Desde estas páginas hemos pedido reiteradamente la dimisión, más bien el cese, del concejal Eloi Badia por parte de la alcaldesa Ada Colau. Su gestión en el Ayuntamiento es irrelevante y, sobre todo, penosa, o mejor dicho, manifiestamente mejorable. Desde la gestión de los cementerios que dejó al pairo a las familias que vieron cómo solo pretendía dar carpetazo a su mala gestión; su desaparición como concejal de Gràcia durante los disturbios del Banc Expropiat; su actuación lamentable como responsable medioambiental en la empresa de energía eléctrica que es todo un fiasco; el ridículo de acusar a la compañía de aguas de robar durante la pandemia cuando se limitó Aigües de Barcelona a activar el protocolo que se le imponía desde el AMB según la resolución del Síndic de Greuges; el lanzamiento de mentiras e insidias contra la empresa sin demostrar ni una que acabaron en un chusquero amaño de firmas para poder hacer un referéndum sobre la gestión del agua; el escándalo de las subvenciones a las entidades “amigas”, sobre todo, de la suya, la que él fundó y dónde trabajó y que es tratada con esmero desde su posición en el consistorio; el desprecio a los trabajadores de Agbar que como ciudadanos querían expresar su posición al consistorio y nunca les recibió; la remunicipalización de las guarderías; y el enchufismo municipal que tanto criticó, y que ahora se ha convertido en su baluarte.
Colau quedó cuarta en las últimas elecciones. Debe pensar qué quiere para su futuro, y para el futuro de Barcelona. Ha quedado cuarta por que los comunes no pasan por su mejor momento. Illa les robó la cartera de “somos la izquierda” y el PSC se ha convertido en la izquierda de gobierno, mientras que Colau, que mantiene entre sus filas a personajes como Badia, ha perdido su valor añadido. Dijo primero que estudiaría volverse a presentar, aunque algunas voces ponen el acento en que Colau está buscando una salida, a poder ser en el Gobierno de España. Tanto si se presenta como si no se presenta, los comunes tienen que hacer limpieza y soltar lastre. Las veleidades, los desaguisados y la mala gestión les están llevando a la irrelevancia. Soltar lastre es borrar a Badia del gobierno municipal y poner en su lugar a alguien con cara y ojos, si entre los comunes queda alguien con cara y ojos. Badia lastra a Colau. Lo jodido del caso es que lastra a Barcelona.
Ahora para colmo, nos hemos enterado de que el muy progre concejal Badia dio cobertura a un acusado, y condenado, acosador sexual. Las explicaciones de Ada Colau en el pleno parecían un gag de Polònia. Que no se ha promocionado al acosador, sino que consiguió superar las pruebas con anterioridad a los hechos; que se le aplicó el protocolo y se le aplicó una falta leve con un proyecto de reeducación. ¿Se imaginan que esto hubiera pasado en un gobierno socialista, republicano o convergente? ¿Qué dirían los comunes? Solo digo una cosa, que Colau mire al Institut del Teatre y mire qué ha pasado, quién ha dimitido. Eloi Badia, por dignidad, debería dimitir, lo que pasa que él mismo se edulcora su gestión, vive en su gran mentira.
Los comunes dijeron que eran nueva política y cometen los mismos errores de la vieja política. Los que los atacan, un servidor seguro que el primero, son las herramientas del sistema para atacarlos porque ellos quieren cambiar las cosas. El caso de acoso sexual en Parcs i Jardins demuestra que no, que Badia estaba más preocupado por su carrera política que por solucionar un asunto complejo. Alfred Bosch hizo lo mismo en la Conselleria d’Exteriors y acabó en la calle. Su propio partido, ERC, tomó cartas en el asunto. Los comunes están a por uvas, o quieren estar a por uvas. En apenas seis años, son más vieja política que nadie. Colau, y Collboni debería apretar en este momento dulce para el PSC, debe promover un cambio en el cartapacio municipal. Si no lo hace acabará cavando su propia fosa. Mantener, entre otros, a Badia es empecinarse en el error. Parafraseando a los guerrilleros de Sierra Maestra, ¡Cambio o muerte! Usted misma señora Colau.