La madrugada del 11 de noviembre de 1990, la vida de muchos vecinos del barrio del Turó de la Peira cambió por completo. Ese día se hundió el edificio del número 33 de la calle del Cadí. El balance fue de una víctima mortal y varios heridos. Este miércoles se cumplen 30 años de un accidente que causó sensación en Barcelona.

La causa de tan dramático incidente fue la aluminosis. Es decir, que el inmueble afectado estaba construido a base de cemento aluminoso mal usado.

Por si fuera poco, entre finales de 1990 y hasta el año 2004, un total de 11 manzanas con 142 edificios tuvieron que ser totalmente rehabilitadas y se derribaron. En su lugar, volvieron a levantar otras cinco manzanas, con 54 edificios de nueva creación.

SIN CULPABLES

Los vecinos afectados por el siniestro se tuvieron que endeudar para pagar las nuevas viviendas que se construyeron y el asunto quedó archivado en los tribunales. Nadie fue declarado culpable, a pesar de que había evidencias del mal uso de un cemento que aceleraba el proceso de construcción.

En definitiva, justo hace tres décadas, Barcelona descubrió lo que significaba la aluminosis, algo que provocó un cambio en la forma de construir edificios no solo en Barcelona, sino en toda Cataluña. 

APUNTAN A SANAHUJA

En un artículo en el portal de entidados del distrito, NouBarris.net, el presidente de la asociación de vecinos del Turó de la Peira, Antonio Silva, recuerda que “cuando en la calle del Cadí 33 se derrumbó una escala y murió una vecina, allí ya empezamos a saber que todo el Turó de la Peira estaba afectado por la aluminosis.” 

Las prisas de las autoridades franquistas en la década de los 50 del siglo pasado para construir mucho y de forma demasiado rápida, empujaron a la constructora de Román Sanahuja Bosch a utilizar el polémico cemento, que con el tiempo derivó en aluminosis.

La responsabilidad es del señor Sanahuja, que fue quien construyó el Turó de la Peira". Su pecado fue que "para ganar dinero rápidamente, usó cemento aluminoso en las bigas”, denuncia todavía a día de hoy Silva.

LA REHABILITACIÓN

Después de una desgracia de tal magnitud, los vecinos de la zona tuvieron que convivir con puntales y se habituaron a las rehabilitaciones o a la larga espera de un realojamiento en un edificio nuevo.

“Eran casi 4.000 viviendas, unos 5.000 si contamos los locales, que estaban todos podridos. Se han hecho ocho bloques nuevos y el resto del barrio se ha rehabilitado.”, detalla Silva. Eso sí, ello se dio tras catorce años de una larga lucha vecinal que reclamaban algo tan sencillo como un lugar donde vivir.

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