Leo Messi ya forma parte de la historia del FC Barcelona. De una historia incompleta, por su inesperada salida del club y por la sensación de que podía haber ganado más títulos de prestigio en la primera entidad deportiva de Cataluña. Muy emocionado, roto por el dolor, el crack argentino abandona el Barça, el club que agrandó su figura y al que elevó a la cima mundial, en el momento más inesperado, cuando todos daban por hecha su renovación. Su flechazo con Joan Laporta no tuvo el final feliz deseado y la ruptura será dolorosa.
Laporta justificó la salida de Messi en la nefasta gestión del ex presidente Josep Maria Bartomeu y en el límite salarial de la Liga. Sorprende su despedida porque las reglas del juego estaban marcadas de antemano y el presidente deslizó un total acuerdo con el futbolista, que se rebajó considerablemente su ficha. Laporta, sin embargo, comprendió que no podía hipotecar al club y cambió la baraja. Le entró vértigo cuando vio los números de la entidad y, posiblemente con buen criterio, dio por finalizada la exitosa etapa del astro argentino. El máximo dirigente, sin embargo, tenía que haber actuado mucho antes.
En su despedida, Messi ha asegurado que ha hecho todo lo posible por quedarse en el Barça. Su afirmación, cuanto menos, es dudosa, aunque es cierto que asumía una importante rebaja salarial. Faltaría más, con 34 años cumplidos. El futbolista, sin embargo, debería recordar capítulos pasados, sus amenazas para romper anteriores contratos y sus peticiones a Bartomeu, un presidente al que le faltó carácter para frenar los caprichos del crack.
El mejor Barça de la historia se explica desde Messi, pero también Messi explica la precaria economía de una entidad excesivamente generosa con los salarios de sus futbolistas. Bartomeu no supo cerrar el grifo en su día y firmó contratos vergonzosos, exagerados, que han colocado al club en una situación límite. Los salarios, por ejemplo, de Coutinho, Pjanic, Umtiti y Griezmann son un insulto a la inteligencia humana, como estos y otros tantos fichajes sobredimensionados. En cualquier otra empresa, sus responsables estarían en la calle desde hace mucho tiempo.
A Laporta no le queda más remedio que reducir la masa salarial del Barça. De momento, la predisposición de los jugadores es escasa o nula. Sus planes han saltado por los aires cuando ha llamado a los representantes de los futbolistas mejor pagados y a los jugadores que no entran en los planes de Koeman. Nadie está por la labor de rebajarse un euro y el problema es mayúsculo. Laporta lo tiene mal. Muy mal.
Messi, mientras, llora de frustración e impotencia, pero pronto tendrá otro contrato millonario. Podía terminar su carrera deportiva en un torneo exótico, pero, competitivo en grado superlativo como es, lo quiere hacer en un club de élite. Normal, pero podría aprender de Pau Gasol, que se rebajó el salario al mínimo para poder competir con el Barça después de acumular una gran fortuna en Estados Unidos. También estaría bien que recapacitara sobre el quilombo que montó cuando Bartomeu pidió una rebaja salarial a toda la plantilla en los momentos más duros del coronavirus y cuando pidió su salida a través de un burofax.
Por su legado, Messi sale del Barça con todos los honores. Nadie duda que ha sido el futbolista más importante de su historia, pero tarde o temprano el club tenía que iniciar una nueva etapa sin la gran estrella que ha iluminado su fútbol de autor. Ahora, el Barça debe ser un grupo mucho más coral y solidario. Sin Messi nada será igual. El Barça tendrá menos calidad pero será más EQUIPO. Y cuando pintan bastos, tal vez sea un buen momento para iniciar un nuevo ciclo que puede ser tranquilo o muy turbulento. Laporta no lo tendrá fácil. Desgraciadamente no tiene un plan. El Barça vive en la improvisación cuando requiere más profesionalidad que nunca. Sin Messi, es una buena ocasión para enterrar los egos y remar todos en la misma dirección. Sin Messi, el Barça también fue grande. El reto es mayúsculo, impropio para cobardes.