El PSC prevé un sondeo pre veraniego para encontrar a un alcaldable con posibilidades de ganar las próximas elecciones municipales. La iniciativa contrasta un tanto con la defensa numantina que el partido ha hecho hasta ahora de Jaume Collboni y parece encaminada a insinuarle a éste que se vaya poniendo las pilas, no dé nada por garantizado y admita la posibilidad de que tal vez no sea él quien vaya finalmente a batirse con su actual socia de gobierno en el ayuntamiento (hasta se le ha hecho saber que suenan los nombres de Miquel Iceta y María Eugenia Gay). Pasar de dar por hecho que Collboni era el único candidato posible, que es lo que se había hecho hasta ahora, a considerarlo uno más de una competición por el cargo de alcaldable equivale, me temo, a reconocer que el señor Collboni no ha hecho lo suficiente durante su cohabitación obligada con Ada Colau para distanciarse de ella y demostrar a los barceloneses que tiene ideas propias para la ciudad. Y es que, realmente, el amigo Collboni no se ha matado en ese sentido, dando la impresión de priorizar la presencia socialista en el ayuntamiento (aunque fuese en un papel secundario) sobre la influencia socialista en el ayuntamiento, que ha costado de verse, si es que alguien la ha visto (yo, no mucho).
Recuperar Barcelona es una obsesión recurrente del PSC, pero también del PSOE: ya que Madrid parece irrecuperable para los restos, intentemos al menos hacernos con esa Barcelona en la que mandamos durante tantos años, cuando mucha gente confiaba en nosotros como contrapeso del nacionalismo instalado en el otro lado de la plaza de Sant Jaume. Ese podría ser el lógico deseo de los sociatas, y no seré yo quien se lo afee. De hecho, soy de los que echan de menos aquella Barcelona que ejercía, con mayor o menor fortuna, con más o menos decisión y eficacia, de dique ante los delirios de los nacionalistas. Tal vez no lo hicieron con la vehemencia necesaria, pues siempre fueron víctimas de cierto síndrome de Estocolmo que les llevaba con frecuencia a sobreactuar en temas relacionados con la catalanidad, pero ahí vamos a parar a un viejo problema del PSC que nunca ha acabado de resolverse satisfactoriamente y que, en su momento, condujo al nacimiento de Ciutadans. En cualquier caso, a muchos nos consolaba un tanto tener a los sociatas en la plaza de Sant Jaume: podrían haber servido de más, haber sido más útiles y decididos, pero, pese a sus tendencias patriótico-pusilánimes, tuvieron alguna utilidad, sobre todo si comparamos su época con la actual, en la que la pinza compuesta por los indepes y los comunes nos aprieta las meninges e impide que en esta ciudad en franco proceso de decadencia haya manera de levantar cabeza.
Tras el hundimiento de Ciudadanos por culpa de Albert Rivera, el PSC tiene la oportunidad de representar la única alternativa razonable al gobierno caudillista de Ada Colau, una mujer empeñada en salvarnos a los barceloneses de nosotros mismos (porque siempre sabe lo que nos conviene mejor que nosotros). ¿Es Jaume Collboni el candidato adecuado para intentarlo? Sinceramente, no lo sé. No lo sé porque o yo soy ligeramente obtuso o el señor Collboni no se ha matado a la hora de hacerme saber –a mí y a muchos otros- quién es y qué pretende. No es que me caiga mal, es que no sé quién es él ni cuáles son sus planes para mi ciudad, caso de que los tenga. Yo diría que eso le obliga, a partir de ahora, a destacar en su labor municipal y, casi, a convertirse en un socio de gobierno tan molesto para los comunes como lo es Junts x Cat para ERC (o viceversa). El aparente compadreo con Colau se tiene que acabar, igual que la escasa (o nula) resistencia a las mayores ideas de bombero surgidas hasta ahora de las mentes privilegiadas de Ada y su pandilla. Al pobre Collboni le han caído dos misiones a la vez: salvar a Barcelona y salvarse a sí mismo. El partido le ha dado tiempo hasta el verano. Yo de él lo aprovecharía.