Con la publicación del último barómetro municipal, elaborado por el propio Ayuntamiento de Barcelona, se ha vuelto a acreditar una obviedad que la gran mayoría de barceloneses ya sabíamos, y que un año más ha tenido que quedar certificado mediante un 21% de encuestados: la inseguridad sigue siendo el primer problema de los barceloneses.
Las políticas de seguridad deben ser alguna cosa más que poner más luz en las calles o mantenerlas más limpias (con mal ejemplo he empezado este artículo, porque la suciedad en las calles es el segundo problema detectado en el barómetro municipal). Y sobre la iluminación, ¿qué decir? Barcelona de noche se parece más a la tenebrosa Gotham City de Batman (oscura, tétrica y profundamente asentada en la decadencia social, capaz de atraer a los peores monstruos de la noche), que aquella Barcelona post olímpica que nos hizo sentir tan orgullosos delante del mundo.
Las políticas de seguridad se han convertido en la falacia fácil para los no iniciados en el mundo de la seguridad, para los que han querido hacer creer a la ciudadanía que con buenas intenciones, buenas palabras y mucha imaginación, el mal desparecerá, al igual que como cuando éramos pequeños nuestros padres nos decían que si cerrábamos los ojos muy fuerte, nuestros peores miedos desaparecerían.
Pues la realidad es otra y siento ser yo quien rompa este buen deseo. Cerrando los ojos o mirando hacia otro lado los incívicos, carteristas, atracadores, agresores, violadores, asesinos, etc. no desaparecerán; todo lo contrario, ignorándolos o siendo lentos en la solución del problema solo los haremos más grandes, más informados y más organizados para seguir evolucionando más rápido en sus técnicas delictivas.
A ello debemos sumar el descrédito de nuestras policías por parte de los infantiles partidarios de la Gotham City de los cómics, populistas e independentistas de todos los pelajes. Si no cuentan con el apoyo institucional y político, solo conseguiremos una ciudad sin ley ni orden, una ciudad donde el mal se sienta cómodo para corromper los cimientos de nuestro estado de derecho, una ciudad en la que pasear se convierta más en una experiencia de riesgo que en un placer.
Para resolver esta situación necesitamos dotar de confianza a las policías, pero también de efectivos y material. Es por ello que desde Valents hemos trabajado para que el presupuesto municipal destinara partidas a la creación de nuevos puestos para Guardia Urbana, llegando a los 3.500 agentes en 2023, así como la dotación de presupuestos para material. Todo ello sin olvidar la implantación de las comisarías de noche en todos los distritos de Barcelona. Hasta el momento, la Guardia Urbana tenía una comisaría de noche compartida entre varios distritos, lo que dificultaba poder garantizar la rápida actuación ante los avisos.
No debemos olvidar que cada dos minutos y medio se comete un delito en la ciudad de Barcelona. Los cuerpos y fuerzas de seguridad han de volver a liderar el espacio público como espacio de convivencia, en el que los delincuentes no sean los reyes del lugar. Sin seguridad no hay libertad, y sin libertad no hay democracia. Ley y orden.