Vienes para un desahucio y te encuentras con el cierre definitivo de un mercado de barrio. Son cosas que te pueden pasar en Ciutat Meridiana, uno de los más singulares del distrito de Nou Barris, allá donde la Barcelona de postal pierde su nombre. El desahucio iba a afectar a Jenny y a sus tres hijos, pero a última hora se ha aplazado el desalojo a instancias del banco propietario. Digamos que la finca se encuentra en la Avenida Rassos de Paguera, sin número.
Así que Jenny y sus criaturas van a disponer de una semana más de alojamiento, que no de zozobra vital. Hay que agradecérselo a eso que llaman ‘vulnerabilidad’; es decir, que como hay niños de por medio, mejor no ejecutar de momento, y ya veremos más adelante. Pero de lo que no se va a librar Jennny, y con ella todos los vecinos de la zona, es de quedarse sin mercado, sin su Mercado de Núria. Precisamente este viernes se han personado allí la regidora-portavoz del distrito, Carolina Recio, acompañada de la gerente, del director del mercado, de un arquitecto y de alguien más. La comitiva se ha presentado de imprevisto, sin advertirlo previamente. Eso sí, han tenido la cortesía de llamar a Filiberto Bravo (‘Fili’ para los amigos), presidente de la Asociación de Vecinos, para decirle que habían decidido pasarse por allí esa misma mañana. Fili no estaba en ese momento por el barrio, así que sólo ha podido atenderles por teléfono y confirmar que algunos se olvidan de avisar con tiempo.
“Ya está decidido y acordado: cierran el mercado definitivamente”, cuenta Fili. “El mercado y los dos bares que quedaban, uno dentro y otro fuera. Estaba cantado. En el mercado ya sólo quedaban una tienda y media, así que era cuestión de tiempo. Lo que nos molesta es que no nos digan las cosas hasta el último momento, porque que desaparezca el mercado va a afectar mucho a la gente de esta zona”.
La ‘zona’ es la parte alta de Ciutat Meridiana, un barrio que ya de por sí está en alto, erigido en los años 60, lleno de calles que serpentean entre lomas, de subidas y bajadas. A sus habitantes les iba bien tener un mercado allí, porque el otro, el Mercat Ciutat Meridiana, les queda muy abajo y, por tanto, de mucha subida cuando hay que volver. (Por cierto, que ese único mercado que queda tampoco tiene mucho futuro: apenas se conservan unas cinco paradas, así que cualquier día también desaparece).
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“La gente ya no va a comprar al mercado, prefiere ir a los supermercados, porque allí tienen de todo en el mismo sitio y es más barato. Es la tendencia lógica, los tiempos cambian. Pasa en todos los barrios. Pero lo malo de esta zona es que aquí sólo tenemos un badulaque y, sin mercado ni comercio, los vecinos se van a tener que desplazar muy lejos, y siempre hacia abajo, para hacer su cesta de la compra”, reflexiona Feli. “Lo que queremos desde la AA.VV. es que nos confirmen que, al margen de convertir el mercado en equipamientos para el barrio, se nos asegure que habrá un área comercial. Nos parece bien que se solucione el tema del mercado, pero que se haga contando con las necesidades de la gente. Es lo único que pedimos”.
Fili dice que todo se andará la semana que viene, que es cuando la regidora y su equipo se han comprometido a hablar con él y con los vecinos para ver qué, cómo y cuándo se va a hacer con el espacio que quedará del mercado.
BARES, QUÉ LUGARES
Un área comercial que incluya algún bar también, porque al único que sobrevive tampoco le queda mucho. Y el personal de la zona también tendrá que desplazarse para tomarse su café, como hacemos con Fili. Junto a nosotros, el propietario, Manolo, y su mujer, que se desespera un poco: “Es que nos avisaron que el 15 de enero ya estaríamos fuera, pero luego dijeron que en febrero. Ya estamos en febrero, y nada. ¿Cómo vamos a hacer planes si no sabemos cuándo podemos dejar el bar? Yo ya había dejado de preparar pollos y tapas, así que ya no se lo podemos servir a la gente…”.
“La cuestión es que nos dijeron que esto también iba a ser para equipamientos, y nos van a indemnizar, pero como no sabemos el día que nos tenemos que ir uno no puede hacer previsiones de compras y necesidades”, apoya Manolo. “¿Jubilarme? ¡No, qué va! Volveré a mi antiguo trabajo”.
“El bar lo quieren también para equipamientos. Pero para entendernos tenemos que hablar, ¿no?”, se queja Fili. “No nos dejan estar en sus reuniones y tampoco llaman a nuestra AAVV. Les indemnizan, es cierto; van a hacer equipamientos, me parece muy bien. Pero, ¿de qué tipo? Y otra cosa: ¿cuánto significa provisionalmente?
Por cierto, que el local de la Asociación de Vecinos es un lóbrego barracón de madera, frío en invierno y caliente en verano. “¡Nos dijeron que iba a ser provisional, que sería por sólo 2 años, pero resulta que ya llevamos 25! Un día vino Ada Colau por aquí y dijo que nos darían un lugar mejor, pero no ha vuelto más. Y el ayuntamiento tampoco ha hecho nada. Y yo me pregunto, ¿para qué vino? Total, muchas palabras bonitas, muchas promesas y pocos hechos”, refiere Fili. “Aquí, ya ves, es que todo es provisional…”