Si con el aumento de sueldo que se ha autoadjudicado Ada Colau se puede estar de acuerdo, básicamente porque se consideraba una absurdidad lo contrario que habían practicado anteriormente la alcadesa y su equipo de Barcelona en Comú, con lo que no se puede estar más en desacuerdo es lo que refleja la justificación sobre la que sustentan su cambio de criterio: “Estar en primera línea de gobierno conlleva una sobrecarga de trabajo”. Muy bien, bienvenidos al mundo real cuatro años después. Pero, ante la auto enmienda por la vía de los hechos, ¿ni una disculpa a la ciudadanía o al resto de partidos, por la demagogia usada en campaña para desgastar al resto? ¿Ni una autocrítica por haber defendido, mínimo desde la ignorancia de lo que se hablaba, algo que se ha demostrado falso, como lo es decir que los políticos en este país cobran demasiado para lo que hacen? No llegarán las disculpas, no. Pero reconocer la oportunidad de la rectificación de la alcaldesa que lo es después de perder unas elecciones y de aceptar los votos del “candidato de las élites” debe ir adjunto a señalar la hipocresía y la irresponsabilidad de la Colau activista que con otro estilo ganó unas elecciones y el sillón hace cuatro años.
Aquel contexto fue una ventana de oportunidad única que hizo posible que, en un momento de crisis económica brutal y con partidos como PP, PSOE y CiU en cuestión, una formación como Podemos (y confluencias) convencieran a muchos de su “asaltar los cielos”. Una legislatura después, aquello se ha resituado bastante, y solo algunos hábiles como Colau han sabido mantener el tipo y la silla. De aquel estigmatizar a los partidos de “la casta” y sus teóricas prácticas elitistas, han pasado a adoptar de aquello lo que les ha convenido y a disfrutar del juego de las sillas hasta el punto de frustrar una investidura de gobierno en el Congreso por cuotas de poder de las de toda la vida.
De ahí que lo de Colau y el sueldo suyo y de su equipo sea en parte anecdótico, porque antes y después de esto los ciudadanos pagaremos exactamente lo mismo por ellos, pero a la vez significativo y fiel reflejo de lo que ha sido y es (de su transformación, incluso) el discurso político de cierta izquierda que parecía que iba a comerse el mundo, y no. Iban a hacerlo con una parte del presupuesto público. Como el resto. A cambio de trabajar en la cosa pública y bien cobrado, por supuesto. Como el resto cuando hace su trabajo.