La sectorial de Turismo de Foment del Treball sacó un comunicado y recriminó --no sin razón-- la política de Ada Colau y sus Comunes. En el texto no había nada nuevo bajo el sol. Era la posición del empresariado turístico ya conocida. Esa que hace frente a la actitud de un gobierno municipal que considera al turismo una lacra y no una fuente de riqueza. Incluso, la patronal abogaba por una solución proponiendo “una actividad más descentralizada y de mayor valor añadido”. Eso sí, también con razón, tildó de “ocurrencias” la nueva propuesta de la alcaldesa declarando la guerra a los cruceros.
Foment del Treball hace tiempo que ha levantado la bandera contra esa Barcelona empequeñecida, empobrecida, triste, malhumorada que defiende Ada Colau, apostando por una Barcelona que sepa aprovechar sus oportunidades y hacer del crecimiento sostenible una oportunidad y no un problema, hacer del progreso económico una palanca para fortalecer el progreso social, y devolver a Barcelona su carácter cosmopolita abandonando ese provincianismo que quiere convertir a la urbe en un pueblo sin coches, sin industrias y sin actividad.
No gustó en el consistorio. Colau erigida en salvadora de la ciudad en su tercera, siempre negada, presentación a las elecciones mantuvo silencio. Pero el patio de los Comunes se mueve. Ahora que Eloi Badia está calladito porque se le acumulan las denuncias y los fracasos, salió a la palestra Jordi Martí i Grau, del que, por cierto, se desconoce éxito alguno en el consistorio. Le salió la vena al concejal que debe buscar sitio en la candidatura de los comunes y sitio para suceder a Colau que si no nos ha mentido --y eso está por ver-- no se presentará una cuarta vez. Lo más probable es que no lo haga por la derrota que se le avecina.
Jordi Martí sacó pecho y enseñó su perfil. No le gusta la sociedad civil crítica. Le viene mejor esa que jalea al equipo de gobierno “por un puñado de dólares” en forma de subvenciones. Le gusta esa sociedad civil que da apoyo a Colau en contra de las “élites” y los poderes fácticos. Eso sí, quienes son las élites y quienes los poderes fácticos lo deciden en el equipo de gobierno. Han convertido, con sus voceros al frente, las denuncias por mala praxis y gestión en un ataque contra la alcaldesa. O sea, el foco es quién pone la denuncia, no el porqué de la denuncia.
Martí no hizo declaraciones. Solo un tuit: “Alguno de los partidos de la derecha le deberá ofrecer encabezar la lista, se muere de ganas. De pasada volveríamos a tener una patronal “com cal” sin esta sobreactuación permanente”. Y se quedó tan ancho, pensando en cuantos puntos ganaría con Colau. Destinatario de la invectiva: Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment. Por suerte para la patronal no decide quién la dirige el ayuntamiento, sino los empresarios. Basta ver como Foment en estos años ha crecido sustancialmente. Nuevas afiliaciones de pequeñas y medianas empresas, sectores que han vuelto a la organización, nuevos sectores que se han sumado a la patronal y organizaciones territoriales que se han reintegrado en lo que Sánchez Llibre llama la “Casa Gran” del empresariado. No diría lo que ha dicho el concejal Martí si las tuviera todas consigo. Sánchez Llibre pone voz a muchas inquietudes de la ciudad, y ya le adelantó que a las únicas elecciones a las que se presentará son las de Foment. Y más pronto que tarde.
Jordi Martí nunca ha sido un lince. Fue jefe de la oposición del ayuntamiento cuando militaba en el PSC. Levantó la bandera soberanista y se presentó a las primarias. Quedó tercera con un escuálido 20%. Conclusión: su ascendencia en la militancia socialista es más que mejorable. Seguro que en algunos barrios ni conocían al elitista y perdonavidas concejal Martí. Si hubiera ganado, decía, tumbaría a Pere Navarro, entonces primer secretario del PSC. Ni tumbó a Navarro ni ganó a Collboni, que le dio un revolcón. Ya en esa campaña, acompañado por el polítologo Comín que ha militado en Ciutadans pel Canvi, PSC, ERC y ahora en Junts --en pocos años más lo habrá hecho en todo el arco parlamentario--, hizo sus arrumacos con ERC y con los comunes. Acabó en el partido de Colau, --porque Maragall lo conoce mucho--, para mantener su salario, porque ya saben que si pierdes unas elecciones cambias la camisa y punto. En política, eso se llama transfuguismo y eso de buscarse la vida y trabajar no está bien visto. Mucho mejor quedarse en la sombra del poder. Y si el poder cambia, tú cambias. Martí hizo bien su trabajo y pasó de cargo de confianza a concejal. Y ahora saca pecho, deseando que la sociedad civil sea mansa y sumisa. No le gusta Foment, no le gustan los empresarios, pero en el fondo, lo que no le gusta es que le lleven la contraria. Señalan al empresariado como su principal rival, pero, lo cierto es que el principal rival de Barcelona se llama Ada Colau.