“No estoy pensando en otro sitio que en Barcelona”, dijo la alcaldesa Colau cuando aparecieron informaciones sobre su futuro inmediato en la política nacional. Por un lado, la alcaldesa no miente cuando dice que seguirá al frente del consistorio y no se marchará a otras aventuras, pero no dice toda la verdad.
Primero, si Colau dimitiera y se incorporara en cuerpo y alma al proyecto que, con mucha prudencia, está elaborando Yolanda Díaz para impulsar a la izquierda del PSOE en España, los comunes perderían la alcaldía de Barcelona. Me explico. En un Ayuntamiento, si el alcalde dimite el nuevo candidato o candidata debe ser elegido por mayoría absoluta del pleno. Si esto no se consigue, el alcalde sería el líder de la lista más votada. Por tanto, Colau debe pensar que los experimentos, con gaseosa. Para que su propuesta prosperara debería contar con el apoyo del PSC y con al menos dos regidores de la derecha. No parece que a estas alturas Manuel Valls y Eva Parera, ahora diputada del PP en el Parlament, estén por la labor. Tampoco parece que los tres regidores de Ciutadans y los dos del PP se sumaran a esta iniciativa, y menos ERC, que sería la gran beneficiada de esta operación que podría llevar a Maragall a la alcaldía.
Por tanto, Colau no miente, “no estoy pensando en otro sitio que en Barcelona”, porque perder la alcaldía no está en sus planes. Además, la marcha de Colau antes de las elecciones dejaría en la inopia a los comunes, que perderían a su gran capital político. Sin Colau, los comunes no serían lo mismo y la derrota estaría garantizada.
La victoria de los comunes en unas elecciones está complicada. De hecho, la última encuesta municipal los sitúa en segunda posición detrás de Esquerra Republicana. Por eso, los comunes trabajan en otra hipótesis: mantenerse en el gobierno municipal pactando con la que podría ser la primera fuerza. Así se entienden los arrumacos de comunes y republicanos en presupuestos, en su postura sobre la ampliación de El Prat y en otras muchas cuestiones, porque los comunes están trabajándose la etapa post Colau, que llegará en 2023. No es baladí que Eloi Badia propusiera a Jordi Cuixart como pregonero de Gràcia. Era todo un guiño a los republicanos. Por eso, Colau pasó de llamar intransigentes a quienes la abuchearon y a llorar como zarina ofendida, a restar importancia a estos hechos, porque los que la abuchearon son el comodín de los comunes para continuar en el gobierno municipal.
Es en ese momento, cuando Colau dejará de pensar sólo en Barcelona. Si pierde y no es alcaldesa dejará el Ayuntamiento y se dedicará en cuerpo y alma a un nuevo proyecto. Las fechas la acompañan porque las municipales, en principio, se celebrarán antes que las generales, por tanto no sería de extrañar ver a Colau como cabeza de cartel en las generales de 2023 por Barcelona.
Este es el plan. Si se pierden las elecciones, los comunes se garantizan su supervivencia con un pacto con ERC. Si ganan sería otra cosa, lo que pasa es que es harto improbable. Y una vez pasadas las municipales, Colau intentaría recuperar el músculo perdido en manos del PSC y ERC en las generales. Nunca pasará su camino por dejar la alcaldía porque eso sería tanto como entregarla ahora a ERC.
Colau y Yolanda Díaz esgrimen buena sintonía. Colau la necesita para dar el salto a la política nacional, y Díaz la necesita para fortalecer su propuesta en Cataluña. Está por ver cómo se consolida este nuevo proyecto a la izquierda del PSOE en el ámbito nacional, porque Colau es solo Cataluña y Errejón es solo Madrid, mientras que Compromís tiene su ámbito reducido a la Comunitat Valenciana y Podemos parece un partido amortizado. En el resto del país, la izquierda recoge sus cenizas. Veremos si acaba como el fénix y resucita. De momento, Colau busca su sitio en la partida porque su futuro no pasa por Barcelona.