Barcelona queda lejos de ser una ciudad puntera en lo que se refiere a parques infantiles inclusivos.
Muchos parques infantiles ni siquiera están adaptados, es decir, ni siquiera pueden acceder a ellos familias con algún miembro en silla de ruedas. Y de los que sí son adaptados, no son inclusivos. Eso quiere decir que, por un lado ni contemplan toda diversidad funcional y/o congnitiva y por otro lado, que no son espacios donde la família completa pueda disfrutar del juego al mismo tiempo.
Barcelona no tiene paques infantiles donde se pueda jugar colectivamente con independencia de las capacidades de cada criatura.
Por eso una madre del barrio de La Sagrera ha diseñado un proyecto para el primer parque inclusivo que ha resultado se uno de los ganadores en los presupuestos participativos del Distrito de Sant Andreu.
Es un proyecto trabajado con rigor, que no entiendo como no inspira al Ayuntamiento de Colau-Collboni cuando habla de ciudad apta para el juego, que parece que se limita a instalar bolas de hormigón y pintar el asfalto.
Crear parques inclusivos, no solo es un derecho que tienen las familias, sino que es una gran herramienta educacional sobre la diversidad que ayuda a normalizar las diferentes capacidades de las personas desde la infancia, evitando así futuras discriminaciones.