"Ah, m'ha fet ja la pregunta?" Durante la comisión municipal de Economía de hace una semana, Gerardo Pisarello volvió a demostrar falta de atención en su ejercicio. Remarco la reiteración porque justo hace un año, el primer teniente de alcalde ya hizo algo parecido... “Segueixi, segueixi. Jo estic fent altres coses”, le respondió con desdén entonces a Sònia Recasens, concejala demócrata, cuando ésta le pidió que la escuchara (mirara) mientras le interpelaba. Pisarello estaba entretenido con un móvil y, pese a que la presidenta de la comisión y líder del grupo municipal de Ciutadans, Carina Mejías, también le afeó su conducta; el número dos de Ada Colau prefirió seguir pendiente de la pantalla antes que de la realidad (miles de ciudadanos representados) que tenía enfrente.
En esta ocasión su pasividad provocó la -quizá excesiva pero comprensible si se conoce el capítulo anterior, relatado hace unas líneas- la desesperación e indignación de Carina Mejías: “He sido miembro de muchas instituciones, y he participado en muchas comisiones parlamentarias y municipales y nunca jamás he visto esta actitud por parte de miembros del gobierno. Estas actitudes no son admisibles en miembros del gobierno. No soporto esta falta de interés, esta falta de educación y este comportamiento vergonzoso”. La presidenta de la mesa gritaba mientras trasteaba con sus cosas -cuando quieres dejar claro que estás muy cabreada y pagas tu frustración con los objetos- para finalmente, introducir todas sus pertenencias en el bolso (anunciar la marcha).
Aunque Pisarello estuvo hábil en reprocharle a Mejías su griterío, espectáculo y, en definitiva, el haber perdido los papeles para denunciar justamente la falta de formas del teniente de alcalde; erró al calificarla de "maestra de escuela autoritaria". Y no porque se tratara de un comentario machista como quiso señalar hábilmente la de C’s -sólo por el hecho de que en un enfrentamiento se vea involucrada una mujer no puede deducirse a la ligera un trato machista- sino porque al describir a Mejías como una maestra, acababa de reconocerse, inconsciente y torpemente, como un niño pequeño caprichoso y maleducado.