El liderazgo es una de las cuestiones más difíciles para un empresario. Algunos juegan con la mano izquierda, otros con los gritos a diestro y siniestro, y los que menos, aquellos más capaces, simplemente con los hechos. Luego podrán gustarte o no, pero si algo tiene la economía es que los hechos, el currículum, es la base de las actuaciones. Las elecciones en la Cambra de Comerç, salvo cambio por alegaciones de última hora, han constatado el triunfo de un candidato independentista. La institución es una profunda desconocida para la mayoría de empresarios catalanes. No deja de ser un reducto de aquellos burgueses que nunca han creado nada, y que en muchos casos no solo han heredado una empresa sino una forma de actuar decimonónica. Aquellos que prefieren una cena privada a patear las calles para ver como funciona un país. Su fracaso en la Cambra es el fracaso de sus vidas no del empresario de Barcelona. Aquellos por cierto a los que se ha arrimado Manuel Valls. Uno, a veces, piensa cuando desapareció el último gran empresario barcelonés. Aquel que desde una potencia de recursos económicos y virtudes en el trato podía no solo ganarse el respeto de todos, incluido la gran banca y la política de primer nivel – en Cataluña recordemos eso apenas existe – sino también, en cierta manera, dirigir la sociedad hacia unos tramos de igualdad e incluso equidad. Para mí ese personaje, ese incluso último mohícano, fue José M. Lara Bosch, presidente del Grupo Planeta. Tras su muerte ni sus herederos o gestores, hundiendo lo que fue un Imperio, ni ningún otro empresario de Barcelona han sido capaces de poner un miserable orden en un mundo lleno de envidias, noches privadas, brindis al sol, y claramente, vulgaridad en su currículum y actuaciones. Todos han demostrado una mediocridad que no solo perjudica su miserable recorrido por la vida, simplemente basada en dinero y sin honor, sino que han llevado a Cataluña al peor momento de su historia. Porque, aunque algunos no lo crean, que hasta una Institución con una reputación miserable como la Cambra haya caído en manos del independentismo es un fracaso de esos supuestos empresarios de Barcelona. No de usted o yo, sino de aquellos que se han creído que tener una empresa es jugar a cenitas, pasear con amiguitos en la Cerdanya, o disponer de gastos fastuosos para hacer pensar a otros que son mejores. Ellos desconocen que es gestionar una empresa, abrir una sociedad, abrir la Cambra, es simplemente escuchar a aquellos que crean valor. Y el valor está basado en el esfuerzo y en el trabajo, nunca en el que dirán. Y por si alguien lo duda, los perdedores de estos días en la Cambra, son simplemente esos perdedores ya habituales que en su vida han sabido que es una empresa. Esos burgueses que miran por encima del hombro, que lucen coches caros, mujeres esbeltas restriñidas por los cirujanos, que viven la vida que sus padres nunca quisieron tener. Que lastima que José M. Lara Bosch no este por aquí para explicarles que es la vida.