementar un 40% los carriles bici y reducir el número de vehículos privados, implantando la velocidad de 30 por hora en toda la ciudad, controlar los ruidos y gases de los coches, potenciar el uso del coche eléctrico, regular las plazas en calzada en un 90% del espacio público y reducir el número de aparcamientos en superficie.

EL LABERINT D'HORTA

Por si fueran pocos los obstáculos ideológicos, el coche se encuentra en la actualidad con otros impedimentos, esta vez físicos. Uno de los mayores problemas con que se encuentra el tráfico es el de las obras. La fiebre urbanizadora del Ayuntamiento, tras años sin mover ni un palmo de asfalto, ha provocado el caos total. El periodista Toni Clapés puso el dedo en la llaga este jueves: “Cuando para moverte por Barcelona con coche por una urgencia tardar y gastas el doble sin tráfico, Ayuntamiento, es preciso hacer una reflexión. Habéis convertido El Eixample en el Laberint d'Horta”, acusaba Clapés.

Tuit de Clapés contra Colau por las restricciones al tráfico en Barcelona / REDES SOCIALES



Un alud de críticas se dejó oír desde todos los rincones. “Siempre he pensado que en el Ayuntamiento hay gente pensando cómo putear a los ciudadanos”, se quejaba Jordi Benages. Jordi es otro ciudadano cabreado. “Se ha de ser muy inútil para cargarse una disposición como El Eixample y conseguir el caos circulatorio, las cargas y descargas fuera del chaflán, etcétera”. Otra internauta hablaba de los problemas de los repartidores por la reducción de los chaflanes, mientras que la plataforma 'On Vas Barcelona' respondía a Clapés, cuando este pedía “sentido común” a los responsables municipales, que la culpa es de Colau. “El sentido común desapareció cuando llegó Frau Colau a la alcaldía”, se quejaba la plataforma crítica a un mensaje del periodista.

UN PSICÓPATA EN LA PUERTA

La actriz Victòria Pagès se suma a las críticas. “Quien ha diseñado los giros del lateral de la Gran Via ha de tener un punto psicópata a la fuerza”, dejaba caer la actriz. “Psicópatas no lo creo, pero parece bastante claro que su intención es complicar tanto como sea posible la vida al vehículo privado. Si la gente lo utiliza por gusto o por necesidad ya es harina de otro costal”, le replicaba Josep Maria Seminago.

Joan Valls contaba su personal odisea: “Ayer iba por Diagonal, procedente de Meridiana. Destino, zona Camp Nou. Zona central en obras. Único carril, por el lateral. De repente, obligado a girar. Excursión y vuelvo al único carril de la Diagonal. Llego a Via Augusta: obligación de girar. He de subir hasta Marià Cubí para poder girar. ¡A la izquierda e intentar volver a Diagonal! Iba en línea recta, pero se ha de hacer una vuelta de narices. Estoy trabajando, pierdo el tiempo, me pongo de mala leche. Embotellamientos. Gasto gasolina. Contamino más. Llego tarde… Todo por culpa de alguien que más que tener un punto psicópata, disfruta puteando”. Es el pan de cada día.

Empleados instalan vallas para cortar el tráfico lateral de la Diagonal / EUROPA PRESS



“NO SOMOS DELINCUENTES”

Hay quien apuesta que se aparque el coche privado y se apueste por el transporte público. Víctor Gil se queja de que “da vergüenza cómo se tata a los conductores de Barcelona. Parecen delincuentes al coger el coche por necesidad”. Mientras, otro ciudadano sacaba hierro al asunto. “Se han pasado. Vale que vamos hacia ciudades más sostenibles y sin coches, pero que se haga también de manera sostenible, con alternativas reales de transporte público y ecológico, y de manera gradual”.

