Hay un mito que los partidos políticos todavía tienen presente. Consideran, en las distintas instancias del poder, que se puede llegar a altos porcentajes de apoyo. Que llegar a cerca del 40%, o, incluso, superarlo, es posible, aunque para ello se deban concretar distintos factores: la buena marcha del partido, el liderazgo del candidato o candidata, y, al mismo tiempo, el descrédito o la mala organización interna de los adversarios. Y es cierto que no se debe descartar esa posibilidad. Esa idea de que las mayorías absolutas nunca volverán es un prejuicio, una posición determinista. Nadie  sabe cómo evolucionará el comportamiento electoral.

Lo que sí se puede considerar es que para llegar a altos apoyos electorales se debe ser capaz de concentrar el voto, de lograr atraer a votantes que, circunstancialmente, han preferido unas determinadas siglas en un momento concreto.

Es lo que puede suceder en Barcelona, o lo que algunos dirigentes políticos van a intentar de cara a las elecciones de mayo de 2023. La lucha por Barcelona será tremenda, porque se intuye que puede servir, además, como palanca para un cambio en toda la política catalana. Y muchas fuerzas políticas aspiran a tener representación y erigirse como imprescindibles para poder formar gobierno.

El PSC se ha conjurado para lograr ese objetivo, con la necesidad de concentrar todo el voto útil, el que posibilite la alcaldía a Jaume Collboni. ¿Lo puede conseguir? Para empezar, cuenta con algo a favor, a priori. Todos esos grupos políticos, producto de escisiones de lo que fue CiU, pero también del intento en su día de una parte del PSC de constituir una fuerza socialdemócrata constitucionalista --es lo que fue Ciudadanos, ahora desdibujado-- tienen una misión: conseguir un cambio en el consistorio para que Ada Colau no siga como alcaldesa. Es lo que se ha fijado Centrem, el partido de la exconsejera Àngels Chacón, y también es lo que pretende Valents, el partido que dirige Eva Parera. Es lo mismo que desea el proyecto que se ha organizado como partido del abogado Daniel Vosseler. Y en la misma línea se ubica Sandro Rosell, expresidente del F.C.Barcelona, que busca una opción populista, alejada de los partidos políticos tradicionales, pero con la obsesión de que los comunes no sigan dirigiendo la ciudad.

La mayoría de esos proyectos políticos están encuadrados en el centro-derecha liberal, más catalanista o más constitucionalista, con la idea de que se pueda actuar como complemento del PSC de Jaume Collboni, al que ven con el partido con más opciones para liderar ese cambio de rasante, a pesar de que Collboni es el primer teniente de alcalde de la alcaldesa Ada Colau. Sin embargo, el peligro electoral para los socialistas es evidente, dentro de ese objetivo de concentrar el voto: todos esos apoyos electorales a esas fuerzas políticas pueden mermar a los socialistas. Porque, ¿quién le quita el voto a quién?

Los altos porcentajes de apoyo se logran cuando electores distintos se olvidan de sus propias siglas, las que pudieran tener como más cercanas, y toman una decisión racional: qué es mejor en ese momento concreto para un país, para una administración autonómica o para un ayuntamiento. Y ese voto, a juicio de veteranos dirigentes socialistas, como Jordi Hereu, --lo expone en esta entrevista con Metrópoli– solo lo puede representar el PSC.

¿Todos los sectores económicos y sociales de la ciudad que desean un cambio en Barcelona están de acuerdo en la apreciación de esos dirigentes? Si no lo están, el PSC deberá trabajar duro a lo largo del próximo año. No se trata tanto de elegir a un nuevo candidato, --por ahora es Jaume Collboni—como de convencer a muchos electores y a todas esas fuerzas vivas de la ciudad que puede llegar la hora del voto útil, de ese “compromiso histórico por Barcelona” del que habla Hereu, y que hace alusión a aquellos acuerdos transversales que se dibujaban en Italia entre el eurocomunismo y los democristianos de la DC.

¿Está preparada la ciudad para ello, con la madurez suficiente como para entender el momento?