Hoy, el Salón de plenos del Ayuntamiento de Barcelona ha vivido un capítulo más de la vergonzante opereta en la que se ha convertido la política en Cataluña. Ante la falta de ideas y capacidad, a los partidos independentistas no les quedó más remedio que tomar la senda de la propaganda, la manipulación y la proclama fácil, y para ello eran muy necesarios los recursos de la Administración y el gran escenario que les ofrecían las instituciones. Ninguna se ha salvado de su ambición y falta de moral. Parlament de Catalunya, Govern de la Generalitat, Congreso de los Diputados y ahora el Ayuntamiento de Barcelona han sido testigos del desprestigio que sus inquilinos les han impuesto a golpe de búsqueda de titular rimbombante que le garantizase un puñado más de votos.

Aplaudí orgullosa cuando PSC, Cs y PP abandonaron el hemiciclo del Parlament durante el debate de las leyes de desconexión, en un gesto de dignidad y respeto hacia la institución y la democracia. Hoy, mi decepción con los socialistas es mayúscula.

El pleno celebrado hoy contra la Monarquía y en favor de la autodeterminación de Cataluña es un insulto a nuestra Constitución, a nuestra democracia y, por supuesto, a todos los ciudadanos. Cualquier gobernante debería aspirar a prestigiar la institución que gobierna y hoy el equipo BComú/PSC ha fallado estrepitosamente en ese deber.

Vivimos momentos convulsos y políticamente complicados, a los que se le suma una crisis económica de enormes dimensiones. Debemos ser capaces de recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos, y no debemos permitir jamás ser actores secundarios y necesarios del independentismo más excluyente y antidemocrático de la historia de Cataluña.

En sendas intervenciones en el pleno, tanto Jaume Collboni como Ada Colau han criticado la instrumentalización del pleno por parte de ERC y Junts per Catalunya. Tienen razón al denunciarlo, pero parecen olvidar que esa instrumentalización ha sido posible sólo gracias a ellos. Malos tiempos para la equidistancia. A los auténticos líderes no les tiembla el pulso a la hora de defender aquello en lo que creen. Desgraciadamente, hoy no ha aparecido ni un solo líder entre la bancada del Salón de Plenos, sólo pirómanos que se retroalimentan del incendio político perpetuo y un gobierno acomplejado que se escuda en el “debemos debatir sobre todo”. Disiento profundamente sobre esta afirmación. Hay una línea muy fina entre el debate de las ideas y la legitimación del discurso antidemocrático, y cuando esa línea se traspasa con la complicidad de aquellos que gobiernan, quienes pagan las consecuencias son los ciudadanos.

Nada más conocer la petición de pleno hecha por parte de ERC y Junts per Catalunya, desde Barcelona pel Canvi hicimos un comunicado público informando que no asistiríamos, caso de ser convocado, y expusimos nuestros motivos. Entendíamos que no podíamos contribuir a perpetuar la operación de agitación y propaganda iniciada por el procés. No conduce a nada más que al desastre, no sirve a los ciudadanos y sólo persigue erosionar el sistema democrático.

Cuando accedemos a nuestro cargo lo hacemos jurando respeto y lealtad a la Constitución, y permitir debates injuriosos, demagógicos y sin ningún rigor político y jurídico es faltar a nuestro juramento. Ocupar un cargo público es un honor y también una enorme responsabilidad. Cada voto que emitimos, cada palabra que pronunciamos, cada propuesta que hacemos nos define como personas y como opción política. Nuestra primera votación como concejales del Ayuntamiento fue regalar nuestro apoyo a quien consideramos una alcaldesa pésima y populista, porque nuestra propuesta política prometía preservar las instituciones de gobiernos independentistas. Esa votación tuvo un coste personal y político inmenso tanto para Manuel Valls como para mí, pero la palabra dada tiene un valor, las convicciones se defienden y los principios deben mostrarse en los momentos difíciles.

Hoy tenemos que lamentar esa falta de principios y convicciones en el equipo de gobierno que ha decidido navegar entre dos aguas para acabar hundiendo en las profundidades el debate y rigor políticos. No es nuestra ausencia la que ha permitido aprobar una proposición que jamás debería haber superado el trámite de revisión previa, sino la falta de valentía del PSC que ha permitido debatirla, y la equidistancia de los comunes que, ante la disyuntiva de sumarse al discurso populista republicano o no reprobar al gobierno central del que forman parte, han optado por permitir el debate y no mojarse en la votación. ¿Alguien duda que si nosotros hubiésemos asistido al pleno, el voto de comunes hubiese sido muy diferente? Es esa hipocresía política que hace que las convicciones no lo sean tanto cuando la aritmética de votos permite esconderse.

Hoy, ser líder significaba no contribuir al desprestigio del Ayuntamiento y defender, con nuestra ausencia, el necesario rigor que debería tener todo debate político. No esperen de nosotros que contribuyamos a destruir la democracia.

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Eva Parera Escrichs, concejal y Secretaria General de Barcelona pel Canvi