Ada Colau no asistió a la manifestación en Barcelona contra la ampliación del aeropuerto, tal vez porque ya se había manifestado en contra de ésta (al alimón con la ministra Yolanda Díaz), tal vez porque dicha manifestación, una vez conseguidos los objetivos ecologistas, resultaba un pelín redundante. TV3 nos la ofreció en todo su esplendor, propio de un cuadro ruso de la era soviética: familias felices, niños sonrientes, viejos concienciados...¡El pueblo en marcha, vaya! Para no dar puntada sin hilo, pudimos ver también a los participantes en una siniestra reunión pro ampliación de la pista tres, una colección de tipos torvos con traje y corbata y cara de pelotazo inmobiliario. Por un lado, los buenos; por otro, los malos. Nada a lo que no nos tenga acostumbrados la nostra. Del deseo de los propietarios de la Ricarda de venderle la finca a Aena, ni una palabra, aunque dicho deseo tenga toda la lógica del mundo: como segunda residencia, la bonita casa que se alza en la finca es un desastre inhabitable por culpa del ruido que hacen los aeroplanos al sobrevolarla (según un amigo que la visitó, cuando pasa un avión, no te enteras de lo que te cuenta la persona situada a menos de un metro de ti).
Hay que ver cómo nos gusta plantear las cosas en términos a lo David y Goliat. En este caso, Goliat es Aena y David, los pobres patitos que habitan la Ricarda. Y aunque de vez en cuando salga por la tele gente aparentemente bien informada que nos cuenta que el aeropuerto de Barcelona está saturado y corre el riesgo de convertirse, no ya en un hub, sino en una instalación de tercera, o que la ampliación traería aparejada una morterada de pasta y de puestos de trabajo, o que rechazar una inversión de 1.700 millones es del género tonto, aquí no nos bajamos del burro porque sabemos que nos asiste la razón y, sobre todo, que estamos en el lado correcto de la historia.
Nuestra alcaldesa llegó a hablar de pelotazo urbanístico, aunque no se entienda muy bien a quién se le podría ocurrir edificar en una zona donde el ruido de los aviones no te deja vivir en paz. Pero, de momento, ni pelotazo ni nada de nada: hemos salvado la Ricarda en particular y el planeta Tierra en general y de ahí no hay quien nos mueva. Por parte catalana, ni el más mínimo intento de llegar a un acuerdo con el estado, que no será tan tonto (aunque a veces lo parezca) como para proponer un plan que no pase el filtro ecológico de la Unión Europea. Aquí nos va el no a todo, y entre los lazis, que le suponen a la inversión estatal un ansia de dominio en forma de limosna, y los comunes, que se han propuesto salvarnos de nosotros mismos, nos quedamos con un aeropuerto que cada vez va a ser más de risa y más irrelevante. ¿De verdad no había manera de llegar a un acuerdo para ampliar el aeropuerto con una afectación mínima al medio ambiente? Personalmente, lo dudo, pero supongo que se trataba de sobreactuar, cada uno a su manera: los lazis rechazan la inversión porque quieren controlar las estructuras aeroportuarias, y los comunes no dejan pasar ninguna oportunidad de conducirnos a todos a vivir como los amish.
Nadie duda de que existe una emergencia climática y de que los humanos deberíamos dejar de cagar donde comemos, pero hay que encontrar un término medio razonable entre la defensa del medio ambiente y el progreso social, y eso es algo que ni se ha intentado por parte de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona. La inútil manifestación no era más que una manera de gritar “¡Hemos ganado, jodeos!”. Menos mal que, cuando veamos que el aeropuerto de Madrid crece sin parar mientras el nuestro languidece, siempre nos quedará el consuelo de haber salvado a los patitos de la Ricarda. El que no se conforma es porque no quiere.