Los vaivenes de la política catalana han quedado patentes en cuestión de horas. Si durante la semana la debilidad de Ada Colau quedaba manifiesta porque salvaron los presupuestos por la campana agitada por Barcelona pel Canvi y la edil no adscrita, Marilén Barceló, han iniciado esta luciendo músculo. Los comunes, con Jordi Martí a la cabeza, daban por hecho que los republicanos de Ernest Maragall darían el visto bueno a los presupuestos. Dieron su apoyo el año pasado, que era más difícil. Este, con unas cuentas expansivas, insufladas con 3.400 millones de euros, parecían el Edén que nadie podría rechazar. Los comunes daban por sentado que la derecha, independentista y constitucionalista, iba a negarles el pan y la sal, pero no esperaban el zarpazo de los republicanos.
El zarpazo de Maragall apenas duró una semana porque la necesidad obliga. Los comunes se han revelado como la muleta de Aragonès tras la espantá de los cuperos. Se vistió el líder de los republicanos de Barcelona de buitre sacando los ojos a los comunes dejándolos solos en los presupuestos para volver a comer, resabiado y contrariado, de la mano de Ada Colau. ¿La razón? Que Aragonès lo llamó al orden para garantizar los presupuestos de Cataluña. “Señor, sí señor”, ha sido su respuesta.
Aragonès ha obligado al líder del partido en Barcelona a bajar la cabeza. Se le ha notado a Maragall su malestar cuando dijo que “tomo nota” de lo sucedido. No le ha gustado un ápice, pero salvar los presupuestos de Cataluña obliga, sobre todo, porque hacerlo con los comunes deja a los socialistas arrinconados y con escasa movilidad en el tablero político catalán.
El presidente de la Generalitat ha arriesgado y se la ha jugado, pero la jugada le ha salido, en principio bien. Ciertamente se rompe la entelequia de la mayoría independentista, el repetido 52%, pero salen las cuentas y rompe la política de bloques, aunque desde Junts el malestar también es evidente.
La jugada ha dado dos ganadores, ERC y los comunes. Los primeros porque salvan su pelota de partido, los segundos porque vuelven a la política catalana por la puerta grande gracias a los aspavientos de la CUP. Quedan tres perdedores. Los independentistas radicales que, una vez más, han desaprovechado su oportunidad de ser centralidad y en esta oportunidad se han quedado sin su regalo más preciado. En 2015 enviaron a la papelera de la historia a Artur Mas y ahora no han podido repetir la jugada. Ha podido más en los cuperos su gen destructor y por lo que parece ha sido más autodestructor.
Los socialistas también pierden porque siguen sin poder ser el elemento central de la política catalana y Junts, que ha vuelto a ver como ha perdido el pulso con su enemigo íntimo. Illa tendrá que volver a esperar su momento porque éste ha pasado de largo, y Junts tendrá que hacer un acto de contrición para esclarecer su futuro porque el movimiento de Aragonès es un trágala con todas las letras.
Colau ha recuperado posiciones. Hace una semana era la reina desnuda y ahora ha salido fortalecida. Habrá que ver hasta dónde llegará el cabreo de Maragall que se ha visto vejado por su propio partido. Es lo que tiene pensar que es el centro de la política y que Barcelona le caerá como fruta madura. La política catalana sigue en el alambre, pero en las últimas horas ha caído la entelequia de la unidad independentista, la lucha cainita entre ERC y Junts ha dejado otro episodio para la “historia”, y la izquierda rompe con la política de bloques. La izquierda de Colau, porque el PSC se ha quedado como el caballero de la triste figura lo que pone a Collboni en una situación todavía más complicada.