Si paseas por Barcelona te das cuenta de que nuestra ciudad se ha convertido en una ciudad de laberintos intransitables. La renovación a la que nos somete el gobierno de Colau y el PSC, lejos de un desarrollo y un ordenación, se presenta como la destrucción definitiva del plan Cerdà.
Idelfonso Cerdà definía que la mejor idea siempre es inútil cuando no se presenta a la vez con los medios necesarios para realizarla. Por eso, cualquier proyecto urbanístico debe ser viable y rentable, y debe representar un beneficio para el ciudadano, y no únicamente un coste.
El urbanismo táctico de Colau, lejos de ordenar, desordena; lejos de desarrollar, limita; lejos de pacificar, genera conflicto.
Actualmente, vemos como el consistorio barcelonés pretende establecer ciertas reformas y modificaciones que, en ocasiones, no entienden bien ni la ciudadanía, ni algunos urbanistas.
Hemos visto que han aparecido actuaciones, mal llamadas de “urbanismo táctico”, que han contribuido a dibujar una ciudad sin un modelo urbanístico claro. En definitiva, muchos colores y muchos obstáculos que interfieren en la ciudad generando más contaminación y atascos.
Nadie entiende los bloques de hormigón, las bolas de cemento y las mini pistas de atletismo, en medio de una ciudad, que nadie utiliza. Esas medidas usurpan el espacio público que ha funcionado durante años. Hay un dicho popular que recomienda que si no vas a mejorar lo que hay, mejor no lo modifiques. Y no olvidemos que todas estas actuaciones se pagan con el dinero de todos los barceloneses.
Una gran ciudad como es Barcelona debe ofrecer algo más que rutas peatonales para paseo (que son importantes); también debe permitir acceso a restaurantes, comercios, talleres, consultas, hoteles y un sin fin de locales y espacios de servicios.
Muchas veces, las "pacificaciones" no se hacen pensando en las personas mayores o con movilidad reducida, que no pueden tomar esa elección deambulatoria y de movilidad.
Están previstas más de 20 actuaciones en la vía pública entre el 2022 y el 2030, entre ellas las famosas superilles. Muchas de ellas ya han afectado, negativamente, a la economía de los comerciantes de las zonas en las que han sido implementadas.
Si el gobierno municipal fuera responsable, no ejecutaría más obras de este tipo. Unas obras que, según los expertos, crearán mas congestión, contaminación y afectarán, de manera muy negativa, al acceso de los vehículos a nuestra ciudad.
Se debería priorizar la mejora del transporte público para mejorar la movilidad de los ciudadanos, así como mejorar la planificación de las obras, que en ocasiones se convierten en eternas.
La fijación continua contra los coches y las motos no tiene sentido. Entender el futuro de la ciudad contra el coche y las motos puede resultar muy popular, pero provoca un auténtico caos circulatorio. Nuestra ciudad necesita de menos demagogia política y más análisis.
Barcelona está en manos de populistas y corre el riesgo de convertirse en una ciudad incoherente, poco atractiva y desordenada.