El 31 de diciembre de 2014 se ponía fin a la moratoria de 20 años de aplicación de la LAU, la Ley de Arrendamientos Urbanos y el conocido como Decreto Boyer. La moratoria de 1994 estaba pensada para los locales comerciales situados en los centros históricos de las ciudades.

La ciudad de Barcelona, fruto de la anexión de pueblos colindantes, cuenta con una pluralidad de cascos antiguos (Gòtic, Sants, Sarrià, Sant Andreu, Horta, Poblenou, Clot). Tampoco podemos obviar el éxito turístico, a partir de los JJOO de 1992, que acentuó, hasta 2020, la probabilidad de un incremento del precio del alquiler de los contratos anteriores a 1985 y que no se hubiesen resuelto.

Ante la cercanía del fin de la moratoria una parte importante de los conocidos como establecimientos emblemáticos se organizaron en asociación y lograron captar la atención de los medios de comunicación. Su logro fue relacionar la probable subida (actualización) de los alquileres con su viabilidad y supervivencia.

En aquel momento era el concejal responsable de Comercio del mandato del alcalde Xavier Trias en el Ayuntamiento de Barcelona (2011-2015). El foco se dirigió hacia la administración municipal, por aquello de la proximidad más que por la “no” competencia en poder regular los precios del alquiler. En cualquier caso, la amenaza de cierre de algunos establecimientos era real. Tan real como multicausal, así lo demostró la radiografía del sector que se hizo: la subida del alquiler, la sucesión del negocio por jubilación, la dificultades de protección de actividades a razón de la directiva europea Bolkeistein, la idoneidad de la actividad, la competencia, etc.

El interés se centró en cuantos establecimientos se verían afectados por la LAU. Poca atención se prestó a las soluciones que desde el consistorio (Dirección de Comercio, Barcelona Activa y Urbanismo) se plantearon. Hasta ese momento el reconocimiento de los establecimientos emblemáticos se había centrado en alguna publicación, placas conmemorativas y poco más.

Se realizó un trabajo novedoso, había poca casuística al respeto, más allá de la compra de locales comerciales por parte de las administraciones y totalmente inviable económicamente, y un trabajo pluridisciplinar: el Plan de Protección y Promoción de los  Establecimientos Emblemáticos, con medidas de corresponsabilidad para favorecer su viabilidad económica, para garantizar la conservación patrimonial y el valor comercial que desempeñan.

Por lo que se refiere a la protección patrimonial, el proceso culminó con la aprobación definitiva del Plan Especial de Protección de Calidad Urbana en 2016. Personalmente pienso que esta ha sido la única acción efectiva que se ha realizado desde que Ada Colau es alcaldesa para con los comercios emblemáticos, y aquí terminó. Aunque sin luces ni taquígrafos el cierre de establecimientos ha sido constante, y por causas múltiples. 

Al principio de estas líneas he indicado la fecha del año del 2020. A nadie se le escapa que el presente año ha venido marcado por la pandemia de la Covid-19. Muchos son los sectores económicos que han, están y padecerán las consecuencias de esta situación. El Comercio, comercios y comerciantes, no son una excepción. Hoy todos los comercios han pasado a ser emblemáticos.

Si bien los establecimientos emblemáticos son, en la medida de lo posible, un elemento a preservar, ya que dan carácter a la ciudad, el comercio barcelonés en su conjunto le da vida. No hablaré de sus virtudes por todo el mundo conocidas. Nuestro modelo comercial era un referente internacional y tiene que volver a serlo. Por descontado que con los cambios necesarios, y aprovechando nuevas herramientas como las APEU (Áreas de Promoción Económica Urbanas). Es un activo que como sociedad no nos podemos permitir perder.

La pandemia nos ha hecho abrir los ojos e incluso acelerar en la modernización y actualización de los formatos que estaban pendientes. Dentro del comercio algunos sectores han salido menos perjudicados que otros, como el sector de la distribución alimentaria, pero aquí nadie puede tirar cohetes, a excepción de determinadas plataformas de venta online consolidadas.

En consecuencia, esto requiere de un pacto social en el que todas las partes, comerciantes, propietarios, administraciones (pienso aquí en los políticos) y consumidores, nos comprometamos de forma efectiva. Esto no es una negación a nuevos formatos que han venido para quedarse. Igual que en su momento fueron los centros comerciales, ahora son las Plataformas de venta online, pero se debe trabajar en un plan de igualdad y con la misma carga de corresponsabilidad social, medioambiental, laboral y tributaria.

Es un momento para actuar, no para ver cuantos comercios van a cerrar en 2021 sino a cuantos vamos a salvar. Un momento en el que el propio consumo interno, bien distribuido, puede permitir la supervivencia del sector a la espera que Barcelona vuelva lucir también para quienes nos visiten.