Ahora que casi todo el mundo quiere disputarse un trocito de la mística que queda en el imaginario barcelonés sobre la época de Pasqual Maragall como alcalde, me permito proponer que a aquello de las “maragalladas”, que en su día se criticaban y ahora hacen hasta gracia, le sumemos el concepto de “colauadas”, que quizás en el futuro también se valoren mejor que ahora. No sería demasiado difícil.

Formarían parte de esta categoría las promesas de organismos municipales que se anuncian como la gran cosa que en teoría cambiará la vida de los barceloneses y el modelo de relación de la ciudadanía con la administración local, pero que al final no cuajan. Véase, en este sentido, la compañía municipal de energía, el dentista municipal o la funeraria ídem, que esta semana hemos sabido que el gobierno municipal ha retirado del Pleno del viernes porque no habría recibido el respaldo de la mayoría.

Lo de la luz sale tan caro que ni lo asumem como compañía de referencia organismos municipales del mismo Ayuntamiento Colau. Lo del dentista municipal ya fue criticado al nacer, por ejemplo por los profesionales de la odontología, que aseguraron que ya ofrecían servicios en la línea para personas con pocos ingresos. Aquello, además, lo anunció Colau deprisa y corriendo, ya en precampaña, proponiendo su articulación vía Barcelona Serveis Municipals (BSM), que es lo que muchos ciudadanos conocen como “lo de los parkings”. La idea está ahí encallada. Y ahora sabemos también que la funeraria municipal que defiende Colau podría seguir una suerte similar.

Me decía hace unos días la candidata de la Cup Anna Saliente que cuando Colau les explicó la iniciativa, los anticapitalistas se quedaron de pasta de boniato con los solo 6 velatorios que se contemplaban en el proyecto. Esta semana, el portavoz del Grup Demòcrata (PDeCAT) en el Ayuntamiento, Jaume Ciurana, ha señalado lo que todo el mundo ve: que una funeraria así no tendría “ningún tipo de incidencia en el mercado”. Un brindis al sol, vamos. Otro. Una “colauada”, en definitiva, definición de idea que se lanza a lo grande a través de los medios, pero con los pies de barro. Se genera una gran expectativa de cambio en sectores sensibles, pero ésta se frustra porque su mala planificación y su poco elaborado contenido no consiguen los apoyos suficientes, con independencia del factor ideológico, simplemente tirando del sentido común.

Si los 21 votos que se han anunciado en contra se mantienen para cuando el gobierno municipal ponga finalmente a consideración del Pleno la idea de funeraria de Colau, habrá sido enterrada. No sabremos entonces si habremos asistido ahí a la última “colauada”. Quizás (no seguro) la última de este mandato, si en mayo la alcaldesa revalida. Si no, la última del que habrá sido su corto reinado.