Rosa Valls Campañá protesta: “Es un reto en todos los sentidos. Es desesperante. ¿Lugar para aparcar? Paga. Ahora, ni de 14 a 16 horas es gratuito. Las personas del parquímetro no están nunca, pero la multa te la encuentras. Para urgencias con personas, es imposible parar el coche con dignidad”. Le recordaba Albert Montagut que “no se debe coger el coche en Barcelona, salvo en casos de extrema urgencia y si no llega el Metro”, a lo que Rosa subrayaba: “Estoy hablando de urgencias con personas mayores o con discapacidad. Todo lo del transporte público es muy bonito cuando la normalidad es perfecta”. Pero, ¿es más económico el transporte público? No. Lluís Mir destaca que “el transporte público es carísimo. Una familia de tres, bajar un día desde el Vallès Oriental a Barcelona para ver a la familia y volver… ¡es más económico ir en coche y pagar parquing!”.

UN ARGUMENTO FALAZ

Roger Rovira justifica las limitaciones al coche, porque “si no se limita, todo acaba colapsado”. Alex García le respondía: “Este argumento es una falacia. Obstaculizar la circulación es represivo y genera ineficiencias en todos los usuarios de la vía pública y, en consecuencia, más emisiones. Sólo favorece que la gente se pase a los patinetes eléctricos y circule por la acera, creando peligro”. Jaume Darne era más cáustico: “Lo que hacen la señora Colau y la señora Sanz es perverso. Provocan embudos y así aumenta la contaminación y de esta manera tienen excusa para reducir la cantidad de vehículos”.

Jordi Marin encuentra la culpa en que “cada vez hay menos carriles y los autobuses son más anchos y ocupan más espacio. Por no decir que hay aceras más anchas sin necesidad, porque están vacías. Un desastre lo de la Colau”. Argumenta que en ocasiones sí son necesarias esas aceras, pero en otras ocasiones, no. “Igual que hay zonas donde no se necesita el carril bici (todo el día vacío) y sí más carriles para el transporte de personas”.

Polémico bloque de hormigón para ampliar aceras en el centro de Barcelona / EUROPA PRESS



CRÍTICAS DE LA OPOSICIÓN

La oposición está que trina. La pasada semana, JxCat hizo aprobar en la Comisión de Ecología un plan para hacer informes periódicos que monitoricen el impacto del tráfico de todas las calles afectadas por la superilla del Eixample, uno de los próximos puntos negros del Gobierno de Colau. “El proyecto superilla nos genera dudas, porque desvirtúa la trama Cerdà, que refleja un modelo de sociedad mixto y diverso y, por tanto, profundamente democrático”, afirmó la concejala Francina Vila. La superilla, además de “romper la homogeneidad de la trama”, podría crear un caos circulatorio perenne y el incremento de tráfico en algunas calles en beneficio de otras.  En las filas de Junts se culpa a Ada Colau y a su equipo de que el urbanismo mágico contribuye a la degradación de la ciudad y, consecuentemente, al empeoramiento del tráfico.

Carlos García denunciaba este jueves algunas de las iniciativas municipales: colgaba en Twitter fotos de carriles rodeados de pivotes amarillo chillón que no son utilizados por coches ni por peatones. “Que alguien me lo explique”, pedía. Otro internauta le respondía: “El Ayuntamiento está copado por una 'colla' de totalitarios que no reflexiona nunca”. Y otro añadía: “La han destrozado”. Y un tercero, “Los que trabajamos con el coche a diario, en la ciudad hace meses que lo padecemos. Es cada vez más horrible”.

Uno de los últimos globos sonda ha sido el de anunciar que se van a desprogramar o descompensar los semáforos de determinadas calles para dificultar el tráfico y disuadir a los ciudadanos de llevar el coche. “Es una medida peligrosa –señala a Metrópoli un miembro de la dirección del PSC–. El arrancar, acelerar y frenar no sólo hace que se gaste más combustible y que se viertan más gases contaminantes a la atmósfera. Y eso sin contar que haces que el ciudadano tenga que salir antes de casa, pierda más tiempo en el trayecto hacia el trabajo, esté más tiempo al volante y, por lo tanto, que se cabree más. La solución no es hacer que el coche se pare cada cincuenta metros”.

Noticias relacionadas