La semana pasada, previa a la finalización del estado de alarma, decidí darme una amplia vuelta por la ciudad, y percibí que la Covid-19 ha dejado un daño en el comercio de proporciones históricas. Nada volverá a ser igual. Curioso resulta el nombre de este virus si tenemos en cuenta la época de mayor esplendor de Barcelona: un Cobi nos llevó al éxito y un Covid nos llevará al más profundo de los fracasos. Curioso, sin duda, pero falso. El segundo Covid no será más que un pretexto para justificar la demencial política municipal que nos acecha. A modo de ejemplo, el cierre del Pizza Ràpid en Gràcia después de casi 40 años es síntoma de que vamos mal, pero que muy mal.
Soy de los que piensa que Ada Colau no repetirá como alcaldesa. Sabe perfectamente que no volverá a tener a un Valls que le sirva gratis la vara municipal. En realidad, Ada ya no sorprende a nadie: está del todo amortizada. A estas alturas todos sabemos qué política hace y el manto ideológico y mediático que la ampara por lo que, sinceramente, nada nuevo aporta a la ciudad. Es una cuestión de tiempo que finalice el que es el peor mandato municipal en democracia. Ahora bien, los únicos responsables de que tengamos la ciudad como unos zorros somos los barceloneses. Hemos pasado de un pragmatismo funcional que nos llevó al podium metropolitano a un modelo de tinte ideológico y populista que lo único que nos ha traído es ruina y miseria. Estamos a la cola de todo, haciendo un ridículo internacional espantoso, con imágenes de “lobos” asaltando a nuestros turistas, cierres de grandes empresas, con miles de personas durmiendo en la calle, normalizando las ocupaciones de vivienda y con infinitas colas de hambre, por no hablar de las subida sin precedentes de impuestos, etc. En definitiva, un peliculón digno de Stanley Kubrick.
En el mismo orden habrá que decir que el actual no será un mandato que ratifique lo que ya sabemos. Será un mandato recordado por el fracaso de los partidos de la oposición, quienes teniendo mayoría para hilvanar una alternativa, persisten en poner por delante el interés partidista a los barceloneses. La solución no pasa porque Ada Colau cambie, sino por un amplio acuerdo de la posición. Lo que toca es liderar un cambio urgente más allá de los partidos y sus ideologías. La ciudad requiere de un cambio inmediato de liderazgo simplemente para estabilizar este portaaviones que se llama Barcelona. Nos ha costado mucho llegar hasta donde estamos para lanzarlo todo por la borda. Ya es palmario el desgaste y la desilusión de la gente, pero ¿hasta dónde vais a llevar el desastre? Porque os recuerdo que existen puntos de no retorno. Estoy harto de escuchar gente de toda nuestra periferia que dice que no quiere bajar a Barcelona, que es un caos, insegura, cara, y que no tiene nada que ofrecerles. Me produce verdadera tristeza, pero aquí los únicos que podéis cambiar eso sois vosotros, de nada sirve que hagáis comparecencias por el concierto de los balcones haciendo ver no se qué... Cuando lo que realmente se necesita es que alguien lidere un cambio.
Puedo asegurarles que saldremos de esta. Barcelona es mucho más que todo este relato arriba señalado. Somos la ciudad más dinámica del mundo, con una riqueza cultural y empresarial únicas, y no vamos a renunciar a lo que por pedigree nos corresponde: liderar como ciudad-estado la Unión Europea. Ahora necesitamos bajar drásticamente los impuestos, liberalizar el suelo para construir viviendas dando por nulo el decreto urbanístico actual, lanzar un programa de creación de empleo que impulse a los emprendedores a cumplir sus sueños, a hacer lo imposible para que vuelvan las 6.000 empresas que se fueron, a poner orden con la delincuencia y las ocupaciones, al inequívoco apoyo a pymes, autónomos y grandes empresas para dotar de nuevo un clima de seguridad y confianza que normalice este situación y cojamos las riendas de algo que se llama futuro social. Todo empieza por una moción de censura...