Esas cosas que solo experimentas siendo mujer. Que acudas con tu pareja a comprar una lavadora y las explicaciones te las den a ti (Disculpe, señora, la ropa sucia es de los dos.) O que cuando compres un coche, el vendedor se dirija a ti para comentarte que en el maletero cabe perfectamente el carrito de bebé (Señor, ¿qué bebé?) Que quedes con un amigo para tomar algo en un bar y, aunque él no pida alcohol, determinen que el agua es para ti y la copa de vino para el caballero (¡Hola siglo XXI!).
El pasado domingo se celebró en Barcelona una nueva edición de La Cursa de la Dona en la que participaron más de 34.000 mujeres. Y una vez más ha habido polémica con los regalos que se entregaban a las participantes. Productos de limpieza, alimentos light, revistas del corazón o maquillaje. Todo lo necesario para hacer ejercicio, ya saben. Lógicamente, muchas mujeres han tachado este tipo de obsequios de sexistas y machistas; pero la compañía organizadora, Sport Life, se defiende alegando que las bolsas de obsequios podían rechazarse y que para algunos productos como el esmalte de uñas había que ir a recogerlo en mostradores a parte, y aún así se agotó. Entiendo que el portavoz de la organización poco ha vivido en España... En este país, sea por el hambre y la escasez que nuestros mayores pasaron durante la guerra, pones un cartel de "gratis" y aunque sean piedras la gente rapiña.
No hay que ser un experto en marketing para adivinar a qué tipo de empresas atrae un evento como este, dirigido exclusivamente a mujeres. Sin embargo, si La Cursa de la Dona pretende reivindicar el papel de la mujer, ¿no debería primar este principio ético y moral en el momento de buscar patrocinadores? Es como si los afectados por la Hipoteca aceptaran repartir en sus concentraciones bolígrafos con el logo de inmobiliarias bancarias. Porque quizá ahí esté el problema, ¿cómo casar el activismo social con los intereses y la publicidad del mercado?