El alcalde de Palma de Mallorca, el socialista José Hila, ha tenido un rapto de lucidez que le honra y ha dado marcha atrás del ridículo que había hecho tiempo atrás al cambiar el nombre de algunas calles de la ciudad. La capital de las Baleares había expulsado al almirante Cervera de su nomenclátor, con el argumento falaz de que uno de los buques de guerra del Ejército de los sublevados de 1936 llevaba su nombre.
El error era de primerizo, impropio de un señor que lleva un decenio largo en la vida política municipal, y de ignorante. Cervera pertenece al siglo XIX, no tuvo nada que ver con la guerra civil ni con el franquismo, el buque que llevaba su apellido fue botado antes de la contienda y ni siquiera formó parte de la Armada que se unió a los golpistas. Sencillamente, Cervera había sido recompensado porque sirvió con honores a su país en la guerra de Cuba. Hasta el punto de que el mismísimo Raúl Castro participó en la inauguración del busto que Santiago de Cuba erigió en su memoria.
¿Hará lo mismo Ada Colau? ¿Reconocerá sus errores? No es probable. La alcaldesa de Barcelona llamó “facha” a Cervera en el acto de cambio de rotulación de su avenida en La Barceloneta a favor del cómico Pepe Rubianes, en medio del aplauso entusiasta de quienes le acompañaron en aquel acto de justicia popular. Su consistorio también ha cambiado el nombre de otro almirante, Aixada, probablemente más “facha” que el anterior, aunque vivió y murió en el siglo XVI, cuando no existía nada parecido a lo que se refiere nuestra primera edil cuando quiere insultar o faltar a la memoria de alguien.
El postureo de quienes gobiernan Barcelona hace tiempo que cruzó la línea del ridículo en sus decisiones populistas. La ciudad lleva más de 20 años arrastrando los pies con el recuerdo a Salvador Dalí: no se atreve a decir si porque el artista nunca fue de izquierdas ni antifranquista –Picasso fue inmortalizado sin la menor duda– y tampoco a negarse porque “hay que estudiar si tiene suficientes vínculos con la ciudad”. Por lo visto, el presidente norteamericano John F. Kennedy y el filósofo alemán Karl Marx, por ejemplo, sí tuvieron esos vínculos.
Sin embargo, la alcaldía se ha dado toda la prisa del mundo en someter a votación popular el cambio de nombre de Secretario Coloma, un señor que trabajó para los Reyes Católicos, seguramente porque los progres del ayuntamiento saben de buena tinta que era un españolazo. Y mantiene sin pestañear la calle dedicada a Roger de Flor, un pirata almogávar que trabajó al servicio de la corona de Aragón en su política de expansión imperialista.
¿Por qué Colau no tomará ejemplo del señor Hila y deja de hacer numeritos en el nombre de nuestras calles?