La semana pasada descubrí una asociación hotelera que tiene ya más de medio siglo de historia, Les clefs d´or internacional. Nunca había oído hablar de ella, y os aseguro que no es que no sea una asociación importante, sino simplemente muy discreta. En cuanto os cuente un poco más entenderéis por qué.
Las instrucciones de la convocatoria –puntualidad máxima, traje oscuro los caballeros, de cóctel las señoras- y el enclave, el exclusivo Hotel Pullman Skipper de Barcelona, generaron en mí unas expectativas muy de cuento de hadas. Y se cumplieron con creces.
Resulta que la Delegación Catalana de la Asociación de las Llaves de Oro Españolas organiza cada año un workshop y una posterior cena de gala, cada año en un hotel de lujo diferente, y el motivo del encuentro es la entrega de los Premios Las Llaves de Oro a sus nuevos miembros inscritos. Entregaban el reconocimiento al mejor conserje de menos de 36 años de la asociación Les Clefs d'Or, donde Christian Fons, del Hotel Fairmont Rey Juan Carlos I, fue finalista.
Lo primero que me pregunté fue ¿quiénes son los miembros de esta asociación y quién organiza todo esto? Pues los conserjes de hoteles de lujo, los conseguidores profesionales, me respondieron Claudio Heldt -conserje del Mandarín Oriental de Barcelona y portavoz del encuentro, barcelonés con abuelo alemán- y Eloy Valero, que muy amablemente fue resolviendo otras muchas cuestiones y dudas. Entre los dos me contaron que la Asociación de las Llaves de Oro no tiene ánimo de lucro y engloba a profesionales del ámbito de la conserjería de toda España, amparados dentro del marco de la “Union Inernacional Des Portiers de Grands Hotels”, compuesta por más de 3.500 miembros repartidos en 43 países. En Catalunya, su actual delegado es Marc Schmid, que con sólo 30 años ha pasado por el Hotel Arts, Miramar y La Florida, en prácticas, y luego por Casa Fuster, Claris y Majestic, para llevar ahora la consejería del novísimo The One en la calle de Provença.
Son conserjes. Las 24 horas del día. Porque es un trabajo a granel, de dedicación completa. Mujeres y hombres dispuestos a satisfacer en cualquier momento las peticiones más exigentes de los miles de huéspedes que cada año se alojan en hoteles de lujo de todo el mundo desde 1952, año de partida de esta asociación: ese año se celebró en Cannes, cómo no, el encuentro fundacional entre profesionales de la conserjería procedentes de nueve países, dando lugar aquella reunión a la creación de "L'Union Europeene des Portiers des Grands Hotels". España estuvo anexada a la delegación francesa desde el año siguiente, hasta que, en 1962 y en Copenhague, se hizo oficial su inclusión como miembro de pleno derecho.
Actualmente hay en nuestro país una delegación en Andalucía, otra en Baleares, otra en la Costa del Sol, otra en Madrid y finalmente ésta que os cuento, la catalana, con 115 miembros, conserjes y recepcionistas de los principales hoteles de lujo, casi todos en Barcelona. Pero en la fiesta había casi 500 invitados, y no exagero. Porque, además de conserjes nacionales e internacionales, participan en este exclusivo encuentro importantes restauradores y las más variadas empresas de servicios VIP.
Fue una delicia conversar con muchos de ellos al azar: saludé a Jon Giraldo, chef del Spoonik, a Hugo Palomar y su equipo de FoodieTours (foodieandtours.com)… Entre unos y otros me convencieron, entre amables risas, de que lo de la conserjería de hotel de lujo es un arte, un abordaje multidimensional a fin de atender necesidades físicas, espirituales, emocionales y sociales. Por eso había stands en los diferentes salones del Hotel Pullman Skipper con los mejores jamones, con las ofertas de tratamientos de belleza más sibaritas –destaco Vanitas Espai, de Marisa Iwassaki- y aquí y allá inteligentes observaciones como qué hay que hacer para obtener una estrella Michelin o a quién se le pide un helicóptero en un par de horas en Barcelona.
Y con un cóctel del barcelonés Milano, preparado con maestría por el jefe de barmans del local, me contaron los que lucían el pin de Las Llaves de Oro en la solapa que el termino concierge tiene sus raíces en el latín conservus, que significa esclavo. Sí. Esta derivación se remonta a épocas feudales, de cuando los “comtes des cierges” o “guardianes de los candiles” eran los encargados de complacer cada deseo de las visitas reales a los palacios.
No hay en la actualidad formación específica y algunos de estos profesionales han empezado de botones, con paciencia y mucho don de gentes, pero es habitual que hablen de cuatro a seis idiomas y tengan una habilidad asombrosa para informarse de lo que sea, con una soltura tecnológica que impresiona. Y es que hoy día, coincidían todos, además de custodiar las llaves de las habitaciones y velar por la seguridad y bienestar de los clientes para que se sientan como reyes, los conserjes sobre todo atesoran agendas de contactos y links de categoría con los que ayudan, orientan, recomiendan y dan cumplida respuesta a cualquier pregunta, duda o cuestión que se les puedan plantear tanto sobre el propio establecimiento como del amplio entorno donde se encuentra ubicado el hotel.
Con la mejor de las sonrisas y nada de ‘piercings’, nada de barbas, destacaban unos.
El conserje debe ser el mejor y más discreto amigo del huésped, apuntaban otros.
Y, en definitiva, el conserje, como el buen barman, es a veces una especie de psicólogo y siempre aquél que solucionará cualquier problema. En los márgenes de la legalidad, ojo… Porque tras dar buena cuenta de los parlamentos y la cena, empezaron las anécdotas: desde organizar una boda en el último minuto, un jet privado "para ir a la ópera de Milán y volver", conseguir una entrada para un concierto cuando ya están agotadas, cerrar una tienda de súper lujo del paseo de Gràcia para un solo cliente durante una hora, conseguir un coche ensueño en la puerta o meter un elefante para una fiesta en los salones del hotel, o una petición de mano con vuelo en helicóptero incluido, nadar entre atunes o, lo más usual, gestionar reservas en restaurantes, parques de atracciones o tours exclusivos. “Aun nos queda mucho camino por recorrer para dignificar y otorgar el reconocimiento que se merece la figura del conserje”, y ahora la asignatura pendiente son las redes sociales. Pero con lo que me he quedado yo, en definitiva, es que a partir de ahora cuando haya que conseguir algo aparentemente imposible, acudamos a un conserje.