La profesión de librero es probablemente una de las que más han visto mejorar su prestigio social en los últimos tiempos. El aguante frente a la enorme competencia tecnológica, incluso ese aventurerismo que evidencian los valientes estrenos a los que ha animado el auge de la lectura durante la pandemia, contribuyen a la buena imagen de quienes hasta ahora podían pasar por meros comerciantes para muchas personas.
La gente le ha tomado gusto a eso de visitar la librería del barrio y dejarse aconsejar, depositando una confianza nueva. Incluso algunos millonarios se han metido en el negocio con fines casi altruistas, como es el caso de Sergi Ferrer-Salat, que ha abierto Finestres, y de Tatxo Benet, que hizo lo propio con Ona. Dos personajes en las antípodas que han coincidido, aunque con objetivos muy distintos. Esa dignificación del oficio es una de las pocas sensaciones positivas que nos ha dejado esta época de encierro y miedos.
Sorprende, sin embargo, que siendo gente preparada y conocedora del métier cometa un error tan notorio como el que se puede observar esta semana, una vez superada la jornada de Sant Jordi, en algunos de los grandes establecimientos de Barcelona.
Según dio a conocer el viernes pasado la Cambra del Llibre, la patronal que agrupa a editores, distribuidores y vendedores de Cataluña, los libros más vendidos de la diada fueron, “por este orden”, La dona de la seva vida, de Xavier Bosch, y Consumits pel foc, de Jaume Cabré. Eso en lo que se refiere a la categoría de ficción en catalán, la primera de la que el sector da cuenta. En no ficción en catalán, la segunda, el ranking lo encabezaba el doctor Oriol Mitjà con su A cor obert, seguido de Paraules d’Arcadi, de Arcadi Oliveras.
Pues bien, aparentemente, ninguna de las grandes librerías del centro de la ciudad aprovecha el tirón de ventas de Sant Jordi para exponer en sus góndolas más vistosas esos títulos que se llevaron la palma el viernes pasado a decir de la patronal. No se entiende.
Esos primeros anaqueles que dan la bienvenida al comprador y que los libreros sitúan en el centro de la tienda, nada más entrar, están copados por Independencia, de Javier Cercas; Sira, de María Dueñas; Transbordo en Moscú, de Eduardo Mendoza. En esos lugares de los que no quitan la mirada los escritores cuando van a una librería a ver si la suerte sonríe y encuentran allí su última obra aparecen también El humor de mi vida, de Paz Padilla; y ese best seller nacional El infinito en un junco, de Irene Vallejo.
El libro que la patronal dice que fue el gran triunfador no está en esos puestos de honor, aunque sí figura en los cartelones publicitarios de algunos establecimientos, como es el caso de la Casa del Libro. Algo natural dado que está editado por un sello del Grup 62, propiedad de Planeta, dueño también de la cadena de librerías.
Hace años que la patronal dejó de facilitar la verdadera relación de los éxitos de Sant Jordi. Nunca ha dado una razón plausible para ese cambio; sencillamente, dejó de hacerlo. Y desde entonces comunica los más vendidos en cada categoría, y por orden. La dona de la seva vida puede haber vendido la décima parte que la segunda entrega de Terra Alta, pero el ranking oficial la sitúa en primer lugar. Está claro que el objetivo no reconocido, aunque manifiesto, es dificultar la comparación entre las ventas en catalán y castellano. Para el régimen nacionalista es intolerable que sin condicionamientos, presiones, ni promoción oficial los catalanes lean más en castellano que en catalán.
Pero los hechos son tozudos. Los libreros no están en el negocio por patriotismo, excepción hecha de Benet, que solo tiene títulos en catalán; quieren vender y por eso exponen a sus clientes las obras con más salida. La librería Jaimes conserva la buena costumbre de publicar una lista con el top five de ventas en su web: solo el segundo y el quinto son españoles: Terra Alta, de Cercas; y Un asunto demasiado familiar, de Rosa Ribas. Alguien podría pensar, claro, son franceses y no se enteran. Pero no es así.
La web de La Casa del Llibre también tiene un ranking de “novela contemporánea”. El primer puesto es para Sira, seguido de Independencia (Terra Alta 2), tras el que figura Transbordo en Moscú. El cuarto lugar es de Tomas Nevinson, de Javier Marías, mientras que el quinto puesto lo ocupa Aquitania (el último Premio Planeta), de Eva García Sáenz de Urturi. Todos en castellano. El sexto de la lista corresponde a La dona de la seva vida. El mismo orden que la librería aplica en sus expositores.