Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reig y hombre de confianza de Adolf Hitler, sostenía que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. La sentencia tuvo un efecto devastador durante la Segunda Guerra Mundial, y ha sido emulada por muchos tiranos y falsos demócratas en décadas posteriores. Hoy, la posverdad y la manipulación forman parte del discurso político y los populismos, de derecha o izquierda, ganan adeptos.
La crispación política se expande en todo el mundo y Barcelona no está exenta de este virus. Ada Colau se benefició del descrédito de los partidos tradicionales y, contra pronóstico, ganó las elecciones de 2015 prometiendo un cambio radical y vivienda para todos. Tres años y medio después, la ciudad vive la peor crisis de identidad de las últimas décadas y, a falta de gestión, la primera edil tira de gesticulación. Nunca sectores tan amplios de Barcelona estaban tan desesperados por la desconexión del Ayuntamiento respecto a los problemas reales de la población.
Colau antepone la ideología al bien común y es especialmente hábil en el arte de la distorsión. En plena crisis de los narcopisos, la alcaldesa se saca de la manga una encuesta surrealista, a la defensiva, en la que asegura que la inseguridad es el QUINTO problema de la ciudad. Como si nada hubiera pasado en la Barceloneta o el Raval, escenarios de imágenes dantescas en los últimos meses. También sorprende e indigna que su mano derecha, Gerardo Pisarello, afirme que Barcelona es una ciudad segura.
Los robos y los delitos se multiplican en Barcelona mientras la alcaldesa se carga los antidisturbios de la Guàrdia Urbana. Las cifras escandalizan a los ciudadanos y a la industria turística. En los barrios también se ha disparado la preocupación por la suciedad, otro problema que tapan los comunes. De forma interesada, siguen denunciando el problema de la vivienda como el gran conflicto de Barcelona. En 2015, Colau prometió 4.000 viviendas sociales y solo ha construido 600. Muchas más levantaron Xavier Trias y Jordi Hereu, pero ella promete soluciones mágicas que pueden tener un efecto boomerán.
El Ayuntamiento, curiosamente, ha sacado a la luz los resultados de un sondeo a 6.000 personas, realizada entre el 3 de abril y el 6 de julio. Es decir, hace mucho, demasiado tiempo, ignorando capítulos muy graves que pasaron en verano. Fuentes del sector, asimismo, ponen en cuarentena la viabilidad de una encuesta domiciliaria (hay barrios no demasiado accesibles) en los tiempos actuales. Cuesta creerse unos resultados cocinados al gusto de la alcadesa cuando su credibilidad está bajo mínimos.