Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar. Así reza el refrán castellano que debería estudiar el equipo de gobierno de Barcelona, tanto los comunes de Ada Colau como los socialistas de Jaume Collboni. El último barómetro de la ciudad constata lo que muchos decimos públicamente, que la ciudad languidece, que ha perdido la fuerza de antaño y, sobre todo, ha perdido la ilusión de futuro que había marcado su quehacer durante años. O como dice Xavier Salvador, Colau entristece a Barcelona.
Los barceloneses suspenden a Ada Colau y, de paso, a los socialistas, que están agazapados en el equipo de gobierno sin marcar su impronta. Si no lo hacen, el vendaval que se está avecinando les va a pasar por encima a ellos también. El gobierno de izquierdas sigue siendo bien visto por la mayoría, pero los ciudadanos exigen soluciones y no veleidades dogmáticas que tanto proliferan en el sector abanderado por los comunes. Si no se reacciona, las urnas darán su veredicto.
Y estas soluciones no llegan. Tampoco las iniciativas. Colau sigue inmersa en su populismo recalcitrante en materias sensibles como la vivienda, el turismo, el agua o la energía, mientras libra sus particulares batallas contra el sector de la hostelería y la restauración, convirtiéndoles en el enemigo a batir, amén de regar con dinero público a entidades “supuestamente” cívicas que sólo son correas de transmisión de los comunes.
Lo peor es que los socialistas siguen agazapados a la sombra de Colau. Los regidores socialistas parecen fantasmas a la sombra de una alcaldesa que no marca la agenda y que se mete en continuos charcos con el procés, dando patente de corso a los cortes de la Meridiana, por ejemplo. Collboni y los suyos no están a la altura de las expectativas generadas tras unas elecciones y tras salvar los muebles de los comunes a punto de ser desahuciados del consistorio. O los socialistas se ponen las pilas o dejarán en bandeja a ERC la alternativa al frente de la ciudad.
En política, si no comunicas no existes, y el PSC no comunica. Sus regidores están abrumados por el trabajo y gestionan bien sus áreas; pero su gestión no brilla. Tampoco el PSC se está erigiendo en el controlador de las veleidades de Colau y los suyos. Apenas algún contrapunto sobre el monotema que acapara la política catalana en los últimos años. Poco más. En materia ciudadana, la gestión socialista no consigue inspirar confianza y atraerse votos. Más vale que el PSC espabile o tendrá que ver como le rapan las barbas en las próximas elecciones. Y puede ser una rapada en seco. Tiene que dibujar bien su papel en el equipo de gobierno o la decadencia de los comunes se los llevará por delante. Si quieren ser alternativa de gobierno y vencer a comunes y ERC deben empezar a lucir desde ahora. Ya tardan en aplicarse el cuento.