Llevamos dos años de gobierno municipal y la cosa no es para tirar cohetes. De hecho, estos dos años no han servido para mucho más allá de polémicas estériles y para constatar la ausencia de proyecto, en medio de una pandemia que no ayudó precisamente. La Ada Colau del 21 no es ni de largo la Ada Colau del 15 que entró con fuerza en el Ayuntamiento y se hizo con la alcaldía. Desde entonces, los comunes van en su particular tobogán a toda velocidad. Las generales y las autonómicas han sido los últimos choques con la realidad de una fuerza que pierde fuelle, ímpetu y fuerza en cada convocatoria.
Las críticas estos dos años han arreciado de forma virulenta porque además de los méritos del consistorio en recibirlas por chapuzas, errores, veleidades y meteduras de pata, hay que tener en cuenta que se han generalizado. A derecha e izquierda. Arriba y abajo. Por mucho que la alcaldesa diga que las críticas vienen de la derecha y de la extrema derecha, cualquier analista no se cree semejante majadería. Las críticas son generalizadas en la gestión cotidiana y por la falta de un proyecto ilusionante. Y no olvidemos, esa lucha contra el coche que amenaza con convertir a la Ciudad Condal en un caos. Por ejemplo ¿es lógico dejar un único carril de circulación en el Paseo de la Zona Franca en dirección a la Gran Vía? Un nuevo ejemplo más de falta de coherencia. Estaría bien que los autores de este nuevo mapa viario se dieran un paseo por las zonas “libres de coches” para ver el carajal. Las zonas de peatones son parkings de carga y descarga, y el único carril provoca atascos interminables, acentuando sin duda la contaminación contra la que se dice luchar. Esta es, guste o no, la realidad de nuestra ciudad.
Quedan dos años para las elecciones. Mucho tiempo seguramente en la frenética política española y catalana, sin duda, pero al mismo tiempo queda poco para la nueva cita. Si Colau no vive en su mejor momento y no parece que vaya a remontar, y si llegado el caso no tiene la mayoría suficiente quién es la alternativa. Por la derecha, todo un páramo. Ciudadanos, PP y Valls son una entelequia como alternativa. En esta derecha, sumemos al grupo municipal de Junts per Catalunya de donde Artadi no sabe dónde tiene el pie. Quiere salir a la carrera, pero no parece que entre los suyos genere unanimidades. Estuvo a punto de ser presidenta y no, ahora todos la dábamos como vicepresidenta, y tampoco. Ha salido en estampida del Govern y dice que se dedicará al ayuntamiento, aunque sigue siendo diputada. Después de dos años no está mal que se acuerde que ser concejal no es solo calentar banquillo.
Solo queda ERC y PSC como posibles alternativas. En ERC ya quisieran que Ernest Maragall diera un paso al lado. No parece. Es líder de la oposición en el Ayuntamiento y diputado en el Parlament. No se pierde ni una fiesta el señor Maragall, esa joven promesa, que más que oposición en el consistorio es la muleta del equipo de gobierno para aprobar cualquier cosa. Sobre su proyecto de ciudad no sabemos ni una palabra, porque Maragall está pasando como una estrella fugaz sobre la política municipal. Bueno, una palabra sí sabemos. ERC no está por la ampliación del aeropuerto. ¿En serio? Maragall no parece acordarse de su propio pasado cuando impulsaba inversiones y ampliaciones aeroportuarias para fortalecer el progreso. Y además, tampoco parece acordarse del futuro y no deja que en ERC nadie destaque. Es la política con marchamo de la casa.
En el PSC, rumorología de todo tipo, pero hasta ahora nadie con peso específico en el partido pone en duda el liderazgo de Jaume Collboni. Sin embargo, el líder del PSC no está marcando perfil propio. Prefiere mantenerse bajo el manto de Colau. Ni siquiera da un puñetazo en la mesa ante los temas más polémicos. Sin duda, mantiene la fidelidad a su pacto de gobierno, y eso le honra, pero se echa en falta que saque los dientes alguna vez más allá de posicionamientos florentinos como en el caso del aeropuerto. Hay que reconocer que es el único que plantea su modelo de Barcelona del futuro, pero además de plantearla hay que trabajarla en los barrios y en la sociedad civil barcelonesa y, sobre todo, tomando posición con contundencia en lo mollar llámese aeropuerto, movilidad y otros muchos temas que necesitan de una actitud valiente.
Quizás por este papel con un cierto tono gris, los augures y los facedores de candidatos se están inventando un nuevo Manuel Valls, esa alternativa fabricada en cenáculos de la zona alta, que ha sido todo un fracaso que ha acabado con su espantá. Ahora ya no se llama Manuel Valls sino Santi Vila, del que algunos sitúan con apoyo de Fernández Teixidó. No hay nada a ciencia cierta, pero algo se mueve. Que tenga el mismo recorrido que Manuel Valls o no, está por ver. No es lo único que se mueve en busca de una alternativa a Colau fuera de los circuitos partidistas tradicionales. También se señala a algunos calentando la banda. Un nombre que suena es Gerard Esteva, el presidente de la Unió de Federacions Esportives de Catalunya. Se le cuestiona que tiene un perfil demasiado independentista para ser una alternativa de la derecha catalana. Esteva no se ha propuesto pero lo proponen en las quinielas. Quedan dos años y outsiders saldrá más de uno. Más le valdrá a Jaume Collboni tomar cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde porque puede ganar a Colau pero también deberá ganar a Maragall. No es fácil, si además el voto se fragmenta con la presentación de un nuevo “salvador” de Barcelona.