La operación Valls es una iniciativa transgresora por parte de Albert Rivera, al aplicar las leyes del fútbol a la política: fichar a un crack extranjero para relanzar un proyecto. Barcelona es el proyecto, una urbe global, una marca referencial a nivel internacional y una palanca para el proyecto nacional de Ciudadanos. Si después de hacer de Inés Arrimadas la candidata más votada en Cataluña, Rivera consiguiera ganar la alcaldía de la capital catalana gracias a un galáctivo, la Moncloa dejaría de ser una utopía. La idea parecería menos rupturista si el candidato pretendido fuera un tecnócrata, alguien dispuesto a gestionar, no a liderar. Pero Valls es un político puro, un líder, un personaje de carácter y perfil bonapartista que no llegaría a Barcelona sólo a promocionar su carrera. Eso es un riesgo para todos, también para Rivera.

A lo largo de su trayectoria, este hijo de un exiliado español y una ciudadana suiza, nacido en Barcelona por decisión de sus padres, ha mostrado una personalidad fuerte y un concepto muy francés, muy jacobino, de la cuestión territorial. Francia es un país centralista, pero con un peso muy grande de los ayuntamientos. En España, ese poder se encuentra licuado por las autonomías.

La combinación de su creencias y su frontalidad con la posición de Ciudadanos podría crear un dique que no es siempre lo más adecuado para llevar a cabo una gestión municipal. Los alcaldes son políticos, claro, pero no están en el cargo para hacer política, sino para mejorar los espacios y facilitar la vida de los ciudadanos. Hoy, sin embargo, entre Ciudadanos y ciudadanos existen más diferencias que las de una letra mayúsculua.

Los primeros contactos de Valls con el revuelto oásis catalán han puesto de manifiesto su inequívoca posición frente a los nacionalismos, y el catalán es sólo uno más, y una visión crítica de la pasividad de la burguesía local que no desea una ruptura con España. Valls es frontal en un hábitat sinuoso, y eso conviene a la estrategia de Rivera. La duda es si es lo que conviene a Barcelona, una ciudad, no un estado.