La calle Balmes y la calle Muntaner de Barcelona son las vías de mayor longitud que atraviesan Barcelona en dirección de mar a montaña. En sus orígenes la calle Balmes solo llegaba hasta la Diagonal, pero no fue hasta el año 1908 que se abrió y prolongó hasta la actual calle Pelayo. Esta calle constituyó una vía de acceso de la ciudad a la montaña. Un camino que, hasta entonces, resultaba complicado. Esta artería permitió una comunicación directa con los municipios de  Sarrià y de Sant Gervasi, a pesar del enfado de los ciudadanos de estas dos poblaciones, que miraban, no con muy buenos ojos, un ir y venir de gente, y al mismo tiempo, tenían ciertos recelos con la anexión de sus municipios a la ciudad de Barcelona. Una adhesión que comportaba el perder la autonomía municipal que sus habitantes disponían. Curiosamente, este 2022 se cumplen los 125 años de la anexión de la población de Sant Gervasi a la ciudad.

La calle Balmes a pesar de sus más de cien años de historia, se ha convertido en una asignatura pendiente para el urbanismo de la ciudad. La calle es la frontera entre el ensanche izquierdo y el derecho, y siempre ha tenido las aceras muy estrechas, cosa que provoca una cierta dificultad para poder pasear por ella. Una calle muy importante de la ciudad, ubicada en parte, en el distrito de Sarrià y de Sant Gervasi. Un distrito que en muchas ocasiones está olvidado por el equipo municipal, y que desde hace años pide una reforma y reurbanización de esta calle. El estado del pavimento de sus aceras hace que sea imprescindible acometer una remodelación, y no tan solo por la comodidad de pasear por las mismas, sino también por la inseguridad que puede generar para los transeúntes. En 2018 se aprobó y actualizó un proyecto para el tramo superior de esta vía, la parte comprendida entre la plaza Molina y la plaza Joaquim Folguera. Un proyecto que aún permanece en un cajón y sin fecha de inicio. Una iniciativa que ya venía de otro proyecto consensuado por vecinos y comerciantes que pretendía iniciar las obras en 2015.

Vemos con desasosiego como el tiempo pasa y los vecinos hartos de esperar han constituido diversas plataformas como Balmes Ja, y  La plataforma per actuacions urgents i la reurbanització del carrer Balmes entre les plaçes Molina i Joaquim Folguera, que reivindican y sostienen que se hace necesario reconstruir y hacer más amable esta vía de vital importancia para la ciudad. A estas reclamaciones se ha sumado la Escuela Poeta Foix, que insiste en la necesaria reducción del tráfico, así como la reducción del ruido y la consiguiente disminución de la contaminación, unos requisitos que son de vital importancia para una eficiente formación en el proceso educativo de la escuela.

Una reforma que no puede esperar más, pero que, sin embargo, tendrá que esperar, porque el ayuntamiento no ha dotado de la partida presupuestaria necesaria para poderla acometer. Un compromiso municipal que se diluye y que no se podrá ejecutar, como así estaba previsto durante este mandato. Un proyecto que el propio consistorio define como "pendiente".

Una vez más, presenciamos como se perpetuán las promesas adquiridas por el equipo municipal. Los vecinos, ya cansados de esperar año tras año, no alcanzan a comprender semejante retraso. O una de dos, o el ayuntamiento se comprometió sin la más mínima intención de llevar a término la reforma, o bien las previsiones económicas y las partidas presupuestarias para este ejercicio no fueron rigurosamente programadas. Si fuera esto último, tendría que existir una responsabilidad municipal, que viniera determinada por la gestión presupuestaria, que no ha previsto lo que en su día se comprometió. Vemos con desesperación que la política en muchos casos se convierte en una pseudociencia basada en promesas electorales que por arte de magia se transforman, a todos los efectos, en eludibles.

Entrando casi, como estamos, en época electoral, los políticos tendrían que tomar nota de que muchos electores se puedan sentir defraudados, y que sus votantes, se tornen cada día más exigentes con las obligaciones y los programas comprometidos. No es para menos. En este aspecto, Nietzsche, el que fuera uno de los padres de la filosofía occidental del siglo XIX, estudió y definió, desde el pensamiento político, el concepto de la palabra promesa. Un vocablo que en estos momentos viene al caso. La promesa, según el filósofo, es una noción que representa una alteración de la temporalidad, porque dispone el futuro en un presente que ya está comprometido. Pues bien, en este caso, la promesa comprometida nada tiene que ver con la realidad.