"Mira que sois pesados", se conoce que le espetó Manuel Valls al premio Josep Pla, cuando Marc Artigau recordó la existencia de presos políticos en su discurso como ganador. Según algunos asistentes, el comportamiento del candidato a la alcaldía de Barcelona estuvo fuera de lugar. Algunos dicen que le recriminó el discurso Artigau al president Mas: "Tú tienes la culpa"." Incluso Ada Colau se ha atrevido a especular con que la reacción de Valls no estuviera calculada: "Los gritos a una pantalla de televisión, los reproches a Teresa Cunillera... todo fue tan histriónico, tan fuera de lugar, que a mi me quedó la duda de si no era todo una performance calculada para ser la noticia de la cena (...) Estamos hablando de un político profesional asesorado con mucho dinero". Y aunque compartiera sospecha, si la reina del postureo lo ve tan claro es porque debe estar en lo cierto; Colau sabe de lo que habla.
A nadie se le escapa que en las últimas semanas, el ex primer ministro francés no sólo no ha estado muy afortunado con su conocimiento popular y ocioso sobre la ciudad que pretende gobernar, sino que además ha visto como su mensaje contrario a la ultraderecha de Vox le ha conllevado críticas por el target electoral que podría llegar a votarlo. ¡Bienvenido a España, señor Valls! Así que la pataleta de la noche de los Nadal le sirvió para volver a hacerse fuerte entre los que le han pedido a los Reyes Magos aplicar el 155 en Catalunya.
Igual que hizo Quim Torra ante el discurso de Morenés en Washington, Valls abandonó la sala molesto por las palabras de Artigau. Y aunque la consellera de cultura, Laura Borràs, le reproche ahora al ex político galo su actitud, ella y el president de la Generalitat hicieron lo mismo hace unos meses. Reconozco que me costaría mantener la templanza si delante de mí, aún haciendo uso de la libertad de expresión que defiendo ("No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con la vida tu derecho a expresarlo", dijo Voltaire), alguien, por ejemplo, se atreviera a poner en duda la violencia machista, hiciera algún comentario vejatorio hacia la mujer o me soltara algo parecido a un "tranquila, el toro no sufre". De hecho, hay algunas personas que ya han sufrido mi respuesta airada. Sin embargo, ni soy ni aspiro a convertirme en representante pública ni estaba poniendo en aprieto a un anfitrión (sólo a mi persona, propios intereses y reputación). Es decir, como invitados a un acto o celebración, debemos entender que el feo se lo hacemos a la persona u organización que nos haya convidado.
Siempre que estemos en conflicto con alguien o algo, hay un factor importante que puede marcar la diferencia entre dañar por siempre la relación o reforzarla. Ese factor es la actitud. Si no saben guardar las formas ni actuar según las reglas de la diplomacia, aléjense de la política.