Ahora la Diagonal de Barcelona está resbaladiza y la Guardia Urbana ha tenido que cortar la avenida por la que entraban los tanques del ejército al acabar la guerra civil española. Es la cera derramada por el suelo durante última manifestación del Procés.
Esa cera que habrá que limpiar con agua a cien grados de temperatura es una materia litúrgica con la que no se debe jugar. La última vez que hubo cera en la Diagonal fue en aquel lejano 28 de mayo de 1952, durante el XXXV Congreso Eucarístico Internacional que reunió a 200.000 personas en la plaza de Pío XII. Allí se armó un buen cirio, solo que con una liturgia totalmente homologada para la época.
Pero son dos ceras distintas: la cera de la liturgia y la cera de un panal de abejas que, cada vez más agitado, da la cara al precipicio. Y también son dos barcelonas distintas: la Barcelona del obispo don Gregorio Modrego y la Barcelona de la CUP, con una Ada Colau cada vez más presionada por sus correligionarios.
El cirio del Congreso Eucarístico dejó su rastro en la ciudad: la construcción de viviendas sociales que paliase la masiva llegada de inmigrantes de aquellos años, una de las mayores promociones urbanísticas en Barcelona, capitaneada por el alcalde Simarro Puig: el barrio del Congrés, en el distrito de Sant Andreu.
Se abrieron también entonces Príncep d’Astúries e Infanta Carlota —hoy Josep Tarradellas—, se colocó la gran fuente del cruce de Gran Via con Passeig de Gràcia, se ajardinó la plaza de Calvo Sotelo —hoy Francesc Macià— y se instaló en la Diagonal el Monumento a los Caídos, derribado en 2005 por obra y gracia del mismísmo Ajuntament. Y eso que era un cirio católicamente litúrgico.
Ahora se quiere dar al Procés y al Anti-Procés un aire de liturgia nacional más falso que un Judas de plástico. Y mientras, se está montando un cirio que, además de derramar cera por la Diagonal, puede echar por tierra muchas más cosas y cosas mucho más importantes. La confrontación entre Madrid y Barcelona está cogiendo un aire de falsa religión por ambas partes, o de cruzada mutua: un cirio enciende al otro, y mientras nos vamos todos quemando.
Hay políticos que mienten y otros que están equivocados. Y mientras, la cera se derrama por el suelo. Muchas luces, pero todos a oscuras: ¿hasta cuándo vamos a engañarnos a nosotros mismos con una dialéctica que consiste en un gran cirio que representa la pantomima de una falsa liturgia? ¿A quién se le ha ocurrido salir a la calle con velas de cera, como si uno estuviera en el crematorio del santuario de Lourdes, Fátima o el mismísimo Montserrat? Nunca tanta (falsa) devoción había hecho tanto daño a nuestro país, a nuestra ciudad y a nuestra gente. Pero no se crean: con tanto cirio, ni siquiera estará contenta la Virgen del Pilar, declarada Capitana General del Ejército español desde el año 1908.
Casi todo el mundo está de acuerdo: torpemente, los políticos no hablan entre sí. Pero hay una gran diferencia entre la cera del Congreso Eucarístico de la Barcelona de 1952 y la cera derramada en la Diagonal. Los cirios del Congreso estaban hechos con cera de abejas, mientras que la cera que estos días se derrama por nuestras calles está hecha de los tapones en los oídos de dos contendientes que se resisten a escucharse y que no oyen las voces de un mismo pueblo que clama por la paz.