Pese al supuesto feeling con el mundo independentista que le atribuye el inquilino de Waterloo, el primer ministro francés, Jean Castex, hizo una recomendación poco amistosa a sus compatriotas para que evitaran viajar a Cataluña este verano. Después lo han hecho otros Gobiernos, pero es verdad que la forma y el momento elegido por el vecino no fueron muy agradables.
Afortunadamente, los franceses se parecen mucho a los españoles y una buena parte de ellos se han pasado por el arco del triunfo los consejos de su Gobierno. Se está viendo en la Costa Brava, donde los que tienen segundas residencias no han dejado de acudir.
Y también en Barcelona, donde el otro día tuvimos noticia de tres turistas adinerados que, procedentes de Francia, habían viajado a la capital catalana con un automóvil de lujo para pasar unos días. Los pobres deben estar arrepentidos de no haber hecho caso al señor Castex, porque solo pudieron dormir una noche en la capital catalana. Un grupo de ladrones organizados les asaltaron en la misma puerta de su hotel, cuando entraban en el coche, para robar el reloj a uno de ellos. Después del susto, regresaron a Francia con la lección aprendida: “Deberíamos haber ido a Barcelona con mochila y alpargatas”, puede que pensaran tras la desagradable experiencia.
Las imágenes captadas por las cámaras del hotel han circulado por todas partes: inseguridad y violencia a plena luz el día, ante un establecimiento de lujo, vigilado y junto al puerto de Barcelona. Como pasó con el vídeo del día anterior grabado un poco más al norte del paseo de Colón, en la Vila Olímpica, donde otro grupo de jóvenes delincuentes trataba de robar el reloj a otro turista extranjero cuando se disponía a entrar en un taxi.
El viernes nos despertamos con la noticia de tres muertos en un piso patera de la Barceloneta, una vivienda de 30 metros cuadrados en la que dormían siete hombres, algunos de ellos lateros y otros conductores de cliclotaxis. Parece que un reventón del sistema eléctrico --que tenían pinchado-- provocó la desgracia. El suceso, evocador de las noticias sobre accidentes en fábricas infrahumanas en Pakistán, de donde procedían las víctimas, o la India, también se ha propagado a gran velocidad. Y no era el Tercer Mundo, sino aquí, a 200 metros de nuestra playa.
¿En qué se está quedando Barcelona? ¿Qué hacen los gestores de la ciudad para combatir esta ruina? Los vecinos de la Barceloneta han protestado mil veces por la degradación del barrio, gentrificado por el turismo y la especulación inmobiliaria, castigado por la delincuencia y las actividades ilegales.
En lugar de cacarear tanto sobre el remanente, nuestra alcaldesa podría haber puesto en marcha medidas para frenar la degeneración de ciertos barrios empleando esos recursos a los que tiene tanto apego. Pero no, en lugar de pensar en la ciudad prefiere hacer de oposición del Gobierno –en el que ella participa a través de Unidas Podemos-- a ver si puede granjearse algún voto.
El consistorio gastará en torno a 700.000 euros en octubre en la Bienal del Pensamiento, un encuentro donde una cincuentena de pensadores de la cuerda de Catalunya en Comú darán unas ponencias bajo el lema Ciudad abierta, se supone que en referencia a Barcelona, que como todo el mundo sabe tiene poder. Abierta a quién se preguntarán los turistas/víctimas. Poder para qué se interrogarán los pocos barceloneses que han aguantado en la Barceloneta y viven sobre un polvorín.