Faltan 34 meses para las nuevas elecciones municipales. Hemos pasado el ecuador del mandato y el rechazo a la gestión de la alcaldesa Colau ha ido en aumento. De hecho, en el último barómetro, los comunes quedan relegados a una segunda posición y se apunta a una victoria electoral de ERC. Los socialistas siguen atascados en la tercera posición. Muy por detrás, Junts per Catalunya y como material de derribo la derecha española de PP, Ciudadanos y VOX, y una CUP que apunta maneras y que podría entrar en el nuevo consistorio.
Los comunes son conscientes de esta situación y ya se están moviendo. Perderán las elecciones, Colau no será alcaldesa pero los comunes quieren seguir en el gobierno municipal. Creo que esta es la clave para entender el entendimiento de estos últimos meses entre los de Ernest Maragall y de los coaluistas, sin Colau. Eloi Badia parece el encargado de ir moviendo esta mayonesa. Acuerdos presupuestarios, rechazo común a la ampliación del aeropuerto y empuje al unísono para nacionalizar la empresa de distribución de agua, por ejemplo. La guinda, Jordi Cuixart, pregonero de las fiestas de Gràcia, todo un guiño a los republicanos.
El PSC está lastrado por su pacto de gobierno. No recupera en las encuestas y hay que tener en cuenta que el impulso de Pedro Sánchez está perdiendo fuelle. Y lo peor, el jefe de filas de los socialistas no es identificado como el candidato alternativo. Los socialistas podrían recuperar posiciones si Jaume Collboni es el candidato, si Jaume Collboni no rompe la baraja para desmarcarse de los aspectos más negativos de la gestión de Colau, una gestión, insisto, que cada día más aglutina más detractores.
Por tanto, el PSC debería dar un paso y más tras la remodelación del Gobierno. Ha sido la primera crisis del Gobierno de España donde el PSC no ha pintado absolutamente nada. Ni Iceta, ni Illa. De hecho, Miquel Iceta se enteró de que asumiría la cartera de Cultura a las diez y veinte minutos de la mañana del sábado 10 de julio. Aceptó a regañadientes y por responsabilidad y parece que ya se está arrepintiendo. El motivo, no poder cambiar la estructura de un ministerio que no tiene ni una secretaría de Estado y no la va a tener por decisión del propio Sánchez, algo que no ha sentado bien al todavía primer secretario del PSC. Illa tampoco tuvo noticia. Ni siquiera del nombramiento de la ministra de Fomento.
El PSC ha perdido toda influencia. A pesar de las muchas crónicas que apuntan de una fuerte presencia de catalanes en el Ejecutivo, lo cierto es que esos nombramientos se han hecho al margen del PSC. O sea, Salvador Illa ya no tiene la confianza de Sánchez y su papel como líder de la oposición tiene poco margen en esta legislatura en el Parlament. Los socialistas tienen 10 meses para tomar una decisión. Cambiar de candidato, cambiar a Collboni por Salvador Illa.
El motivo no es que Collboni no haya hecho su trabajo, que no haya marcado su propio perfil en el gobierno municipal, que haya hecho dejación de responsabilidades. El motivo es que el PSC necesita un recambio para llevar el efecto Illa al consistorio barcelonés, a la capital de Cataluña, y aspirar a ser el ganador de las próximas elecciones. Illa conoce bien el Ayuntamiento de Barcelona porque ha tenido responsabilidades en el consistorio. Conoce bien la política municipal porque ha sido alcalde de La Roca, y conoce bien como aprovechar sus oportunidades. Lo demostró con el efecto Illa en las elecciones del Parlament y demostró con su férreo tesón para recuperar la alcaldía de La Roca por mayoría absoluta después de ser apeado de la vara de mando por una moción de censura del resto de fuerzas en el consistorio.
Illa además podría ganar apoyos en sectores no socialistas que desconfían de Collboni y que desconfían de Maragall, no por ser independentista, sino porque el candidato de ERC no genera confianza. Al menos genera tanta como Colau. Illa puede ser la alternativa y el PSC haría bien en retomar la iniciativa reflexionando sobre la cuestión del cambio de candidato. Si no lo hace, esa oposición generalizada no tendrá una referencia, porque Collboni no lo es. Surgen muchas voces por la Barcelona del SÍ, frente a la Barcelona del NO, por la Barcelona activa y progresista, frente a la Barcelona deprimida y en miniatura, como escribía hace unos días el que fuera primer secretario del PSC de Barcelona, Joan Ferran. Barcelona no puede desaprovechar la oportunidad de situarse en el mundo por lo que rechazar la ampliación del aeropuerto, dar la espalda a la industria turística y de la restauración, o bloquear el consenso sobre la movilidad urbana no son de recibo. Barcelona tiene que ser atrevida, no aburrida, y amable y no antipática. Collboni no representa esta alternativa porque su persona está ligada al gobierno de Colau. Illa podría abrir un nuevo escenario y sin nuevo escenario Colau y Maragall tendrán la sartén por el mango y el PSC solo puede aspirar a ser un invitado de piedra. Illa debe tomar una decisión y más cuando de Pedro Sánchez puede esperar más bien poco.