El independentismo radical está perdido. Su proyecto agotado. Y su capacidad para meterse en el centro del debate público es cada día más limitada. De hecho, para conseguirlo, sus lideres necesitan gesticular de forma cada día más extremada.

Instalados en un sinsentido que evidencia a diario sus incongruencias Laura Borràs, presidenta del Parlament de Cataluña, decidió el pasado sábado sumarse a la concentración ilegal programada por el separatismo radical en la Meridiana y capitaneada por el terrorista Frederic Bentanachs, fundador de Terra Lliure.

Los cortes de la Meridiana han sido insufribles para los vecinos. En demasiadas ocasiones hemos visto situaciones de mucha tensión entre los vecinos y quienes cortaban la calle. Vecinos que tras cientos y cientos de días sufriendo las molestias de que unos pocos cortaran una vía principal de la ciudad pasaban de la indignación a la resignación sabiendo que quienes gobiernan Cataluña son precisamente quienes alientan este tipo de inconvenientes. Y no solo los alientan, sino que protegen a quienes los perpetran. 

La chulería de los energúmenos instalados en la Meridiana hacía que la situación fuera muy complicada. Actuaban como si la calla fuese suya. De hecho así lo ha coreado el separatismo durante años. Y podían hacerlo porque se sentían protegidos y “ungidos” en cierto modo por aquellos que viven con su misma sensación de superioridad moral.

Son más de 800 días de cortes continuados y con una situación insostenible y estúpida. Recordemos que estos octogenarios (en su mayoría) fanáticos se “manifestaban” a diario por la liberación de los separatistas que estaban en la cárcel y el indulto del gobierno los sacó hace ya tiempo.

La Generalitat finalmente ha considerado que la “manifestación” tal como la hemos sufrido hasta la fecha debe hacerse compatible con los derechos del resto de los vecinos. Han tardado más de 800 días en darse cuenta de que esto es una auténtica barbaridad.

Y ahí es donde entra en escena la desesperada presidenta del Parlament. Laura Borràs decidió acudir el pasado sábado a la manifestación para después de acercarse a Nou Barris, largarse con Alfonso Cuevillas a comer ostras mientras los más crédulos y sectarios de la parroquia seguían con su manifestación ilegal encantados con el hecho de que la presidenta del Parlament hubiese tenido a bien hacer acto de presencia.

Podríamos entrar en lo denigrante que es para la institución el hecho de que su presidente decida manifestarse contra el gobierno que representa, pero a mi me parece todavía más esperpéntico que alguien con dos dedos de frente sea capaz de defender el atropello constante a los derechos de los pobres vecinos y vecinas que viven en la Meridiana. ¿Cómo es posible considerar ni medio normal alterar la vida de vecinos y vecinas a diario durante cientos de días? ¿Qué opinaría la señora Borràs si durante años no pudiera llegar a su casa en coche? ¿O si bloqueásemos el paso a algún comercio de alguien de su familia?

La falta de interés del independentismo por las consecuencias que tienen sus actos son terribles. Aunque en realidad, interés por sus actos tienen, pero por las consecuencias que puedan recaer sobre ellos. Por eso la misma que fue a cortar la calle el pasado sábado tuvo muy claro que tocaba desdecirse de lo de no retirar el escaño al diputado de la CUP Pau Juvillà. Porque lo de manifestarse, cortar calles y fastidiar la vida de los vecinos es una cosa, pero arriesgarse a que la imputen por desobediencia y la acaben inhabilitando es otra muy distinta. Que otros se vean perjudicados en sus negocios no es importante, que yo me quede sin trabajo es otra cosa.

Y esque al final es más de lo mismo. Los vecinos no importan, importa que me voten. Los vecinos, así en genérico, no importan, importan únicamente los que piensan como yo. Los vecinos de hecho no importan, lo que importa de verdad es mantenerse en el poder. Y si para ello tengo que decir que me parece bien que se complique la vida a ciertos vecinos porque mi causa está por encima de sus tristes vidas pues se dice. Sobre todo si hablo de vecinos que históricamente nunca me han votado. Barcelona no les importa lo más mínimo. Nunca les ha importado.

Y este es el drama del separatismo que encarna Laura Borràs. Que lo único importante es el delirio que les ha permitido llegar al lugar en el que se encuentran ahora mismo. Los derechos de los trabajadores, el bienestar de las familias, la prosperidad de los comercios...nada de eso es importante.

Siempre he creído que este sinsentido no puede durar mucho más. El sentido común debe terminar por imponerse. Sus contradicciones deben quedar cada día más en evidencia. ¿Alguien imagina a Meritxell Batet cortando la M-30? Así de ridícula se ha tornado la política en nuestra tierra.