Barcelona se ha quedado sin calles y sin plazas. Las primeras, que un día fueron de Fraga (“la calle es mía”) son ahora de los CDR: “Las calles siempre serán nuestras”. Deben de tener razón porque cuando salen a quemar contenedores a apedrear policías o a cortar las carreteras y vías nadie les tose. Durante un tiempo, los Mossos denunciaron a algunos alborotadores, pero los mandos políticos del Departament d'Interior han tenido a bien no cursar las denuncias. Después de todo, son gamberros pero patriotas que luchan aguerridamente contra la opresión del “Estado Español”, el mismo que represivamente paga los sueldos de muchos de sus papás.

Los consellers d'Interior que tanto se han esforzado en la defensa de los derechos de los barceloneses, consintiendo que CDR y otros incívicos campen a sus anchas, son Miquel Buch, Miquel Sàmper y Joan Ignasi Elena. Este último fue militante del PSC hasta que se quedó sin cargo y se pasó al independentismo.

A rebufo de los CDR llegaron los botelloneros. Al no disponer de calles, ocupan las plazas y las playas, en nombre de la libertad para emborracharse. Se ha detenido a algunos, pero sin excesiva convicción, no vaya a ser que se les perdone igual que a los patriotas. O que sean los mismos.

Así va Barcelona. Cuando no se manifiestan los quemadores de mobiliario urbano lo hacen los taxistas o los empleados de empresas más o menos en apuros; de noche, toman la ciudad los santos bebedores, a los que el consistorio abre el metro para que no tengan que conducir cocidos. Y luego cualquier excusa es buena para liarla, especialmente si hay guardias (del cuerpo que sea) para lanzarles botellas o extintores o quitarles los chalecos antibala.

Pirómanos y alcohólicos se quejan de la represión. Se les nota que andan muy reprimidos, pero debe de ser porque no ligan.

Acaba de estrenarse en los cines barceloneses Maixabel, una espléndida película de Icíar Bollaín que cuenta los sufrimientos de Maixabel Lasa. Su marido, Juan María Jáuregui, fue asesinado por un comando de ETA, organización terrorista vasca que pretendía lograr la independencia de Euskadi pistola en mano o a bombazos. Jáuregui era miembro de Gesto por la paz y su viuda siguió promoviendo la reconciliación, lo que no implica en modo alguno olvidar el dolor y las responsabilidades. En un momento del filme, los acusados de disparar y matar a Jáuregui gritan llamando asesinos a las víctimas.

Salvando las distancias, en Barcelona se vive cada día esa paradoja: quienes violaron las leyes para declarar la República de unos pocos segundos acusan a los demás de no reconocer la autoridad del Parlament; quienes organizaron una patochada llamándola referéndum, no paran de llamar antidemócratas a quienes defienden la ley y las formas que ésta establece como garantía de cualquier votación; quienes intentan imponer su voluntad por la fuerza ocupando las calles y quemando la ciudad sostienen que los autoritarios son quienes los sufren.

A los socialistas y a los comunistas, la defensa de las libertades les supuso no pocos muertos, además de años enteros en la cárcel, tras haber sido torturados con saña. Mientras, quienes luego simpatizarían con CDC se dedicaban a ganar dinero: el padre de Pujol, condenado por tráfico de divisas; el padre de Artur Mas, con cuentas en Suiza, en las que figuraba su hijo como beneficiario; los familiares directos de Pere Aragonès, enriquecidos al calor del franquismo más duro. ¡Qué represión más cruel! ¡Obligados a hacerse ricos! Y la cosa sigue: Laura Borràs, por ejemplo, lo pasa fatal por tener que cobrar 155.500 euros al año.

¿Cuántos muertos tienen esos reprimidos? Ninguno. Algunos militantes del partido del 3% acabaron en la cárcel y otros están encausados pero, en su inmensa mayoría, estas causas tienen que ver con gestiones ocultas para enriquecerse. Desde el fraude fiscal de Pujol hasta las maniobras de sus vástagos o las sugerencias opacas de Marta Ferrusola a favor de Hidroplan, pasando por las turbias actuaciones de Josep Maria Cullell, Macià Alavedra, Jaume Roma, Lluís Prenafeta o Planasdemunt (éste era de Unió, el partido de Duran Lleida y Josep Maria Servitge, también condenado), por citar sólo algunos casos.

Y, a pesar de todo, conviene no perder de vista el mensaje de Maixabel Lasa: el futuro sólo se escribe con diálogo, entendiendo y explicando. Habrá que hablar un día hasta con los que incendian la ciudad. Con los que dicen que España es sólo Vox (que también lo es) y con los que dicen que Cataluña es sólo Junts (que no es el caso).

Si algo enseña la película (la vida) de Maixabel es que se puede razonar y que la convivencia no puede ser nunca excluyente.