En las últimas semanas se ha iniciado una campaña por parte de ciertos medios de comunicación, periodistas y establishment en general, deslizando la posibilidad y conveniencia de que el candidato del PSC para las próximas elecciones municipales en Barcelona, para las que faltan 21 meses, sea Salvador Illa. Esta posibilidad es presentada como la única alternativa posible al desgobierno municipal actual de Colau, el propio PSC y el apoyo inestimable de los independentistas de ERC, aludiendo al supuesto efecto Illa.
En primer lugar, dejar claro que, tal y como se plantea tal posibilidad, es una falta de respeto a todos los barceloneses, tomarlos por tontos y decirles a la cara que no tienen criterio alguno. Las elecciones municipales no dependen de una persona, dependen de muchas, del conjunto de los barceloneses, que son los que toman la decisión con su voto. Así funciona la democracia, pese a que algunos arribistas e interesados no se lo acaben de creer y aún piensen que los alcaldes son designados a través de la dedocracia o ablandando la inteligencia de los débiles votantes, fáciles de engañar.
En segundo lugar, muchos de estos arribistas e interesados obvian, de manera intencionada, que el PSC forma parte del actual desgobierno municipal de Colau y es cómplice de sus políticas. No se puede ser gobierno y oposición a la misma vez. Por tanto, el PSC no puede ser una alternativa para la actual situación de degradación y decadencia que sufre nuestra ciudad, al contrario, es tan culpable de ello como la propia Colau. Por mucho que el PSC intente un lavado de cara cambiando el candidato, lo que nunca podrá cambiar es el soporte férreo a las nefastas políticas implantadas por el desgobierno en Barcelona.
El soporte al desurbanismo táctico que tantos problemas están ocasionando a nuestros ciudadanos; el soporte a la prohibición de derechos y libertades como las 6.000 familias cuya actividad de les Llars Compartides han visto prohibida a partir de este mes de agosto, dificultando que lleguen a final de mes; el soporte a la turismofobia implantada en la ciudad por los comunes, que lo único que consigue es hacerlo pasar mal a nuestras pymes y pequeños comercios, que muchos de ellos se han visto obligados a cerrar sus persianas, por mucho que nos vendan lo contrario, solo hace falta dar una vuelta para darse cuenta; el soporte a la subida abusiva e indiscriminada de impuestos que afecta a todos los barceloneses por igual, tasas como la doble factura del agua o el aumento terrible de la tasa de terrazas que tanto perjudica a nuestros restauradores; el soporte a los fracasos reiterados del concejal Badia, valga como ejemplo esa eléctrica pública que sangra los bolsillos de todos los barceloneses, sin apenas clientes y que además es igual de cara o más que las de la competencia; el soporte a la política autoritaria de “ordeno y mando” de espaldas a la ciudadanía, como por ejemplo la instauración del sistema de recogida puerta a puerta en el distrito de Sant Andreu, otro fracaso, además sin el consenso con los vecinos; el soporte a las políticas sin resultado en materia de seguridad, Barcelona cada vez es una ciudad más insegura, aumentan los delitos, el top manta o las okupaciones; el soporte a las políticas y gestos de independentistas acomplejados y abrazafarolas, de reciente recuerdo el pregón del condenado Jordi Cuixart en Gràcia, de ingrato recuerdo para Colau y sus lágrimas, y precisamente indultado por los socialistas, o la ridícula performance en el Salón de Plenos del Ayuntamiento con la foto del Jefe del Estado, el Rey. De todo esto y mucho más es culpable y cómplice el PSC, por mucho que cambien a su candidato o siga el mismo, es exactamente igual.
En tercer lugar, el efecto Illa ya tuvo su oportunidad y la ha desaprovechado. Vino a Cataluña con la etiqueta de salvapatrias, mintiendo, seguimos esperando que se presente a la investidura, tal y como repitió tantas veces en campaña y en la que en ningún momento se dijo que se iba a indultar a todos aquellos condenados por perpetrar un golpe a la democracia en el año 2017. Cierto es que consiguió ganar las elecciones, pero no ha servido para nada, esos votos han resultado inútiles para pasar página, como decían en campaña, al contrario, sirven para seguir blanqueando las políticas independentistas que solo se centran en una parte de la población. A cambio, el PSC de Illa se ha inventado un “gobierno alternativo” que solo existe en su mente y que es motivo de risa y burla del resto. Ante el fracaso de la “operación Illa” no puede existir una segunda parte en el Ayuntamiento de Barcelona.
En cuarto lugar, en el Ayuntamiento de Barcelona ya existe una oposición, es la que representa el grupo que lidero desde hace dos años, Ciutadans. Nadie puede poner en duda que somos el único grupo que se ha opuesto a la multitud de barbaridades del desgobierno de Colau y el PSC, por eso somos los únicos que hemos votado en contra de los dos presupuestos municipales de este mandato. No existe otro grupo municipal que pueda decir eso, ninguno, todos en un momento u otro han sucumbido a los cantos de sirena del desgobierno. Nuestro grupo se guía por la coherencia y el sentido común, por ello también, desde el primer momento hemos presentado y hemos puesto sobre la mesa del desgobierno, planes con la intención de mejorar la vida y el bienestar de los ciudadanos de Barcelona, seguridad, cultura, medidas sociales, seguridad vial, propuestas económicas para las ordenanzas y presupuestos pensando en nuestros autónomos, comercios y pymes, cultura, entre otras, y que no han tenido respuesta positiva por parte del desgobierno, de hecho, muchas de ellas no han obtenido ni tan solo una respuesta.
A pesar de las dificultades derivadas de la pandemia, hacemos política a pie de calle, con nuestro equipo, concejales, asesores y nuestros consellers de distrito. Estamos con las entidades, con los vecinos y escuchamos sus quejas y problemas y les proponemos soluciones, que no son tenidas en cuenta por parte del desgobierno.
Aunque a muchos les pese y lo quieran esconder, en Ciutadans tenemos equipo y proyecto, lo estamos construyendo sobre la Barcelona real, la de los ciudadanos, y lo ofreceremos como alternativa a la situación de degradación actual, con humildad, sin ser presuntuosos, pero con toda la ilusión y el trabajo realizado durante este mandato. Serán los barceloneses los que tengan la decisión en sus manos y la última palabra, depende de ellos, del conjunto, y no de una única persona. Así entendemos nosotros la democracia, lejos de personalismos y salvapatrias.