Ecuador de la campaña para las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo. Poco más de una semana para conocer quién gana la batalla por Barcelona. Las encuestas se multiplican en todos los medios hasta la fecha límite de su publicación. La tendencia en todas ellas parece ser la misma: se dibuja un empate técnico entre el candidato de ERC, Ernest Maragall y la candidata de Barcelona en Comú y actual alcaldesa, Ada Colau.
Maragall empezó la campaña con una excesiva euforia y, en ciertos momentos, dando la victoria por hecha. Sus expectativas electorales eran buenas. Con a la victoria de los republicanos en Cataluña en las pasadas elecciones generales, todo parecía indicar que por primera vez Barcelona tendría un alcalde de ERC en la ciudad. Siguiendo los trackings, y las encuestas, hay que decir que las proyecciones todavía son esperanzadoras para la formación independentista.
Pero Barcelona es una ciudad compleja y con realidades muy diferentes. Además, la actualidad política y el contexto que vivimos siguen generando nuevos e imprevisibles titulares cada día. No sólo por la campaña de las europeas con la entrada en juego de Junqueras, la decisión de abandonar el debate por parte del partido de Puigdemont; o, recientemente, la frustrada designación del líder de los socialistas Miquel Iceta como nuevo presidente del Senado.
Barcelona se mueve en otras variables. Des de hace unos días, estamos viviendo una campaña más polarizada. La dualidad entre independentistas y unionistas se ha vuelto a convertir en el eje principal de los discursos de la mayoría de los candidatos. El juicio del procés y el contexto de prisión y exilio siguen afectando de forma muy intensa todas las campañas políticas. No es fácil escaparse. Hasta algún partido que hasta hace poco había defendido explicar únicamente propuestas y proyecto para Barcelona, también opta por polarizar.
¿A quién beneficia más esta estrategia? Por supuesto allana el camino a los Comuns y a la actual alcadesa Ada Colau. De forma parecida les pasó a los socialistas en las pasadas generales del 28 de abril.
A un lado, los independentistas pugnan por su electorado, claramente fragmentado por las opciones de ERC, Junts per Catalunya, la CUP o Barcelona és Capital. Cualquier voto para cada uno de ellos será imprescindible. Por el otro, el bloque constitucionalista, especialmente el PSC y Valls luchan por mejorar de forma importante su resultado.
Y, lo más importante, no hay que olvidar que los barceloneses cuando votan también piensan en clave de ciudad y en sus perspectivas de futuro. ¿Quién mejor les va representar? Y quién mejor les va a resolver sus problemas. Hoy de difícil solución, como la inseguridad, la desigualdad, la precariedad laboral, el difícil acceso a la vivienda o la incertidumbre del momento. Todos ellos generan un sentimiento personal que cada uno lo canaliza a través de un voto útil, de protesta o en modo de abstención.
En definitiva, problemas sociales de gran calado que la mayoría de la población padece y que sigue sin encontrar soluciones claras al respeto. ¿En qué lado del campo caerá la pelota el próximo domingo 26 de mayo? Un resultado que podría asemejarse a la metáfora que da relato a una de las mejores películas de Woody Allen, Match Point.