La patronal de la sanidad privada española (ASPE) presentó el pasado mes de junio su informe sobre el impacto del coronavirus Covid-19 en el sector hospitalario privado en el año 2020 y aprovechó para ofrecerse a vacunar asegurando que puede inyectar 150.000 dosis por hora; pero a fecha de hoy, nuestros gobernantes siguen negándose.

Esta misma semana, hemos conocido que Cataluña es la región de Europa más afectada por el virus. Más contagios, mayor riesgo de rebrote, más hospitalizaciones, y edades que bajan sustancialmente la media de olas anteriores. Los jóvenes, que no están vacunados, han aumentado exponencialmente sus contactos sociales, lo que ha provocado una expansión mayor del virus en su variante Delta, mucho más agresiva que las anteriores.

Resultado: la atención primaria colapsada.

Respuesta del departamento de Salut: suspender la realización de test de antígenos a los contactos asintomáticos de positivos y pedirles que se encierren en casa. Es decir, el sistema sanitario público ha decidido renunciar a rastrear los contagios debido al colapso que sufre.

Ante esta realidad, presentamos a votación en el Ayuntamiento una propuesta solicitando incorporar a la sanidad privada en el circuito de vacunación. Pero la respuesta de los partidos de gobierno, tanto del Ayuntamiento como de la Generalitat, fue oponerse.

No es la primera vez que lo solicitamos, pero asumimos que los pasos atrás que volvíamos a dar en la vuelta a la normalidad habrían hecho reflexionar a aquellos que anteriormente se opusieron. Por desgracia, nos equivocamos.

La colaboración de la sanidad privada puede contribuir a la descongestión de los centros de atención primaria públicos, y rechazar por sectarismo la infraestructura sanitaria privada para agilizar la vacunación de la población es una grave irresponsabilidad. ¿Campaña de vacunación contra la gripe, sí; pero campaña de vacunación contra el coronavirus, no? No tiene ningún sentido.

Muchos son los países que ya han iniciado esta colaboración público-privada para poder alcanzar la inmunidad de sus ciudadanos en verano, países que hoy están recomendando a sus ciudadanos no viajar a Cataluña.

Alcanzar esa inmunidad cuanto antes debería ser una prioridad absoluta para todos. Está en juego la salud y también la recuperación económica, pero en lugar de movilizar todos los instrumentos a nuestro alcance para conseguirlo, volvemos a cerrar actividades, volvemos al toque de queda, volvemos a más restricciones.

Sabemos que los jóvenes son un foco de contagio, y somos conscientes que urge su vacunación. Las franjas de edad de 16 a 30 años están abiertas para poder acceder a la vacuna, y lo único que les impide ser vacunados es la falta de recursos para hacerlo. Sistema informático colapsado, centros de vacunación congestionados, falta de enfermeras y centros hospitalarios privados dispuestos y con recursos pero sin vacunas. Se vacuna antes en el Camp Nou que en un hospital privado ¿Por qué? Se prefiere retrasar la vacunación a los jóvenes que enviarles a un centro privado a vacunarse ¿Por qué?

En momentos de crisis, se requieren tres cosas de nuestros gobernantes: liderazgo, capacidad y sentido común.

Lo que sin duda no necesitamos es sectarismo e ideología por encima de la sensatez. Por desgracia, de eso vamos sobrados.