Barcelona es más que una ciudad, dicen que el Barça es mucho más que un club de fútbol, y ya les aseguro yo que la Editorial Navona, sin duda, es bastante más que una editorial.

Lo tengo claro. Las mejores librerías, aquellas que definen toda una época, una sociedad, son más que un simple y funcional espacio dónde se dispensan libros. En este sentido, Amazon nunca será una verdadera amenaza para las bookstores con solera, esas en las que echas la tarde: eliges un par de libros que te seducen (amores a primera vista), te apoltronas en un rincón encantador y te lees un primer capítulo, a ver si engancha. 

La editorial Navona, gran apuesta personal e intransferible de mi querido Ernest Folch, acaba de publicar La librera de París (en castellano y en catalán) de Kerri Maher. Una maravilla.

La mítica librería City Lights de San Francisco (USA), o la barcelonesa y todavía reciente librería Finestres, cuentan incluso con habitaciones para alojar a escritores y a algún que otro pasavolante creativo.

Conviene señalar que la actual Shakespeare & Co de París no tiene demasiado que ver con la librería original, ni en la propiedad ni en la ubicación, pero, como apunta Maher en su libro, permanece fiel a su espíritu. Por ella han desfilado y pernoctado (en sus aposentos llenos de polvorientos volúmenes inclasificables y maderas vetustas que crujen) algunos de los grandes escritores americanos. Abrió en 1951, diez años tras el cierre de la original a causa de la ocupación nazi, y lo hizo bajo el nombre de Mistral. Su dueño, George Whitman (a quien conocí personalmente en el año 2000), se hizo amigo de Silvia Beach, una de las habituales del lugar, y la rebautizó como Shakespeare & Co en 1964.

Aquella librería parisina ejercía funciones que iban mucho más allá de lo que se supone que ocurre (o debería ocurrir) en una librería. Hacía de punto de información de todos aquellos creadores que llegaban a París. Su responsable, la Beach, permitía a su selecta clientela que usara la dirección de la librería como apartado de correos (donde recibir cartas y paquetes). E incluso, si lo necesitaban, les buscaba apartamento, o les hacía de guía por la ciudad de las luces.

Les recomiendo muy encarecidamente la lectura atenta de la novela de la autora californiana Kerri Maher, una peripecia literaria basada en hechos reales y con personajes secundarios de lujo, como Hemingway, Joyce, Scott Fitzgerald o Gertrude Stein. ¡Ahi es nada!

Me gustan las cosas, los proyectos y las personas que son más, mucho más, de lo se supone que son (o deberían ser). Las librerías con encanto que generan complicidades y lazos invisibles, los clubs de fútbol que despiertan ilusiones, las editoriales que nos abren la puerta a otros mundos apetecibles más allá de este que nos ha tocado vivir.

Sylvia Beach amaba los libros. De repente aparece por allí un tal James Joyce con un Ulysses bajo el brazo, manuscrito maldito que ningún editor europeo se atrevía a publicar, y la gran dama le dice que ya tiene editorial y cobijo espiritual. 

La Barcelona cultural, civilizada y risueña puede albergar (a veces alberga) algunas de todas esas esencias de vida que valen la pena ser experimentadas.

Un nuevo poema que lo ilumina todo (todo está iluminado), un café lento a ritmo de jazz, amistades recién inauguradas, una tarde de primavera sin mascarillas anti pandemia universal, aquellas flores de abril que estallar por doquier...